Translate

domingo, 9 de octubre de 2022

LA FIBRA ÓPTICA. AUTOPISTAS DE LA INFORMACIÓN

 


Actualmente la mayor parte de la información que recibimos se transmite a través de la fibra óptica en forma de luz. Se trata de verdaderas guías de luz mucho más ligeras y eficaces que los cables eléctricos e insensibles al ruido y a otras interferencias. En unas pocas décadas la fibra óptica se ha convertido en un elemento tecnológico imprescindible en nuestras vidas. Es adecuada para comunicaciones de muy larga distancia y capaz de alcanzar velocidades impensables hasta hace muy poco tiempo. Estamos pues ante uno de los factores clave de la llamada revolución de las telecomunicaciones, que ha hecho posible la apertura de auténticas autopistas de la información.

En su estructura física, una fibra óptica está formada por un cilindro hueco central transparente denominado núcleo, que posee un elevadísimo índice de refracción sólo superado por el vacío y por el aire. Este cilindro o núcleo está cubierto de un revestimiento también transparente con un índice de refracción ligeramente más bajo que el del núcleo. La pequeña diferencia de índices de refracción, del orden de unas pocas milésimas, es muy importante porque si el revestimiento tuviera un índice de refracción igual o superior al del núcleo, la luz no seguiría una trayectoria uniforme, sino que alternaría zigzagueando entre ambas capas con la consiguiente demora de la señal.


Así, la luz enviada a través del núcleo se refleja en sus paredes, y el perfil de índice asegura que exista una reflexión prácticamente total de los rayos que viajan por el núcleo. De esta manera, el haz de luz se transporta incluso si la fibra está doblada o presenta bucles. La fibra óptica puede emplearse para conducir la luz entre dos lugares situados a cientos, incluso a miles de kilómetros de distancia. La calidad de los materiales se basa sobre todo en su homogeneidad. La eventual presencia de impurezas puede ser causa de dispersión que reduciría seriamente el alcance de la señal.

El rendimiento obtenido actualmente con la fibra óptica es mucho mayor que el de las conexiones vía satélite, llegando a alcanzar capacidades de hasta un terabit por segundo, es decir, un millón de bits. Esto permite por ejemplo, que hasta un millón de habitantes de un país o una localidad puedan enviar información al mismo tiempo a través de un océano, todo por medio de una sola fibra y con una tasa de error muy limitada, casi insignificante. Los estándares de calidad en telecomunicaciones imponen un máximo de un error por cada mil millones de bits recibidos.


Y si la parte material de esta tecnología resulta sorprendente, no lo es menos la parte inmaterial, que es en definitiva la responsable del verdadero milagro. Porque no transmitimos meramente luz, sino información a través de la luz. En la parte emisora la información (en definitiva, ceros y unos en el código binario informático) se traduce en impulsos eléctricos. Esta electricidad se transforma en luz que viaja por la fibra, y en el lugar de recepción vuelve a transformarse en impulsos eléctricos que traducidos otra vez a código binario, producen sonidos, imágenes o escritura en el equipo de destino. Todas esas complicadas traducciones se realizan gracias a operaciones matemáticas, las transformadas, que fueron imaginadas ya en el siglo XVIII por mentes tan preclaras como las de Laplace o Fourier. Ahí radica el verdadero milagro, por eso el viejo profe Bigotini no se cansa de desmentir ese desgraciado tópico de que “estas matemáticas no me van a servir para nada en la vida”. Nada más equivocado. Las matemáticas, la ciencia en general es siempre útil. Diríamos que para nuestra actual calidad de vida, resulta del todo imprescindible.

¿Para qué te vas a molestar en ofrecer argumentos, pudiendo recurrir a la demagogia? (del Manual del político).


No hay comentarios:

Publicar un comentario