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sábado, 20 de diciembre de 2025

EL CABALLERO ZIFAR. ¿LA PRIMERA NOVELA DE CABALLERÍAS?

 


Es lícito suponer que aún con las muchas limitaciones de aquel tiempo, las gentes bajomedievales y protorrenacentistas, no sólo los nobles o los clérigos, sino también la cada vez más asentada burguesía de las ciudades, vieron abrirse los estrechos horizontes de los siglos medios, llegando innovaciones y novedades del resto de Europa, sobre todo a través del Camino de Santiago, como se ha dicho, verdadero eje vertebral de las comunicaciones de la época. Juglares y juglaresas (ya pocos críticos dudan de su trabajo conjunto), recorrerían los caminos y actuarían en los tablados de las plazas, además de en las salas de los señores. A sus públicos, cada vez más numerosos e informados, probablemente los relatos de aventuras les agradarían más que otros géneros más cultos. Parece verosímil que a las honradas gentes de aquel tiempo les emocionaran aventuras de ficción como las que aparecen en el Libro del cavallero Zifar, al que podemos considerar el primer relato extenso de ficción de la prosa española.


Su origen podría situarse entre la segunda mitad del siglo XIII y el principio del XIV. Y en cuanto a su autoría, hay que considerarla anónima hasta que no se aporten pruebas sólidas en contrario. En un cuento del prólogo aparece un clérigo toledano de nombre Ferrand Martínez, a quien algunos especialistas han considerado posible autor por la forma en la que habla de sí mismo, si bien, como es frecuente en estos casos, bien pudiera tratarse de un simple copista.

El Zifar presenta algunos rasgos primitivos de las posteriores novelas de caballerías, y de él existen dos manuscritos, el que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, del siglo XIV, llamado códice M (por Madrid), y el llamado códice P, de 1464, también conocido como manuscrito de París, pues se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia, y está bellamente iluminado. Hay además dos ejemplares incunables impresos en Sevilla con tipos móviles, ya en 1512.


Comienza el relato bajo la falsa apariencia de una hagiografía, la vida de san Eustaquio, a quien en nuestro suelo se llamó Plácidas, para derivar enseguida hacia las aventuras del caballero Zifar, que comienza con una desgraciada separación familiar, para reencontrarse luego y ser proclamado Zifar rey de Mentón. Su hijo, Roboán, que recibe enseñanzas de Zifar y continúa su trayectoria, llegará a ser coronado emperador.

En el Zifar se dan cita lo didáctico, lo épico y lo caballeresco. En su comienzo, un tal Ferrand Martínez asegura haber traducido el manuscrito de la lengua caldea, que en su tiempo se asimilaba al árabe, de ahí que muchos nombres de los personajes tengan un regusto árabe, como lo tienen ciertos motivos estilísticos, por ejemplo, la inserción de más de veinte exempla o cuentos moralizantes, muy del estilo de la literatura sapiencial oriental. El recurso de la traducción, del que ya hemos hablado en otros artículos, sirve al propósito de narrar sucesos y aventuras acaso poco creíbles, escudándose el autor en que se limita a traducir lo escrito por el historiador arábigo. Por otra parte, el hecho de que ese Ferrand Martínez se declare traductor, alimenta la teoría de que fuera el autor del libro.


Las influencias que pueden hallarse en el Zifar son muchas y muy variadas, desde la citada literatura sapiencial que alcanzó su mayor apogeo en el taller literario alfonsí de Toledo, hasta los relatos épicos de la materia de Bretaña o el ciclo carolingio, pasando por las Flores de Philosophía, colección de sentencias árabes provenientes de sabios griegos, las Mil y una noches, el Calila e Dimna o el Sendebar. Se encuentran también rasgos de la novela bizantina, parecidos a los del Libro de Apolonio, del que ya hemos escrito. Entre las fuentes más occidentales estarían los referidos cantares de gesta,  o el roman courtois de María de Francia y Chrétien de Troyes. También de las novelas del ciclo artúrico, y en la literatura peninsular, los Milagros de Nuestra Señora de Berceo y las Cantigas de Alfonso X.

