Moscas,
mosquitos, saltamontes y toda clase de insectos, además de no pocos anfibios y
reptiles, son capaces de posarse y de caminar con soltura por superficies
verticales y hasta por el techo. ¿Cómo es posible semejante proeza? Bueno, para
empezar ya sabemos que todo es cuestión de tamaños. A nuestra escala las
superficies pulidas de un cristal o de un espejo nos parecen perfectamente
lisas. Sin embargo, el particular punto de vista de alguien tan pequeño como un
insecto, es capaz de descubrir diminutas imperfecciones y grietas minúsculas
allí donde nosotros solo percibimos una absoluta perfección. Pero es que hay
más. Por ejemplo, las salamandras tienen unas pequeñas ventosas en los dedos de
las patas que les permiten adherirse a las superficies lisas. El tarso, es
decir, el segmento final de las patas de los insectos, posee unas estructuras
similares a las uñas o las garras, que favorecen la sujeción. Con esta especie
de garras o ganchos tarsianos, se anclan a las irregularidades de las
superficies, del mismo modo que un escalador introduce la punta de las botas o
las yemas de los dedos en las grietas de la roca.
Ya
veis que no es lo que se dice milagroso, pero si lo bastante prodigioso como
para asombrarnos. El mundo natural y la biología tienen siempre ese toque
mágico que nos deja con la boca abierta, y las adaptaciones de las diferentes
especies a sus medios y a su género de vida, son extraordinariamente variadas.
El profe Bigotini ha adaptado a sus zapatos y a sus guantes, cuatro ventosas de
esas que se usan en fontanería para desatascar desagües. Ahora está pegado al
techo pidiendo socorro. Voy en su ayuda.
-El
mes pasado contraí matrimonio.
-Contraje.
-Claro
hombre, no me iba a casar en chándal.


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