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viernes, 6 de mayo de 2016

SIDA, MOSQUITOS Y JERINGUILLAS


Hace años las autoridades sanitarias pusieron en marcha una campaña informativa sobre el sida titulada Si da, No da. Estaba encaminada a desterrar algunas falsas creencias en torno a los mecanismos de contagio de la enfermedad. Quedaba claro que sólo existen tres posibles medios de transmisión: el contagio de la madre al feto a través de la placenta, determinadas prácticas sexuales de riesgo, y la transmisión a través de la sangre o los productos sanguíneos, mediante transfusiones o uso de jeringuillas y agujas infectadas. Por el contrario, otras actividades carecen por completo de riesgo, entre otras, el contacto físico (besos y abrazos), compartir comida o cubiertos, y las picaduras de insectos. Este último supuesto, el de las picaduras, suscitó no pocas dudas entre el público, como las había suscitado en la comunidad científica antes de que se conocieran en profundidad las características del virus VIH y sus mecanismos de transmisión. En efecto, parecía lógica la siguiente pregunta: ¿por qué un mosquito que se alimenta de sangre, no actúa en este caso igual que una aguja hipodérmica?

La respuesta es bien sencilla. En el caso de las agujas, el virus se une a las células T de nuestra sangre, y comienza a replicarse. Ocurre que la célula T humana es un huésped muy específico del VIH. Sin embargo, cuando un mosquito se alimenta de la sangre de una persona con sida, el VIH penetra en las vísceras del mosquito, que no contienen el menor rastro de células T humanas. Por lo tanto, el virus no encuentra ningún huésped que le permita replicarse, y acaba siendo destruido por el sistema digestivo del mosquito. Se acabó el virus del sida. Así de simple.


Si recordáis el artículo que en este blog dedicamos a la malaria, las cosas ocurrían de muy distinta manera, pues en ese caso el mosquito es un huésped imprescindible para el parásito que causa la enfermedad. De hecho, el parásito de la malaria o paludismo sobrevive en el interior del mosquito, se multiplica en sus vísceras y madura hasta convertirse en un peligroso agente infeccioso cuando ese mismo mosquito pica a otra persona aun no infectada. Sin embargo, como hemos visto, el VIH desaparece en el intestino del mosquito antes de que vuelva a picar a nadie. De esta forma no se transmite a la siguiente víctima del insecto.
Como es un monigote y no tiene sangre, al profe Bigotini nadie puede transmitirle ninguna enfermedad. A pesar de todo, no es muy amigo de los mosquitos, os lo aseguro.

Vivid intensamente, no temáis nada, y os sonreirá el triunfo. Winston Churchill.



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