Quienes acaben de leer estas líneas podrían preguntarse legítimamente si el Libro del cavallero Zifar es un refrito. Yo mismo, que también me lo pregunto, encuentro lo más parecido a una respuesta en la reflexión que hace sobre la obra Francisco Rico:

Últimamente ha sonado a anatema el juicio de Menéndez Pelayo sobre El caballero Zifar: “la composición de ésta novela es extrañísima, y son tantos y tan heterogéneos los materiales que en ella entraron, no fundidos, sino yuxtapuestos, que puede considerarse como un spécimen de todos los géneros de ficción y aún de literatura doctrinal que hasta entonces se habían ensayado en Europa”. Desde luego, el dictamen debe matizarse a más de un propósito, pero cuando menos habrá que conceder que las apreciaciones antiguas de la obra casan mejor con la opinión de don Marcelino que con la copiosa bibliografía reciente sobre la perfecta consonancia entre el todo y las partes del Zifar.


Así que efectivamente, a Rico le parece el Zifar un refrito. No osaré yo contradecir al gran filólogo e historiador. Cabe concluir, sin embargo, que se trata de un refrito muy entretenido y hasta por momentos divertido. No cabe duda de que quienes en su tiempo de vigencia literaria, los siglos XIV y XV, y hasta bien entrado el XVI, quienes lo leyeran, digo, o lo escucharan leer o recitar, encontrarían muy de su gusto las aventuras del buen caballero. Por no faltarle al libro, no le falta ni siquiera el humor. Para que lo comprobéis por vosotros mismos, os dejo el enlace con su versión digital: 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=zifar.pdf

Dice el cuento que el caballero Zifar y la buena dueña su mujer vendieron aquello poco que habían y compraron dos palafrenes en que fuesen, y unas casas que habían, hicieron de ellas un hospital y dejaron toda su ropa en que yoguiesen los pobres, y fuéronse.


martes, 16 de diciembre de 2025

SIERRA CIRCULAR DE MESA. EL MORDISCO DEL TIBURÓN

 

Las sierras circulares de mesa utilizadas habitualmente en obras de construcción, son máquinas compuestas por una mesa fija con una ranura por la que se introduce una sierra circular que funciona a motor. Se trata de máquinas de probada peligrosidad que, si son utilizadas de manera indebida, por personas no autorizadas o no expertas, o si se elimina alguna de las medidas de seguridad de las que están dotadas, constituyen un elemento de riesgo extraordinario. Una mesa de sierra en malas condiciones equivale a tener en la obra un tiburón o un cocodrilo, capaz de dañar gravemente a los trabajadores, causándoles heridas severas e incluso amputaciones, como lamentablemente ha demostrado la experiencia.

Desde nuestro blog, siempre vigilante en materia de prevención de riesgos, os ofrecemos un resumen de los riesgos más comunes de estos equipos, y las medidas preventivas y protecciones a adoptar.


Riesgos más frecuentes:

 

Cortes.

Abrasiones.

Golpes por objetos y por elementos móviles.

Electrocución, contactos eléctricos directos e indirectos, derivados de: trabajos con tensión, mal funcionamiento de los sistemas de protección, mal comportamiento de la toma de tierra…

Exposición a polvo ambiental.

Exposición a ruido.

Atrapamientos durante las operaciones de manejo y mantenimiento.

Emisión de material particulado.

 

Medidas preventivas:

 

Se seguirán en todo momento las indicaciones del fabricante, que deberán estar a disposición del usuario.

Se mantendrá bien limpia la zona de trabajo.

Las mesas de corte no se ubicarán jamás a una distancia menor de 3 m. de los bordes de los forjados. Se colocarán sobre superficies estables, niveladas y limpias, lejos de zanjas, escalones y desniveles de cualquier clase.

La situación de la máquina se señalizará mediante cuerda de banderolas, señal de peligro, y un rótulo con la leyenda: ‘PROHIBIDO UTILIZAR A PERSONAS NO AUTORIZADAS’.

Los elementos de corte quedarán protegidos por la carcasa.

Las operaciones de limpieza manual se efectuarán previa desconexión de la red eléctrica.

Si en la obra existe grúa, la mesa de sierra no se situará en las zonas batidas por las cargas suspendidas.

La ropa de trabajo será ajustada (puños ajustables). Está prohibido llevar cadenas, ropas sueltas, o cualquier elemento que pueda engancharse.

No debe moverse el equipo mientras el motor permanezca en marcha, ni abandonarlo al finalizar el trabajo sin haber desconectado.

