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lunes, 2 de diciembre de 2024

LA CRISIS DEL SIGLO XIV EN LOS REINOS CRISTIANOS HISPÁNICOS

 


El siglo XIV trajo a los reinos cristianos peninsulares, como al resto del occidente europeo, un periodo de profunda crisis, tanto material como espiritual. La peste, el hambre y la guerra, fueron las apocalípticas consecuencias de aquel periodo. La peste negra, cuyo origen se atribuyó a la llegada desde oriente de un navío genovés, provocó una mortandad hasta entonces inédita, la primera et grande pestilencia, como la denominó Alfonso XI en su Crónica. La epidemia afectó en primer lugar a las Baleares, desde donde se propagó a la costa mediterránea de la Corona de Aragón. Continuó desde allí su avance hasta el resto de la península. En Mallorca se calculó una mortandad de 5% en Palma y más del 20% de los habitantes del medio rural. Existen también datos fiables del descenso demográfico producido por la peste en otros territorios como Cataluña o Navarra. Un texto gallego de 1350, recoge que murieron en nuestra diócesis las dos terceras partes tanto de los clérigos como de los feligreses. Se produjeron años después, en todas partes nuevos brotes, las llamadas epidemias eco.


En la agricultura, se registraron a lo largo del siglo XIV muchos malos años, en los que se perdió la práctica totalidad de las cosechas. Fuentes eclesiásticas castellanas aluden a los malos años que pasaron entre 1331 y 1333 en diversos monasterios, donde llegó a faltar hasta el pan. Considerando que los monasterios eran en aquel tiempo un refugio seguro contra el hambre, cabe imaginar la situación desesperada que debió vivirse extramuros de los conventos y abadías. Otro testimonio catalán alude al año 1333 como el mal any primer. En una reseña de las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 se afirma que por los temporales muy ffuertes que ovo en dicho tiempo… se perdieron los ffrutos del pan e del vino e de las otras cosas donde avian a pagar las rrentas.


El tercer azote fueron las guerras y la violencia en general. Creció especialmente el nivel de agresividad de los poderosos, a quienes Salustiano Moreta califica de malhechores feudales. Como consecuencia de la crisis y de la escasez, muchos señores feudales se emplearon con saña para exprimir a las gentes del común. Todos los malos usos y los abusos de los señores sobre los campesinos que inconscientemente asociamos al conjunto del periodo medieval, se concentraron de forma especial en esta centuria. También el siglo XIV fue testigo de un incremento de las guerras internas de la cristiandad. La más célebre históricamente fue la de los Cien Años, que enfrentó a Francia e Inglaterra. En la península hubo también conflictos entre Castilla y Aragón, como la guerra de los dos Pedros. Pero sin duda, la más desoladora fue la que enfrentó en la Corona de Castilla entre los años 1366 y 1369, al rey Pedro I con su hermanastro bastardo Enrique de Trastámara. Datos de esas fechas en el valle del Tajo, afirman que los soldados del bando trastamarista robaron et quemaron et estruyeron algunos de los lugares del arzobispado de Toledo. Tampoco los del bando petrista eran unos angelitos. Otro testimonio de la época indica que numerosos lugares dependientes del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla fueron estruidos e robados e quemados por los soldados.

No conviene olvidar tampoco el cisma que enfrentó a dos grandes facciones de la Iglesia, y de paso, a diferentes naciones europeas entre sí. También en este siglo se agudizaron los conflictos entre cristianos y judíos, produciéndose en muchas ciudades, motines, saqueos y matanzas.


Pestes, hambrunas y guerras tuvieron efectos desastrosos, sobre todo en el medio rural. El declive demográfico se tradujo en el abandono de muchos campos de labranza que quedaron desiertos e incultos. En Cataluña se empleó la expresión masos rònecs para referirse a esos campos abandonados. Subieron los precios de forma vertiginosa. La escasez de mano de obra se tradujo también en un notable incremento de los salarios. Inflación, que diríamos actualmente, aunque en épocas pasadas como ésta a que nos referimos, resulta más apropiado emplear el término carestía.

No todo sin embargo, fueron miserias. La Corona de Aragón prosiguió su expansión mediterránea y el comercio fue floreciente, sobre todo en el sector textil. Se hicieron famosos los llamados paños negros, que procedentes de Perpiñán, se comercializaban a través de Barcelona. De Oriente y Berbería, a través de la ruta sahariana, llegaban a la costa peninsular especias, pieles y esclavos, convirtiéndose Barcelona en la terminal que abastecía de esa vergonzante mercancía humana al resto de Europa.

En Castilla floreció la ganadería lanar. La institución de la Mesta alcanzó su máximo apogeo. Los campos abandonados al cultivo, se convirtieron en pasto para el ganado. Se calcula que al comienzo del siglo XIV la cabaña de ovino no superaría el millón y medio de cabezas, cifra que creció hasta sobrepasar los tres millones al final de la centuria. Paralelamente, la Guerra de los Cien Años favoreció la exportación de lana castellana, pues en Flandes solían importar la lana inglesa, y por causa de la guerra los flamencos comenzaron a abastecerse de lana castellana.


No conviene concluir una breve reseña del siglo XIV peninsular, sin hacer siquiera una breve referencia al reino nazarí de Granada. Los monarcas nazaríes eran tributarios de Castilla, y surtían además a los castellanos de muchos artículos procedentes de oriente y del norte de África, que llegaban a Granada a través de su amplia fachada marítima que incluía la actuales provincias de Almería, Gramada y Málaga. A diferencia de los reinos cristianos, diezmados por la peste, el de Granada era un territorio superpoblado, pues había acogido a muchos mudéjares empujados por los avances cristianos de Castilla y de Aragón. Al parecer, allí la peste hizo menos estragos o llegó con menor virulencia, acaso debido a la frontera que se estableció con los reinos cristianos mediante una red de fortificaciones, o a la orografía de la cordillera Bética. La economía nazarí se basaba en la agricultura y en la industria de la seda. Granada tenía importantes vínculos con los benimerines norteafricanos. También se establecieron en las ciudades y los puertos nazaríes, comerciantes y hombres de negocios genoveses.

Las preguntas no son nunca indiscretas. Las respuestas, a veces, sí. Oscar Wilde.


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