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jueves, 30 de junio de 2016

SEXO EN BABILONIA Y PROSTITUCIÓN SAGRADA


No en Nueva York, sino en Babilonia, y hace dos mil quinientos años, pero sexo a fin de cuentas, un tema que ha interesado siempre. En esto no tenemos más remedio que seguir a Heródoto. Puede que no sea precisamente una autoridad en materia de sexo, pero sin duda lo es en materia de la Babilonia antigua. De hecho es una de las pocas fuentes escritas que han llegado hasta nuestros días.
En cuanto a la institución del matrimonio, nos cuenta Heródoto que en cada poblado una vez al año, ponen juntas a todas las muchachas en edad de casamiento, y a su alrededor se coloca una muchedumbre de hombres. Alzándolas una por una, un pregonero las pone en venta. Empieza por la más bella, y cuando esta encuentra un comprador, pone en la palestra a la que le sigue en belleza. Los compradores las toman como esposas.

Los babilonios ricos, compitiendo en la puja, se quedan con las más hermosas. Los pobres se llevan a las más feas, pero se consuelan ganando algún dinero, puesto que el dinero obtenido en la subasta de las más bellas, sirve como dote a las menos agraciadas. De esta original manera, las muchachas bonitas casan a las feas. Prosigue Heródoto relatando que no está permitido a ningún hombre conceder en matrimonio a sus hijas al pretendiente que elija. Mucho menos pueden elegir las mismas muchachas. Al parecer existía una clausula por la cual los hombres podían arrepentirse de su decisión, pues si el matrimonio no se había llegado a consumar, podían devolver a sus novias, bien recuperando el depósito, o bien devolviendo la dote en el caso de las muchachas más feas. Siguiendo este relato puede comprobarse que la situación social de las mujeres en la antigua Babilonia, no era precisamente envidiable. Por si fuera poco, Heródoto añade que después de la conquista del país por los griegos, muchos padres en situación económica precaria llegaban a prostituir a sus hijas.


Y hablando de prostitución, fijaos en lo que nos dice Heródoto sobre una curiosa institución babilonia, la de la prostitución ritual:
Por último, la más injusta de todas las costumbres de los babilonios es la siguiente: toda mujer del país debe ir una vez en su vida al santuario de Afrodita y unirse a un hombre extranjero. Muchas, que desdeñan mezclarse con las otras, orgullosas como están de sus riquezas, se hacen llevar al templo en carros cubiertos y allí se quedan, acompañadas de gran número de sirvientes. En cambio, la mayoría actúa así: en el santuario de Afrodita se sientan muchas mujeres con una corona de cuerda alrededor de la cabeza: unas van y otras vienen. En todas direcciones unos senderos señalizados pasan entre las mujeres y, al deambular por ellos, los extranjeros eligen.

Una vez allí, las mujeres no vuelven a su casa hasta que uno de los extranjeros, echándole dinero en el regazo, no se haya unido a ella fuera del templo. Al echarle el dinero, él debe decir estas palabras: <<Invoco a la diosa Militta.>> Este nombre es el que los asirios dan a Afrodita. La cantidad de dinero es la que quiera cada uno, ya que la mujer nunca lo rechazará -no está permitido-, porque este dinero es sagrado. La mujer sigue al primero que le haya echado dinero y no rechaza a nadie. Después de haberse unido con el hombre y de haber cumplido así con la obligación para con la diosa, vuelve a su casa, y a partir de entonces no hay dinero suficiente que pueda hacerla tuya. Las que son bonitas y esbeltas se marchan pronto, pero las feas se quedan durante mucho tiempo, al no poder cumplir la ley; algunas permanecen incluso durante tres o cuatro años. En algunas ciudades de Chipre existe una costumbre parecida a esta.


Así que ya veis. Mucha diosa de la fertilidad y mucho culto a lo femenino, pero las mujeres en aquellas primeras civilizaciones estaban listas las pobrecillas. Así era y así ha sido hasta hace apenas unos pocos decenios. Y aún queda a las mujeres mucho terreno por conquistar. Eso del matriarcado en ciertas sociedades es una leyenda sin fundamento. Una cosa es la herencia matrilineal, y otra muy diferente, que la mujer haya tenido poder real en aquellas sociedades. Es este uno de esos temas que en Bigotini nos interesan especialmente. Prometemos próximas entradas sobre ello. Hasta entonces felicitémonos por no haber nacido en la Babilonia clásica.

Recuerdo perfectamente la primera vez que disfruté del sexo. Todavía conservo el recibo. Groucho Marx.



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