Para manejar piezas cortas o pequeñas, debe utilizarse el empujador.

Si la máquina se detiene inesperadamente, retírese de ella y avise para que sea reparada. Desconecte el enchufe y no intente realizar ajustes o reparaciones.

Antes de iniciar el corte, con la máquina desconectada, gire el disco a mano. Examínelo. Haga que lo sustituyan si está fisurado, rajado, o le falta algún diente.

Extraiga previamente todos los clavos o partes metálicas introducidas en la madera que se disponga a cortar.

Efectúe el corte a ser posible a la intemperie, y siempre protegido con mascarilla de filtro mecánico recambiable.

Efectúe el corte a sotavento. El viento alejará las partículas perniciosas. Pero procure no lanzarlas sobre otras personas. También pueden respirarlas y sufrir daños.


Equipos de protección individual:

 

Protección respiratoria, ocular y auditiva.

Guantes.

Calzado de seguridad.

Casco.

 

Imprescindible:

 

Con tiempo lluvioso no realizar trabajos en el exterior.

El interruptor será de tipo embutido, y estará alejado de las correas.

La instalación de obra será realizada por técnico responsable y mantenida por personal competente.

Se nivelará correctamente la máquina.

Jamás se prescindirá de las protecciones fijas de correas y piñón de ataque a corona.

No eliminar la carcasa protectora del disco.

Es obligatorio el uso de gafas, y en función del tiempo de exposición, el de protectores auditivos.

Empujar las piezas con empujador. Si la pieza lo permite, se puede empujar con las dos manos. Nunca con los dedos pulgares extendidos.

 

Para terminar, aquí tenéis otro ejemplar de la colección Postales Preventivas, que de forma genérica, recuerda las obligaciones preventivas en materia de máquinas y equipos de trabajo. No olvidéis nunca que la seguridad es lo primero. En un accidente nadie gana y todos perdemos. El tiburón está siempre al acecho. No dejes que te arranque el brazo de una dentellada.

 

El difunto al que hoy despedimos era un hombre recto, un ciudadano ejemplar y un ardiente patriota, pero al parecer poseía una información muy limitada sobre las sierras circulares.

G. K. Chesterton.


sábado, 13 de diciembre de 2025

LA RELATIVIDAD ANTES DE EINSTEIN Y LAS REGLAS NATURALES

 


Siguiendo el razonamiento de Jorge Bolívar en su obra de divulgación El día que descubrimos el universo, Ed. Guadalmazán. Córdoba, 2015, la naturaleza tiene estructura, y esa estructura se basa en el mantenimiento de magnitudes estables que se relacionan entre ellas y condicionan el funcionamiento del universo. Un cambio en cualquier magnitud provoca desviaciones en cascada en tales reacciones, y si el cambio es muy importante, altera por completo los procesos naturales que conocemos. La estructura global se desharía igual que un andamio se desploma si quitamos un tornillo aquí y un travesaño allá. Esta afirmación puede parecer premonitoria de una sucesión de catástrofes, pero la buena noticia es que gracias a la necesidad de unas magnitudes muy estables y definidas, las leyes naturales deben ser simples. No puede haber un rango muy amplio de resultados para cada magnitud clave. En otras palabras, por ejemplo, las masas del Sol y de la Tierra deben mantenerse en unos niveles determinados, porque con masas muy diferentes, dejarían de orbitar la una en torno al otro de la forma que conocemos. Variaciones más pequeñas acabarán teniendo consecuencias con el tiempo, pero si nos salimos de unos valores bastante precisos, el equilibrio natural es imposible.

Visto a escala cósmica, la estabilidad del universo depende de que sus leyes se cumplan de forma exacta y en cualquier momento. Es lo que se llama Principio de Covarianza, así en mayúsculas, para resaltar su importancia. Este principio nos asegura que la naturaleza obedece a las mismas leyes en cualquier marco de referencia. Así que si realizamos un experimento a, por ejemplo, velocidades diferentes, obtendríamos resultados equivalentes tanto si la velocidad es alta como si es baja. Ahora bien, esos resultados serán equivalentes, lo que no impedirá que sean distintos en un caso y en el otro. Es como si la tasa de cambio entre el euro y el dólar fuera siempre constante. Conociendo el precio de una cosa en una de las dos monedas, podríamos deducir el precio en la otra moneda. Podemos realizar un experimento a velocidad lenta, y deducir con exactitud el resultado a velocidad rápida, sin necesidad de repetirlo.


