La
sensación de malestar que conocemos vulgarmente como resaca
es una más de las miserias humanas cotidianas que sufren los bebedores. Su
recorrido se remonta hasta la antigüedad, y ya en Isaías 5, 11 puede leerse: ¡Ay de los que se levantan de mañana para
seguir la embriaguez! Los síntomas de la resaca dependen de la cantidad y
la naturaleza de las bebidas alcohólicas ingeridas, y pueden ir desde un ligero
malestar hasta una indisposición severa que incluye náuseas, vómitos, dolor
intenso de cabeza, gastralgias, sed, sequedad de boca, mareo, calambres,
dolores musculares, temblores y sensación de postración. Otros síntomas como
taquicardia o incremento de la presión arterial pueden pasar algo más
desapercibidos al sujeto resacoso, siendo acaso los más importantes. En los
casos más severos puede afectarse la percepción visual o el área cognitiva,
incapacitando para el trabajo a los afectados.
En
cuanto a los remedios, no está claro que los alimentos ricos en azúcar alivien
los síntomas de la resaca, pero es cierto que tanto el azúcar como los líquidos
en abundancia pueden contribuir a superar la hipoglucemia y la deshidratación,
por lo que resultan muy recomendables. Los antiácidos ayudarán a superar las
náuseas y los síntomas digestivos. Los antiinflamatorios y los analgésicos
contribuirán a aliviar el dolor de cabeza. En cualquier caso, conviene no
abusar de los fármacos. No hay resaca que se resista a un buen sofá y al paso
de las horas.
El
profe Bigotini gustosamente seguiría ilustrando a sus innumerables seguidores
sobre la resaca y sus remedios más eficaces, pero se disculpa por no seguir
adelante. La noche pasada tomó media copita de jerez con un viejo colega
mientras discutía abstrusas teorías científicas, y esta mañana se ha levantado
con una ligera jaqueca. Me encarga que lo despida y que agradezca al genial Robert Crumb los simpáticos dibujos que
acompañan este breve artículo. Ahora tengo que dejar de escribir porque el
profe me hace señas de que le molesta hasta el ruido del tecleo. Adiós y
cuidadito con las resacas.
Perdonen
que no me levante. Epitafio apócrifo de Groucho Marx.

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