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domingo, 17 de julio de 2022

DISRUPTORES ENDOCRINOS. EL PRECIO DEL PROGRESO

 


Se calcula que actualmente existen más de cien mil sustancias químicas diferentes sintetizadas en laboratorios. Al menos el 10% de ellas son de carácter tóxico, tanto para la salud de personas y animales como para el medio ambiente en general. Se diría que es el precio del progreso, el inconveniente que hemos de sufrir a cambio de diversas comodidades y un pretendido bienestar que acaso convendría revisar.

En concreto los llamados disruptores endocrinos son sustancias capaces de alterar el equilibrio del organismo, así como el desarrollo embrionario. Son por lo tanto, embriotóxicos. Generalmente actúan suplantando el lugar de las hormonas naturales o bien bloqueando el acceso de estas a las células donde deben ejercer su función. El concepto deriva del inglés Endocrine Disruptor Chemical, y fue acuñado durante la conferencia de Wingspread celebrada en esa localidad estadounidense en 1991.


Los disruptores endocrinos están presentes en multitud de productos y objetos domésticos e industriales. Son causantes de varias enfermedades y trastornos. El catálogo de estas sustancias es muy amplio, comprende desde productos químicos sintetizados artificialmente en industrias y laboratorios (la mayoría), hasta sustancias que si bien se encuentran en el medio natural, nunca se habían explotado ni utilizado hasta que han sido extraídos para usarse por la industria en diversas aplicaciones.

Pueden encontrarse en juguetes, jabones, productos cosméticos, tejidos y un largo etcétera. Hoy día son omnipresentes, y lo que los hace más peligrosos es que resultan invisibles. Estamos expuestos a ellos a través de la piel, al utilizar ciertos cosméticos por ejemplo, por vía respiratoria, digestiva, y hasta endovenosa ya que están también presentes en determinadas sustancias y preparados de uso hospitalario. Se vinculan con alteraciones de los sistemas nervioso, inmunitario o reproductor, entre otros, y son capaces de causar enfermedades como: 

·      Perturbaciones neurológicas y/o conductuales: déficits de atención, hiperactividad, trastornos neurodegenerativos como el Parkinson y otros parkinsonismos.

·  Afecciones de la salud reproductiva: pubertad precoz o disminución de la fecundidad en mujeres; infertilidad o merma de la calidad del semen en hombres.

·         Problemas cardiovasculares.

·         Alteraciones metabólicas: obesidad o diabetes.

·         Síndrome de sensibilidad química múltiple…


Conforme nuestra sociedad industrial y postindustrial se ha ido desarrollando, el universo químico que nos rodea se ha vuelto cada vez más variado, variable y complejo. El progreso permite que podamos acceder a importantes avances científicos y tecnológicos, pero lamentablemente debemos pagar un precio por ello en forma de riesgos para la salud. El daño se agrava porque casi siempre la detección de trastornos y enfermedades se produce años después de utilizar y convivir estrechamente con las sustancias y productos causantes. Acaso no tengamos más remedio que plantearnos como sociedad si realmente merece la pena pagar un elevado precio en salud por un progreso tecnológico que cada vez se produce con mayor velocidad y experimenta un desarrollo exponencial.

El profe Bigotini no parece tener respuesta a semejante dilema. Por una parte, es un enamorado de la ciencia a quien brillan los ojos cada vez que escucha la palabra progreso. Por otra, es cada vez más un viejo chapado a la antigua que no aspira ya sino al cariño de las personas que quiere y a alguna ocasional cervecita.

Las tetas son lo único a lo que los hombres permanecen fieles toda su vida. Las agarran nada más nacer, y ya no las sueltan hasta que mueren de viejos. Jardiel Poncela.

 


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