La relatividad, un concepto que revolucionó la física desde que Albert Einstein lo enunció en 1905, se atiene también a ese Principio de Covarianza. Y, aunque hasta el siglo XX no se le dio ese nombre, sus orígenes científicos y filosóficos se remontan a algunos siglos atrás. Galileo fue el primero en establecer unas transformaciones de coordenadas. Para explicarlas utilizó un ejemplo muy sencillo: un barco se mueve a una velocidad de dos metros por segundo en un mar en calma. En lo alto del mástil hay una pelota que cae verticalmente, y tarda un segundo en llegar a la cubierta del barco. Si estamos viajando en el barco, la pelota ha caído verticalmente desde lo alto del mástil al pie del mástil, sin desplazarse lo más mínimo. Ahora bien, un observador sentado en el muelle mirando al barco, verá que la pelota ha caído dos metros hacia delante en la dirección que sigue el barco, puesto que el barco se ha movido dos metros durante el segundo que tarda en caer la pelota. El observador vería que la pelota no cae verticalmente, sino describiendo una parábola, tal como aparece en la ilustración de aquí abajo:


¿Quién está en lo cierto, el tripulante del barco o el observador del muelle? Galileo tuvo la intuición de concluir que ambos. El secreto no está en que las leyes naturales sean diferentes para el hombre del muelle y el del barco, sino en que el movimiento es relativo. En el sistema de coordenadas del barco, el balón cae en vertical, y en el sistema de coordenadas de tierra firme, describe una parábola. La covarianza se cumple, las leyes naturales funcionan, y Galileo y Einstein eran dos verdaderos genios.

Si queréis los mayores elogios, moríos. Jardiel Poncela.


martes, 9 de diciembre de 2025

DAN GORDON, EL ANIMADOR DESANIMADO

 


Daniel Campbell Gordon, a quien se conoce en el mundo del cómic como Dan Gordon, fue un estadounidense nacido en 1902. Se desconocen su infancia, sus orígenes familiares, su formación, y el resto de detalles de su vida, hasta que en los primeros años treinta le encontramos trabajando como guionista en los estudios de animación de Van Beuren en Nueva York. Es lícito suponer que allí se iniciaría también en el dibujo. En 1936 dirigía los cortos animados de la casa, pero ese mismo año los estudios Van Beuren quebraron y tuvieron que echar el cierre. Gordon y varios de sus colaboradores, ficharon entonces en la Terrytoons de Paul Terry, donde conoció a su compañero y amigo Joe Barbera. Ambos pasaron a California para trabajar en la MGM, pero Dan Gordon, siempre inquieto y acaso un tanto inestable, se despidió en 1937 de la firma del león, para volver al Este y colaborar con los estudios Fleischer en dos de los primeros largometrajes animados, Los viajes de Gulliver y Supermán, de 1939 y 1941. Cuando la Paramount compró los estudios Fleischer, rebautizándolos como Famous Studios, Gordon permaneció en Miami dirigiendo los cortos de Popeye hasta 1944, fecha en la que fue despedido probablemente a causa de sus problemas con el alcohol.

Gordon tenía una personalidad inestable y un carácter difícil. Sufría frecuentes cambios de humor y una acusada tendencia a la depresión. Durante la década de los cuarenta fue dando tumbos y residiendo en diferentes lugares. Abandonó temporalmente la animación para dedicarse a dibujar y guionizar cómics, algo que vivió como una especie de degradación. Aquella fue sin embargo una época importante desde el punto de vista artístico. Firmando sus páginas como Dan Gordon y otras veces como DanG, dio a la luz historietas cómicas muy notables como la serie Superkatt, que dibujó para Giggle Comics, y las divertidas peripecias de Blunder Bunny o Cookie O’Toole, un adolescente alocado que fue seguramente su personaje más conseguido. Paradójicamente, y contra su propia opinión, esa fue la etapa más creativa y genial de Gordon. Los tebeos que dibujaba se vendieron muy bien y le proporcionaron al fin dinero y prestigio durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta.

