Ángel Ganivet García fue
un granadino nacido en 1865. Quedó huérfano de padre a los nueve años, y medio
cojo a los diez tras sufrir un accidente. Inició los estudios con algún
retraso, pero con tanto aprovechamiento, que en diez años, entre 1880 y 1890,
cursó el bachillerato y se licenció en filosofía y en derecho, todo ello con
excelentes calificaciones. Se doctoró en Madrid, y ganó luego la oposición a
bibliotecario del Ministerio de Fomento. Asistió durante aquel tiempo al Ateneo
y a las principales tertulias literarias de la capital. Entabló amistad con
Miguel de Unamuno y con Navarro Ledesma. En 1892 se unió a Amelia Roldán, con
la que tuvo dos hijos, aunque nunca llegaron a formalizar su relación. Ese
mismo año, fue nombrado vicecónsul en Amberes, comenzando así su carrera
diplomática y sus viajes europeos. Dotado de singular inteligencia, Ganivet
consiguió dominar en poco espacio de tiempo varios idiomas, alemán, sueco,
ruso, italiano y francés, y careciendo de conocimientos musicales previos,
aprendió a tocar el piano, convirtiéndose en un concertista notable.
Queda fuera de toda duda la altura intelectual del personaje que en 1895, fue ascendido a cónsul y destinado a Helsinki, que entonces se llamaba Helsingfors. Allí le acompañaron sus dos hermanas. Su relación con Amelia se deterioró. Tuvo relaciones con la pintora Hanna Rönnberg, y con su profesora de sueco, la rusa Masha Diakovsky, una joven viuda pelirroja y apasionada, por la que el cónsul español literalmente enloqueció de amor. Por el contenido de algunos versos que Ganivet dedicó a su amante, escritos en español y en francés, se deduce que entre ellos existió una relación sadomasoquista. Aquella fue quizá la etapa de mayor producción del autor, que además de poesía, escribió ensayos de elevado contenido filosófico, y varias piezas teatrales. Fue destinado a Riga en 1898, donde a su inestable situación emocional, se unió el disgusto por las tristes noticias que le llegaban de España, perdidas las últimas colonias y degradada la nación en el ámbito internacional.
Para colmo de males, enfermó de sífilis, lo que le provocó una parálisis progresiva y cierto grado de demencia. Abandonado por su mujer y por su amante rusa, cayó en una profunda depresión, y acabó suicidándose en un segundo intento, arrojándose al río Dvina. Finalizaba el mes de noviembre de 1898. Tenía sólo 33 años. Sus restos, descubiertos en Riga por el periodista Enrique Domínguez Rodiño, fueron repatriados a España, a Granada, en 1925, tributándosele en el multitudinario entierro, un gran homenaje popular.
Ganivet
es considerado por muchos críticos, precursor de la generación del 98. Su obra
de ensayo le acerca intelectualmente al Regeneracionismo de un Joaquín Costa.
Su Idearium español, ocupa un puesto
de honor en el pensamiento español moderno. Un filósofo tan importante como
Ortega y Gasset, considera el Idearium
de Ganivet algo así como su libro de cabecera. Algo más crítico con Ganivet se
muestra Manuel Azaña, aun reconociendo su importante aportación al pensamiento
contemporáneo.
En su obra destacan además títulos de lo más dispar, como los ensayos La España filosófica contemporánea y Porvenir de España, el drama El escultor de su alma, las novelas La conquista del reino Maya por el último conquistador Pío Cid y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, o las narraciones breves Granada la bella, Cartas finlandesas y Hombres del norte. Precisamente es esta última la que nuestra biblioteca Bigotini quiere poner a sus lectores al alcance de un clic. Hágase sobre el enlace de aquí abajo.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Hombres+del+norte.pdf
Hay que reconocer que yéndose Dulcinea, nos quedamos sin Don Quijote. Ángel Ganivet.
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