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martes, 16 de junio de 2015

CLAUDIO PTOLOMEO, EL PRIMER ENCICLOPEDISTA

Geógrafo, geómetra, matemático, químico, astrónomo o astrólogo (en su tiempo astronomía y astrología eran una misma cosa), Claudio Ptolomeo, conocido entre sus contemporáneos como Kaudios Ptolemaios , entre la romanidad como Claudius Ptolomaeus, y en el ámbito hispánico como Tolomeo a secas, fue uno de los hombres más sabios de la antigüedad, y sobre todo un infatigable recopilador de conocimientos, hasta el punto de poder ser considerado como el primer enciclopedista, diecisiete siglos antes de que Diderot y D’Alambert publicaran su Enciclopedia.

Nació en Ptolemaida (de ahí su gentilicio) hacia el año 100, en que concluía el primer siglo de nuestra era. La mayor parte de su vida pública transcurrió en Egipto durante el reinado de los emperadores Adriano y Antonino Pío. Su lugar de trabajo, como el de tantos otros sabios de su tiempo, fue la Biblioteca de Alejandría, famoso templo del conocimiento y egregio monumento a la razón que, como no podía ser de otro modo, acabó siendo pasto de las llamas a mayor gloria de la sinrazón y la barbarie.


Al parecer sólo abandonaba la Biblioteca para trasladarse al lugar de sus observaciones astronómicas, que según la tradición, era el templo de Serapis Cannopus, situado en el arrabal alejandrino. Su principal trabajo fue la Sintaxis matemática, ingente obra en trece volúmenes, que influyó notablemente tanto en la ciencia occidental como en la astronomía árabe, no siendo superadas sus observaciones hasta el Renacimiento. La magnitud de esta obra de Ptolomeo hizo que sus contemporáneos le otorgaran el epíteto de megalé (grande, extensa), al que más tarde una legión de seguidores sumaron el de megisté (la más grande, la máxima). En 827 el califa Al-Mamun la hizo traducir al árabe, y del nombre al-Magisti, procede el título de Almagesto que le damos en occidente, desde la primera traducción del árabe al latín realizada en la Escuela de Traductores de Toledo en 1175.


Claudio Ptolomeo establece un modelo del universo geocéntrico, por lo tanto erróneo. Hasta Copérnico, quince siglos después, prevaleció la visión ptolemáica que, pese a partir de una base equivocada, satisface a la perfección los ciclos estacionales y astronómicos, sitúa con admirable precisión planetas y constelaciones en el cielo visible, y se ajusta perfectamente a los fenómenos climatológicos y lunares. La naturaleza práctica de sus observaciones y datos, fue precisamente la causa de que el heliocentrismo tardara tanto tiempo en ser aceptado por buena parte de la comunidad científica. En su otra gran obra, Geographia, Tolomeo describió la totalidad del mundo conocido en su época. A pesar de los naturales errores en cuanto a distancias y proporciones, su geografía y los distintos mapamundis a que dio lugar, se emplearon durante el Medievo y aun en el periodo renacentista. Su tratado de música, llamado Harmónicos, incorporó las leyes matemáticas a los sistemas musicales.

Honremos la memoria de un sabio tan preclaro. El profe Bigotini, postrado respetuosamente a las plantas de Claudio Ptolomeo, se descubre ceremonioso quitándose el sombrero aun a riesgo de que se enfríe su brillante, lampiña y prominente frente, que algún malintencionado se ha atrevido a calificar de calva.

Errar es humano. Culpar a los demás es más humano todavía. Oscar Wilde.



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