Pero a Dan Gordon lo que de verdad le gustaba era la animación. Regresó a ella en 1957 de la mano de su amigo Joe Barbera. Barbera, junto a su socio William Hanna, dirigía los estudios Hanna-Barbera, que producían a destajo cortos animados para la televisión. Los cortos de siete minutos comenzaban a cansar al público, y la televisión les lanzó el reto de producir series costumbristas de media hora para competir en las mañanas de los sábados con las muy numerosas de actores reales que en ese tiempo causaban sensación. Barbera se acordó entonces de su amigo Dan Gordon, y le llamó para dibujar los personajes prototipo y hacer los guiones gráficos de Los Picapiedra. Joe Barbera confesó en una entrevista que Gordon había sido el auténtico creador de los personajes y del particular humor de la serie. Nuestro hombre colaboró después en otras series de Hanna-Barbera, como Los Supersónicos y los mediometrajes del oso Yogi. Siguió trabajando para la firma hasta su muerte en 1970, cuando contaba 68 años. Fue sin duda, uno de los grandes del género.

Para honrar su memoria os ofrecemos un puñado de sus páginas y algún dibujo original.

















sábado, 6 de diciembre de 2025

KATHLEEN TURNER, LA ESTRELLA DE LOS OCHENTA

 



Khatleen Turner se inició como actriz en los escenarios teatrales y los platós televisivos. Sus comienzos en el cine fueron tímidos hasta que protagonizó junto a Steve Martin la comedia El hombre con dos cerebros. A partir de entonces se hizo un hueco en las carteleras, y continuó agrandando su prestigio en la industria con varias comedias a las órdenes de Robert Zemekis. Khatleen se convirtió en la estrella de los ochenta actuando junto a Michael Douglas en las comedias de aventuras Tras el corazón verde y La joya del Nilo.

El éxito de la estrella apenas sobrevivió a la década. La Khatleen Turner madura abandonó la interpretación y prefirió dedicarse a la producción y a otras tareas ejecutivas, así que en la retina de los espectadores pervive siempre una Khatleen joven y hermosa. Bajo la batuta de Francis Ford Coppola, fue la inolvidable Peggy Sue en Peggy Sue se casó, una comedia fantástica de 1986 en la que encarnó las dos edades de la protagonista, que regresa mágicamente a la adolescencia del instituto desde la madurez. Precisamente es la película de la que os ofrecemos visionar el tráiler haciendo clic en el enlace. Sueños de juventud y de buen cine. 

Kathleen Turner. Trailer de Peggy Sue se casó. 1986. Coppola

https://www.youtube.com/watch?v=VztJTKkUrqY

Próxima entrega: Francis Ford Coppola


martes, 2 de diciembre de 2025

REYES HOLGAZANES Y MAYORDOMOS DILIGENTES

 


Los hijos y demás descendientes de Clodoveo, el primer rey francés, no heredaron su espíritu emprendedor. Con acaso la única excepción de Clotario, uno de sus nietos, el resto de los reyes merovingios se dieron a la molicie. Fueron víctimas de los placeres de la mesa y de la alcoba. Hodgkin, un historiador inglés que los ha investigado a fondo, asegura que los sucesivos miembros de la dinastía tuvieron una media de vida de veintisiete años, sólo uno llegó a los cincuenta, y cada uno reinó un promedio de escasos cinco años. Vivían rodeados de lujos y de concubinas, y se desplazaban sólo cuando era absolutamente imprescindible, en lentos carros tirados por bueyes. Se ganaron a pulso el sobrenombre de reyes holgazanes. No ejercieron el poder, se limitaron a ser una institución simbólica, dejando el gobierno y la toma de decisiones en manos de los llamados mayordomos de palacio, cargo común entre otras naciones góticas como ostrogodos o longobardos, pero que sólo en el caso de los merovingios adquirió el status de completo dominio.


En 622 el rey Dagoberto designó mayordomo de palacio a Pipino, un noble perteneciente a una rica familia austrasiana. Pipino era listo y valeroso. Con él en el poder, su cargo de mayordomo adquirió también  carácter hereditario. Cuando murió, le sucedió su hijo Grimoaldo. Esta dinastía se llamó de los pipínidas por su fundador y porque varios de sus miembros llevaron también el nombre de Pipino. Precisamente el hijo de Pipino de Heristal y de una concubina llamada Alpaida, estaba destinado a entrar en la Historia con letras de molde. Cuando nació, la comadrona lo mostró al padre exclamando ¡es un varón!, karl en el idioma franco, así que el orgulloso Pipino decidió llamarle Karl. La Historia le conocería como Carlos Martel, el martillo, por su fuerza hercúlea y por ser martillo de herejes. Carlos Martel derrotó a las tropas islámicas de Abderramán hacia 732 en la decisiva batalla de Poitiers, al sur del Loira. De haber sido contrario el resultado, la Historia de Europa habría sido muy distinta.



