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lunes, 15 de abril de 2019

JOHN DALTON Y EL DALTONISMO. VIVIR LA VIDA EN GRIS



John Dalton nació en la localidad inglesa de Eaglesfield, Cumberland, en 1766. Desde muy niño demostró un don especial para las matemáticas. No pudo ejercer la docencia en universidades inglesas, porque en esa época estaba prohibida a los disidentes religiosos, y Dalton procedía de una familia cuáquera. Ingresó como profesor en la Nueva Escuela de Manchester, centro que fue creado precisamente para quienes no profesaban la religión anglicana. Dalton fue uno de los más reputados científicos de su tiempo, destacando sus trabajos sobre la expansión térmica de los gases, sobre la presión de vapor, y sobre todo por su teoría atómica que, aunque todavía incipiente, sentó las bases de los estudios posteriores en esa materia. Acuñó también el concepto de peso atómico.
Pero por lo que es más conocido es por ser el padre del daltonismo, afección que él mismo padeció y describió en su obra Hechos extraordinarios relacionados con la visión de los colores. Fue paciente de la forma más severa de daltonismo, como se ha comprobado recientemente tras el análisis genético de sus ojos, que con una premonición admirable, encargó que fueran conservados después de su muerte.


La dificultad para percibir los colores es un defecto hereditario causado por un gen recesivo ligado al cromosoma sexual X. Si un varón hereda un solo cromosoma X anómalo de cualquiera de sus progenitores, padecerá el defecto; mientras que las mujeres, que tienen dos cromosomas X, sólo lo padecerán si heredan ambos cromosomas dañados, uno de cada progenitor. Por este motivo la afección es mucho más común (tres veces más) en varones. La presenta un 1,5% de la población masculina mundial, frente al 0,5% de la población femenina.


En nuestra retina existen dos estirpes celulares: los bastones y los conos, llamados así naturalmente por sus formas peculiares. Los bastones son una especie de sensores lumínicos encargados de distinguir la claridad y la oscuridad. Los conos, por su parte, son los responsables de la diferenciación de los colores. A la acción conjunta de ambos tipos de células especializadas debemos nuestra capacidad de distinguir una extraordinaria variedad de matices y tonalidades de color que abarca la totalidad del espectro visible en que se refracta la luz al atravesar un prisma, desde el rojo, de elevada longitud de onda, hasta el violeta que tiene la longitud de onda más baja. Por supuesto, nuestros ojos son incapaces de percibir sin ayuda de instrumentos ópticos sofisticados, lo que se sitúa más allá del violeta, es decir la zona ultravioleta del espectro, así como lo que queda por delante del rojo, es decir, la radiación lumínica infrarroja.

A menudo (incluso entre los profesionales sanitarios) tienden a confundirse los conceptos de discromatopsia y daltonismo. La discromatopsia o anomalía en la visión de los colores, es la afección más frecuentemente detectada, y en la mayor parte de los casos (el 99%), la disfunción afecta exclusivamente a la percepción de los colores rojo y verde. El defecto se halla en los conos retinianos que, incapaces de distinguir estos dos colores, son “neurotraducidos” y posteriormente interpretados erróneamente como una mezcla de color grisáceo. El daltonismo es muy poco común, y consiste en una verdadera acromatopsia o ceguera para los colores. Quienes padecen daltonismo viven en un mundo permanentemente gris, sin un ápice de color. Una vida en blanco y negro.

Para quienes sufren daltonismo o discromatopsia los semáforos podrían resultar un problema. Por eso desde que en 1914 se instaló el primero en la ciudad de Cleveland, se aprobó la convención de que el color rojo de prohibición se situara siempre arriba, mientras el verde ocupa la parte inferior de la señal. En algunos casos en los que no es posible la disposición vertical, se admite también el lado izquierdo para el rojo y el derecho para el verde.

¿Esa copia es tuya, o es una impresión mía?   Una fotocopiadora a otra.



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