El
señor con cara de loco que aparece en la foto, era José
Peñarroya, un castellonense de Forcall, nacido en 1910. Combatió
durante la guerra en el ejército republicano, detalle que al término de la contienda
le acarreó, como al resto de españoles en su situación, no pocas dificultades.
Tuvo que ganarse la vida como contable, hasta que su habilidad con el lápiz le
abrió las puertas de los Estudios Chamartín, donde se produjeron los primeros
cortos de animación en España. Comenzó a colaborar en Bruguera a partir de
1947, dibujando para las revistas Pulgarcito y DDT, por entonces las más
populares entre la chiquillería. En Bruguera formó Peñarroya un trío
irrepetible con Cifré y Escobar, quienes también merecen un lugar de honor en
nuestra Historia de la Historieta. Más que compañeros de trabajo, fueron los
tres verdaderos amigos. Compartieron un estudio alquilado, y pasaban los
domingos juntos en el campo buscando setas. En esta primera época con Bruguera
aparecieron sus personajes más recordados: Don
Pío, Gordito Relleno, Calixto o Don
Berrinche.
En
1957, descontentos con el trato de la editorial, Peñarroya, junto a los citados
Escobar y Cifré, y junto a Conti y Giner, que se les unieron, crearon una empresa
autogestionaria que editó la revista Tío Vivo. Como los derechos de sus historietas
pertenecían a Bruguera, Peñarroya tuvo que crear otras nuevas, entre las que
destacó La familia Pi, con
similitudes muy evidentes con la de Don
Pío.
A
pesar del éxito de Tío Vivo, aquel grupo de amigos no gestionó bien la empresa,
que acabó por desaparecer. Volvieron todos al redil de Bruguera donde
continuaron sus carreras. De la segunda etapa de Peñarroya en la firma, además
de sus series más clásicas, podemos recordar las de Floripondia Piripí, Pitagorín o Pepe,
el hincha, inspirada ésta última en la pasión por el fútbol de su autor.
Pero
sin duda las historietas más emblemáticas de José Peñarroya fueron Don Pío y Gordito Relleno, cargadas ambas de un humor ingenuo y un poco
amargo, no exento de una pizca de crítica social, la poca que podía hacerse en
aquella época negra en la que cada viñeta era mirada con lupa por la censura
franquista. La ironía y la intención crítica del artista están sobre todo
presentes en Don Pío. Su protagonista es
un modesto empleado, honrado y trabajador, siempre abrumado por la tiranía de
su jefe, y hasta por la de su esposa, Doña
Benita, empeñada constantemente en superar a sus vecinas y en ascender en
una escala social en la que resulta del todo imposible subir un solo peldaño.
Las letras, las hipotecas, las deudas, y el no llegar nunca a fin de mes,
constituyen el pan de cada día del pobre Don
Pío. Si el Carpanta de Escobar es
un marginado, un sin techo que las pasa moradas, el Don Pío de Peñarroya no le va a la zaga en tribulaciones. Tiene un
trabajo, un hogar y una esposa, sí, pero en esencia, vive la misma pesadilla
que el pobre Carpanta. La misma que
vivían millones de españoles explotados y humillados, a los que se hurtó hasta
el derecho a la protesta.
Aquí
os dejamos, como siempre, una selección de páginas de José Peñarroya, otro
superviviente que llenó nuestra infancia de sonrisas, aunque fueran un poco
tristes.