Carlos Martel contribuyó a la evangelización de los germanos, separó la Iglesia del Estado, y ordenó que los diezmos y demás impuestos se pagaran a este y no a aquella, por lo que se ganó una merecida excomunión, ya que los obispos y prelados de aquel tiempo eran de gatillo fácil con eso de las excomuniones. El arzobispo Hincmar cuenta que san Euquerio hizo un viaje a ultratumba y allí encontró a Carlos Martel abrasándose en el infierno. Parece que el buen arzobispo no era un hagiógrafo muy riguroso, porque ignoró el pequeño detalle de que san Euquerio había muerto tres años antes que Carlos.

Aquel extraordinario mayordomo dejó dos hijos, Carlomán y Pipino, a quien apodaban el Breve por su baja estatura. En 746 Carlomán se retiró a un convento, así que todo el poder quedó en manos de Pipino el Breve, aunque oficialmente pertenecía al rey holgazán de turno que entonces era Childerico III. Se cuenta que Pipino envió al papa Zacarías un mensaje con la siguiente pregunta: ¿Quién es rey, quien posee el título pero no ejerce el poder, o quien ejerce el poder pero no posee el título? Dice la leyenda que el pontífice contestó: Rey es aquel que manda. Unos días después, Pipino fue coronado rey de los francos por Bonifacio, obispo de Soissons. Childerico, el último holgazán, fue rapado y confinado en un monasterio hasta su muerte. Pipino el Breve inauguró la dinastía carolingia, así llamada por su auténtico fundador, Carlos Martel, y porque más tarde iba a contar entre sus hijos ilustres con otro Carlos notable. Nada menos que Carlos el Grande o Carlomagno en bajo latín.

-¿Sabes?, He comprado un auto de esos que se conducen solos.

-¿Si? ¡Qué bien! ¿Dónde lo tienes?

-¡Y yo qué sé!


viernes, 28 de noviembre de 2025

RAMÓN LLULL, EL DOCTOR ILUMINADO

 


Si hablamos de Cataluña y hablamos de literatura, no podemos dejar de referirnos a Ramón Llull. Personaje poliédrico y polifacético, sabio renacentista mucho antes del Renacimiento, Ramón Llull fue ante todo un filósofo y un misionero, lo que no obsta para que también ocupe un lugar preferente en la literatura, y muy especialmente en la literatura en lengua catalana, a quien podemos considerar el auténtico creador del romance catalán, que en su obra en prosa alcanza su mayor dignidad literaria, del mismo modo que su contemporáneo Alfonso X, lo es del romance literario castellano.

Mallorquín, nacido en 1233, Ramón era hijo de un caballero barcelonés que participó en la conquista de la isla. El joven Llull fue cortesano de Jaime II, rey de Mallorca, lo que justifica la faceta cortés y trovadoresca, sobre todo de su obra en verso. Cumplidos los treinta años, experimentó una fuerte crisis religiosa que le apartó de la vida cortesana, para entregarse al estudio, la meditación y la contemplación. Su ideal fue desde entonces, convertir al cristianismo a todos los paganos que se pusieran por delante. Contagiado de un franciscanismo encendido y místico, anheló siempre sufrir martirio mientras predicaba la palabra de Dios, objetivo que al parecer pudo cumplir en Túnez, donde se pierde su rastro en 1315, fecha a partir de la cual ya no se tienen noticias suyas.


