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martes, 14 de julio de 2020

ASEXUADOS: VIVIR LA VIDA SIN SEXO



Ya vimos en anteriores entregas que antes de la aparición de la reproducción sexual, bacterias, virus y otros microorganismos que se reproducen por simple división, también son capaces en ocasiones de intercambiar material genético, lo que técnicamente podría considerarse una forma primitiva de tener sexo. Algunos de estos seres microscópicos, no se limitan a esos intercambios con otros organismos de su propia especie, sino que van mucho más lejos, intercambiando genes con individuos de especies diferentes. Precisamente en esta capacidad radica la extensión de la resistencia a los antibióticos que han adquirido muchas bacterias, por ejemplo.

Vimos también que ciertas especies de plasmodium, como el toxoplasma o como el agente causal de la malaria, sólo practican el sexo en unas condiciones favorables muy determinadas, el Toxoplasma gondii en el intestino de los gatos domésticos o el p. falciparum en las tripas del mosquito anopheles. Eso parece otorgarles pocas oportunidades para el sexo. Es como si tú sólo pudieras acostarte con tu novia o con tu novio en la habitación 205 de cierto hostal de carretera.
Ciertas especies de insectos y algunos otros animales y plantas, tienen sexo una única vez en toda su vida… Pero, en fin, si te quejas de que haces el amor con poca frecuencia, fíjate lo que podrían sentir los miembros, o mejor dicho, “las miembras” de la especie Philodina roseola, un rotífero bdeloide microscópico que vive en el musgo húmedo, cuyos individuos son todas hembras sin excepción alguna, ya que todos los estudios apuntan a que eliminaron a los machos de su especie, y por lo tanto, la práctica del sexo, hace aproximadamente ¡ochenta y cinco millones de años!


Pues sí, allá por el jurásico, cuando rugían los tiranosaurios y los pequeños y primitivos mamíferos se escondían tímidamente en agujeros recónditos, las philodinas decidieron, quizá en una remota asamblea feminista, prescindir por completo de los machos en su especie. ¿Cómo se las arreglan desde entonces para reproducirse? Muy sencillo, por clonación, igual que la pobrecita oveja Dolly, pero ochenta y cinco millones de años antes.
Bueno, en realidad la clonación no es un fenómeno tan raro después de todo. A menudo se produce de forma accidental en muchas especies de reproducción sexual estricta. No hay más que fijarse en los gemelos. Los gemelos idénticos u homocigóticos proceden ambos de un único huevo fecundado o cigoto, que se divide prematuramente en dos perfectamente iguales. Desde el punto de vista biológico, el fenómeno de la clonación parece retrotraernos a épocas anteriores a la “invención” del sexo en nuestro planeta. A lo largo de la evolución no han cesado de aparecer nuevas fórmulas y nuevas soluciones, pero las anteriores perviven en el recuerdo biológico, y de vez en cuando se manifiestan como si quisieran recordarnos lo que fuimos una vez.


Así pues, no hay nada malo en una clonación ocasional, pero llevar haciéndolo nada menos que ochenta y cinco millones de años, parece al menos un poco exagerado. Philodina es un caso singular entre los eucariotas, porque se trata de un organismo eucariota, como tú y como yo, no lo olvidemos.
Los biólogos siguen investigando a este género de seres con la esperanza de encontrar alguna trampa en su mecanismo reproductivo. No sería la primera vez que esto sucede. Durante mucho tiempo se pensó que los Gastrotricos quetonónidos, que también habitan charcas y musgos, se reproducían asexualmente, hasta que observaron que producían espermatozoides, con lo que se descubrió el pastel. Otros bichos, esta vez insectos, los áfidos de la especie Tramini, pasaron durante años por ser asexuales, hasta que los científicos descubrieron que escondían a sus diminutos machos en las raíces de las plantas que les servían de vivienda. Otras mentirosas.
Pero lo cierto es que por más que se investiga, hasta ahora Philodina roseola es a todas luces un organismo próspero y asexual, el único conocido. A nuestro querido profe Bigotini la noticia le consuela mucho cuando piensa en el tiempo que lleva el pobre sin… en fin, ya sabes.

-Doctor, cada vez que estornudo, tengo un orgasmo.
-¡Vaya!, ¿y está tomando algo?
-Sí, pimienta.




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