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jueves, 7 de julio de 2016

HOMO SAPIENS NEANDERTHALENSIS. LA OTRA ESPECIE


El nombre latino podría traducirse como persona inteligente del valle del Neander, lugar de Alemania donde se descubrieron varios esqueletos de este espécimen en 1856. Los neandertales se han datado desde finales del Pleistoceno, hace unos 250.000 años, hasta hace unos 30.000 años o incluso puede que menos, por lo que pudieron desaparecer en época protohistórica. Homo sapiens neanderthalensis habitó la región mediterránea. La práctica totalidad de sus fósiles se concentra en Europa, sobre todo en Europa meridional. Se han hecho algunos hallazgos en Asia central y Oriente próximo. También se han encontrado restos óseos en Israel, Gibraltar y África del norte.

Los neandertales poseían un cuerpo compacto y robusto. Las estaturas de los individuos masculinos parecen estar en torno a 1,70 m. En algunas publicaciones se describen como más corpulentos pero algo más bajos que sus parientes los hombres de Cro-Magnon, porque efectivamente de estos últimos se conservan esqueletos que rondan los 1,80 m. Sin embargo, 170 cm de altura superan la media de los varones adultos actuales. Los hombros anchos, los largos brazos, grandes manos y poderosas articulaciones, así como la cabeza ancha, nariz plana y bulbosa, y las cejas prominentes de los neandertales, parecen todos ellos rasgos que evolucionaron para combatir y sobrevivir con éxito durante los fríos periodos glaciales que les tocó vivir. Solemos imaginar y representar a estos hombres y mujeres cubiertos de pieles. No obstante, conviene no olvidar que entre glaciación y glaciación hubo periodos cálidos, algunos incluso tanto como el que vivimos actualmente. Todo parece indicar que precisamente en estos periodos interglaciales fue cuando las poblaciones neandertales prosperaron y crecieron.



Las primeras representaciones que a partir de los restos óseos, se hicieron de esta especie, recalcaban sus rasgos primitivos, convirtiéndolos a menudo en francamente simiescos. Las figuraciones más modernas, apoyadas en los últimos hallazgos y los análisis genéticos, tienden a representaciones mucho más humanizadas. Lo cierto es que, como ha apuntado algún autor, un neandertal vestido con ropa moderna, probablemente pasaría inadvertido en una gran superficie comercial o en el transporte colectivo de cualquiera de nuestras ciudades actuales. Es imprescindible tener en cuenta que, como ocurre con cualquier especie fósil, los hallazgos presentan una gran variedad, apreciándose la evolución desde los más antiguos hasta los de datación más reciente.


La nariz ancha y bulbosa de los neandertales debió ser de gran utilidad en los periodos más fríos. El aire gélido necesita filtrarse y calentarse antes de ser introducido en los pulmones. Las coanas nasales cumplen perfectamente esa misión, y para eso se necesitan narices grandes. Idéntica finalidad puede atribuirse a las grandes cejas. El prominente arco superciliar albergaría unos senos frontales muy desarrollados, donde el aire inspirado también se calentaría. Una equipación respiratoria de estas características, se completa con un tórax ancho y robusto capaz de de albergar grandes pulmones y un árbol bronquial muy desarrollado. Naturalmente, las vísceras y partes blandas no fosilizan, pero resulta lícito deducir y sacar conclusiones a partir de los esqueletos.


Llama la atención el gran volumen cerebral de la especie. Una capacidad situada a menudo por encima de los 1.400 cc., es claramente superior a la de los seres humanos actuales. Entrar a estas alturas en inútiles especulaciones sobre si los neandertales eran más o menos inteligentes que sus parientes Cro-Magnon, de quienes descendemos, parece del todo absurdo. Lo que es innegable es que eran inteligentes. Las industrias que los prehistoriadores han estudiado (fundamentalmente la Solutrense, que corresponde por entero al Homo neanderthalensis), son de una factura elegante y acabada, tanto en los utensilios pétreos como los fabricados con huesos y astas de animales. También parece probado algún rasgo de primitiva espiritualidad entre los neandertales. Los enterramientos con flores o el más que seguro culto religioso al oso cavernario, no dejan lugar a dudas en este sentido.


Neandertales y cromañones coincidieron sin ninguna duda durante varias decenas de miles de años en los mismos hábitats. La gran incógnita es si esa convivencia fue pacífica o violenta. Los últimos descubrimientos a través del análisis de ADN neandertal, muestran que existió algún intercambio genético: en definitiva, sexo e hibridación de ambas estirpes. Ahora bien, no parece que dicha hibridación fuera extensa ni que se produjera en condiciones de igualdad. Según se apunta en las conclusiones de los genetistas, tan solo las poblaciones europeas actuales mostramos algún parentesco genético con los neandertales, y ello en una medida muy limitada. Dicho en román paladino: los europeos y algunos asiáticos somos cromañones con una pizca de sangre neandertal; el resto de la humanidad, son cromañones y punto.

Así que el dictamen es categórico: hubo poco sexo y mucha guerra. Posiblemente también hubo canibalismo, una práctica que por muy censurable que pueda parecernos, está más que demostrada a lo largo y ancho de nuestra prehistoria. Si en un museo de ciencias naturales os preguntan vuestros hijos qué ocurrió con esos neandertales rubios y pelirrojos, la respuesta es bien sencilla: se los comieron nuestros abuelitos.

La vida es una enfermedad de transmisión sexual.



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