A
Jaime II sucedió en el trono aragonés Alfonso IV. Durante su reinado de nueve
años (1327-1336) tuvo lugar en Cerdeña la revuelta de Sasser (1329), instigada
por la República de Génova. Los genoveses competían en ese tiempo con Aragón
por el dominio comercial en el Mediterráneo. No llegó a declararse formalmente
una guerra, pero se produjeron frecuentes enfrentamientos. Una de las
consecuencias de aquellas diferencias pudo ser el retraso en la conquista de Granada.
En efecto, Alfonso IV había pactado con el rey castellano Alfonso XI, lanzar
una cruzada conjunta contra el reino nazarí, a la sazón un importante aliado
comercial de Génova. Finalmente la ofensiva no pudo llevarse a término, así que
Granada permaneció casi otros dos siglos como el último bastión peninsular del
Islam.
En
1336 accedió al trono Pedro IV,
conocido como el Ceremonioso y también como el del Punyalet, porque aparece en
varias representaciones con un puñal en la mano. Una tradición, probablemente
apócrifa, quiere que se hirió con el puñal al rasgar uno de los célebres
privilegios de la Unión. Privilegio que
tanta sangre ha costado, no se debe romper sino derramando sangre, es la
sentenciosa frase que se le atribuye. Durante el reinado del Ceremonioso
alcanzó la Corona de Aragón su mayor apogeo. Supo rodearse de eficaces y fieles
colaboradores como Bernat Cabrera o Francesc de Perellós. Incorporó en 1343 el
reino de Mallorca, que hasta entonces había sido autónomo, derrotando en Santa
Ponza a Jaime III, su último rey. Protagonizó también brillantes avances en el
Mediterráneo. Tras la muerte de su yerno Fadrique, Pedro IV se proclamó rey de
Sicilia, guerreando, esta vez sí, y derrotando a los genoveses. En 1379 añadió
a sus dominios los ducados de Atenas y Neopatria, con lo que consiguió la
hegemonía marítima y comercial en el Mediterráneo oriental. Bizancio, Siria y
Egipto se convirtieron allí en socios comerciales, lo mismo que muchos puertos
italianos o del norte de África en occidente.
En
política interior, el Ceremonioso se mostró intransigente con los privilegios
de la nobleza. Derrotó en Épila en 1348, a los nobles aragoneses que se le
oponían, y en Mislata ese mismo año, a una parte de la nobleza valenciana
levantisca. Favoreció sin embargo a los nobles y ricoshombres catalanes que, en
1359 constituyeron la Diputación General de Cataluña o Generalitat, institución
ya de carácter permanente que sustituyó a las Cortes y las Juntas, hasta
entonces de carácter transitorio.
En
cuanto a la política peninsular, las relaciones con Castilla se deterioraron
hasta el punto de desembocar en una guerra declarada, la Guerra de los dos
Pedros (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón), que puede considerarse en
parte como un apéndice regional de la Guerra de los Cien Años que enfrentó a
Francia e Inglaterra, aliándose Aragón con la primera y Castilla con la
segunda. La participación de Aragón fue decisiva para el cambio de dinastía en
Castilla, a cuyo trono accedió Enrique de Trastámara. Las tensiones se resolvieron
en 1375 con la firma de la paz de Almazán, por la que Aragón obtuvo parte del
reino de Murcia (la actual provincia de Alicante), y el derecho a repoblar en
parte los territorios de Albacete y Murcia, aunque no su soberanía.
Fallecido
el Ceremonioso en 1387, accedió al trono aragonés Juan I, que reinó hasta 1396.
Con él la hegemonía aragonesa comenzó a debilitarse. Hubo una importante crisis
financiera que, con origen en Génova, afectó a toda Europa. Se produjeron
nuevos conflictos en Cerdeña y se perdieron los lejanos ducados de Atenas y
Neopatria. En 1388 tuvo lugar la primera revuelta de los payeses de remensa. La
mala situación financiera llevó a la creación en Barcelona de la Taula de
Canvi, una especie de banca municipal. Al morir Juan I sin descendencia, le
sucedió en 1396 su hermano Martín I el
Humano, que en 1409 venció a los genoveses en Sanluri. Falleció Martín en 1410,
también sin descendencia, con lo que se planteó en la Corona de Aragón el problema
sucesorio.
Genoveses son moros blancos. Mateo Alemán. El Guzmán de Alfarache.
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