Para llevar a cabo su tarea divulgadora del cristianismo, Llull, además del latín, que emplea en sus escritos filosóficos, aprendió la lengua árabe. Pero éstas dos lenguas, que estudió ya en la edad adulta, no son vehículo apropiado para dar rienda suelta a su mística y a su sentido estético, de manera que la mayor parte de sus casi doscientas cincuenta obras conocidas, las escribió en lengua vulgar. En su producción poética y rimada utilizó el provenzal, que le era familiar por su pasado cortesano, y en su obra en prosa utilizó el catalán, un catalán por completo exento de provenzalismos, que por lo tanto, puede considerarse puro y canónico, de perfecta sintaxis y léxico extraordinariamente rico. En su Libre de contemplació, resume Llull su mística y su ascética. Es notable también su Libre d’Amich e Amat, el Libro del amigo (el creyente) y el amado (Dios), verdadera joya de la mística cristiana con probable influencia del sufismo musulmán, de la lírica trovadoresca y del Cantar de los cantares bíblico. Semejante mezcla da como resultado una prosa amorosa que en castellano no hallará continuador hasta Garcilaso, y una mística que no se superará hasta San Juan de la Cruz.


Dos obras de carácter alegórico y didáctico acreditan a Ramón Llull como el doctor Iluminado, apelativo que se ganó en vida y perduró tras su desaparición: el Blanquerna, escrito hacia 1283-85, y el Fèlix o Libre des meravelles, de 1289. Blanquerna es un personaje simbólico, un ejemplo de cristiano que sucesivamente evoluciona de seglar a religioso, obispo, papa y ermitaño, completando así lo que para Llull es el camino de perfección. Por el contrario, el Félix del Libro de las maravillas, es más que un protagonista, un observador, un viajero que recorre el mundo, admirando las maravillas de la creación y adquiriendo sabiduría. Tanto en el Libre des maravelles, como en otra de sus obras, Arbre de Sciència, Ramón Llull se revela como un sabio hermético convencido del valor didáctico de lo oculto, y muy próximo a los trovadores del trobar clus, que también defendían la poesía hermética. Hay en su obra pasajes tan significativos y por momentos tan desconcertantes como estos que tomo de Martín de Riquer y José María Valverde:


…Cuéntase que don Círculo, don Cuadrilátero y don Triángulo se encontraron en Calidad, que era su madre…

…Cuéntase que la aguja de un sastre engendró una hija que se llamaba Riqueza y las tijeras engendraron una hija que se llamaba Honra…

…Cuéntase que Paraíso se burló de Infierno porque era negro; pero Infierno se burló de Paraíso porque en él hay tan pocos hombres.

 

Bien a las claras se ve por estos breves ejemplos, que si Ramón Llull sufrió como parece, martirio a manos de infieles, de haber vivido unos siglos más tarde, lo hubiera sufrido a manos de inquisidores católicos, apostólicos y romanos.

También es de carácter alegórico y doctrinal el Libre de l’orde de cavallería, donde Llull narra el encuentro de un joven caballero y un sabio ermitaño, que le introduce en el verdadero significado de la orden de caballería, en un ambiente y una estructura narrativa que recuerdan vivamente a las novelas de Chretién de Troyes y otras de la materia de Bretaña sobre la Demanda del Santo Graal. No me resisto a reproducir aquí un breve párrafo de su primera parte que las feministas actuales encontrarán sexista y hasta ofensivo. Realmente, desde nuestra óptica actual lo es, y eso es innegable. Conviene sin embargo, valorar las obras antiguas y a sus autores en el contexto y el escenario histórico en que se desenvolvieron. Nadie olvide que esto se escribió en el siglo XIII:

El varón, en cuanto tiene más buen sentido y es más inteligente que las hembras, también puede ser mejor que las mujeres. Porque si no fuese tan poderoso para ser bueno como la mujer, seguiríase que bondad y fuerza de naturaleza serían contrarias a bondad de ánimo y buenas obras. Por donde, así como el hombre por su naturaleza, se halla en mejor disposición de tener noble valor y ser más bueno que la hembra; del mismo modo se halla también mejor preparado que la hembra para hacerse malo. Y esto es precisamente para que, por su mayor nobleza y valor, tenga mayor mérito, siendo bueno, que la mujer.

De nuestra biblioteca Bigotini extraemos la versión digital de su Libro del Orden de Caballería traducido al castellano. Hágase clic en el enlace: 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Libro+del+orden+de+caballer%C3%ADa.pdf

En aquella misma hora el caballero, que se hallaba haciendo penitencia en aquella selva, salió de su cabaña hacia la fuente, donde todos los días solía contemplar a Dios y menospreciar la vanidad de este mundo. Ramón Llull. Libro del Orden de Caballería.