

Pero
la obra más célebre e influyente de Pacioli es De
divina proporcione,
publicada en Milán en 1496. Este libro fascinó a Leonardo de Vinci,
hasta el punto de aplicar sus principios en diferentes dibujos,
pinturas y artefactos. Pacioli trató de forma científica las
razones y proporciones que adoptaron todos los artistas del
quattrocento.
La perspectiva y la división del espacio en polígonos, fueron los
principios básicos de su obra. También dedicó un amplio espacio al
estudio de la proporción
áurea. El
mismo Leonardo se encargó de ilustrar una edición posterior de
1498, y en aquella corte milanesa de los Sforza, que regía Ludovico
el Moro, probablemente no hubo libro más comentado, discutido y
admirado que esta obra de Luca Pacioli. En aquel ambiente artístico
y científico, el franciscano trató y frecuentó a personajes tan
importantes en la Historia del arte como el citado Leonardo, Piero
della Francesca, Bramante, Leon Battista Alberti, Palmezzano, Melozzo
da Forli o Albert Durero.
Nuestro
sabio también se interesó por la geometría, la arquitectura y la
música. En materia de astronomía, Pacioli resultó ser bastante más
místico, confundiéndola con la astrología, algo por otra parte muy
común en esa época. El retrato que le hizo Barbari se conserva en
el museo napolitano de Capodimonte. En él se le representa rodeado
de diferentes figuras geométricas, y acompañado de un personaje que
por algunos se ha identificado como Guidobaldo de Montefeltro, y por
otros como Alberto Durero. Quien tenga curiosidad por profundizar en
los hallazgos de Pacioli, debe visitar la iglesia de Santa Maria in
Organo de Verona. En ella podréis admirar las reproducciones de las
ilustraciones que realizó Leonardo para De
divina proportione,
obra de Fra Giovanni da Verona. Se encuentran en los intarsios
(taracea en madera) de la sillería y otros elementos de la iglesia.
El lugar se ha convertido en una especie de templo iniciático para
una legión de adeptos a esoterismos a caballo entre lo místico y lo
paracientífico, del estilo de El
código da Vinci.
Los
que no tienen nada importante que decir, hablan a gritos. Enrique
Jardiel Poncela.
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