El
siglo XIV trajo a los reinos cristianos peninsulares, como al resto del
occidente europeo, un periodo de profunda crisis, tanto material como
espiritual. La peste, el hambre y la guerra, fueron las apocalípticas
consecuencias de aquel periodo. La peste negra, cuyo origen se atribuyó a la
llegada desde oriente de un navío genovés, provocó una mortandad hasta entonces
inédita, la primera et grande pestilencia,
como la denominó Alfonso XI en su Crónica.
La epidemia afectó en primer lugar a las Baleares, desde donde se propagó a la
costa mediterránea de la Corona de Aragón. Continuó desde allí su avance hasta
el resto de la península. En Mallorca se calculó una mortandad de 5% en Palma y
más del 20% de los habitantes del medio rural. Existen también datos fiables
del descenso demográfico producido por la peste en otros territorios como
Cataluña o Navarra. Un texto gallego de 1350, recoge que murieron en nuestra diócesis las dos terceras partes tanto de los
clérigos como de los feligreses. Se produjeron años después, en todas
partes nuevos brotes, las llamadas epidemias
eco.
En
la agricultura, se registraron a lo largo del siglo XIV muchos malos años, en
los que se perdió la práctica totalidad de las cosechas. Fuentes eclesiásticas
castellanas aluden a los malos años que
pasaron entre 1331 y 1333 en diversos monasterios, donde llegó a faltar
hasta el pan. Considerando que los monasterios eran en aquel tiempo un refugio
seguro contra el hambre, cabe imaginar la situación desesperada que debió
vivirse extramuros de los conventos y abadías. Otro testimonio catalán alude al
año 1333 como el mal any primer. En
una reseña de las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 se afirma que por los temporales muy ffuertes que ovo en
dicho tiempo… se perdieron los ffrutos del pan e del vino e de las otras cosas
donde avian a pagar las rrentas.
El
tercer azote fueron las guerras y la violencia en general. Creció especialmente
el nivel de agresividad de los poderosos, a quienes Salustiano Moreta califica
de malhechores feudales. Como consecuencia
de la crisis y de la escasez, muchos señores feudales se emplearon con saña
para exprimir a las gentes del común. Todos los malos usos y los abusos de los
señores sobre los campesinos que inconscientemente asociamos al conjunto del
periodo medieval, se concentraron de forma especial en esta centuria. También
el siglo XIV fue testigo de un incremento de las guerras internas de la
cristiandad. La más célebre históricamente fue la de los Cien Años, que
enfrentó a Francia e Inglaterra. En la península hubo también conflictos entre
Castilla y Aragón, como la guerra de los dos Pedros. Pero sin duda, la más
desoladora fue la que enfrentó en la Corona de Castilla entre los años 1366 y
1369, al rey Pedro I con su hermanastro bastardo Enrique de Trastámara. Datos
de esas fechas en el valle del Tajo, afirman que los soldados del bando
trastamarista robaron et quemaron et
estruyeron algunos de los lugares del arzobispado de Toledo. Tampoco los
del bando petrista eran unos angelitos. Otro testimonio de la época indica que
numerosos lugares dependientes del monasterio riojano de San Millán de la
Cogolla fueron estruidos e robados e
quemados por los soldados.
No
conviene olvidar tampoco el cisma que enfrentó a dos grandes facciones de la
Iglesia, y de paso, a diferentes naciones europeas entre sí. También en este
siglo se agudizaron los conflictos entre cristianos y judíos, produciéndose en
muchas ciudades, motines, saqueos y matanzas.
Pestes,
hambrunas y guerras tuvieron efectos desastrosos, sobre todo en el medio rural.
El declive demográfico se tradujo en el abandono de muchos campos de labranza
que quedaron desiertos e incultos. En Cataluña se empleó la expresión masos rònecs para referirse a esos
campos abandonados. Subieron los precios de forma vertiginosa. La escasez de
mano de obra se tradujo también en un notable incremento de los salarios.
Inflación, que diríamos actualmente, aunque en épocas pasadas como ésta a que
nos referimos, resulta más apropiado emplear el término carestía.
No
todo sin embargo, fueron miserias. La Corona de Aragón prosiguió su expansión
mediterránea y el comercio fue floreciente, sobre todo en el sector textil. Se
hicieron famosos los llamados paños
negros, que procedentes de Perpiñán, se comercializaban a través de
Barcelona. De Oriente y Berbería, a través de la ruta sahariana, llegaban a la
costa peninsular especias, pieles y esclavos, convirtiéndose Barcelona en la
terminal que abastecía de esa vergonzante mercancía humana al resto de Europa.
En
Castilla floreció la ganadería lanar. La institución de la Mesta alcanzó su
máximo apogeo. Los campos abandonados al cultivo, se convirtieron en pasto para
el ganado. Se calcula que al comienzo del siglo XIV la cabaña de ovino no
superaría el millón y medio de cabezas, cifra que creció hasta sobrepasar los
tres millones al final de la centuria. Paralelamente, la Guerra de los Cien
Años favoreció la exportación de lana castellana, pues en Flandes solían
importar la lana inglesa, y por causa de la guerra los flamencos comenzaron a
abastecerse de lana castellana.
No
conviene concluir una breve reseña del siglo XIV peninsular, sin hacer siquiera
una breve referencia al reino nazarí de Granada. Los monarcas nazaríes eran
tributarios de Castilla, y surtían además a los castellanos de muchos artículos
procedentes de oriente y del norte de África, que llegaban a Granada a través
de su amplia fachada marítima que incluía la actuales provincias de Almería,
Gramada y Málaga. A diferencia de los reinos cristianos, diezmados por la
peste, el de Granada era un territorio superpoblado, pues había acogido a
muchos mudéjares empujados por los avances cristianos de Castilla y de Aragón.
Al parecer, allí la peste hizo menos estragos o llegó con menor virulencia,
acaso debido a la frontera que se estableció con los reinos cristianos mediante
una red de fortificaciones, o a la orografía de la cordillera Bética. La
economía nazarí se basaba en la agricultura y en la industria de la seda.
Granada tenía importantes vínculos con los benimerines norteafricanos. También
se establecieron en las ciudades y los puertos nazaríes, comerciantes y hombres
de negocios genoveses.
Las preguntas no son nunca indiscretas. Las respuestas, a veces, sí. Oscar Wilde.
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