martes, 8 de enero de 2019

AHORRO, DISPENDIO Y GUERRA DE SEXOS



En el reino animal está bastante extendida la regla del ahorro de óvulos, en contraste con un dispendio generoso y hasta manirroto de espermatozoides. Así en la especie humana se produce generalmente un solo óvulo en cada ciclo menstrual, alternándose uno y otro ovario en esta ardua tarea, mientras que en cada eyaculación los testículos expulsan con la mayor naturalidad hasta 180 millones de espermatozoides. Un hombre con un recuento espermático de 50 millones, que parece una cifra más que abundante, probablemente será infértil.

Posiblemente ostenta el record el diminuto macho del pájaro ratón australiano, que eyacula unos 8.000 millones de espermatozoides. Esta diferencia de producción tan abrumadora de ambos sexos, podría hacer que los machos de un sinfín de especies, sintiéndose súbitamente atacados de la necesidad de hacer recortes, que tan en boga está en estos tiempos de crisis, exclamen compungidos y en tono plañidero: ¿por qué?

La respuesta no es fácil. Seguramente tiene que ver con los hábitos sexuales de machos y hembras en muchas especies. Mientras que el macho apuesta por la cantidad (muchas parejas sexuales, muchas cópulas, mayores probabilidades de transmitir su carga genética); la hembra se inclina por la calidad (cuidadosa selección de un buen padre que aporte material genético de primera, y en muchos casos garantice el sustento y la protección tanto de ella como de su prole). En otras palabras, la hembra elige pareja con exquisito celo, mientras que el macho dispara compulsivamente a todo lo que se mueve, un don juan que corre en pos de las faldas con los calzones en las rodillas.
La cosa sin embargo, no está tan clara. Algunos reputados especialistas se inclinan a pensar que en aves, mamíferos, y otros grupos de animales que copulan, los machos que producen una mayor cantidad de espermatozoides son precisamente los de aquellas especies en las que (poned aquí un redoble de tambor, chicas)… las hembras son más traviesas y promiscuas.
Al parecer hay dos factores que podrían conducir a recuentos espermáticos elevados en las especies con las hembras más promiscuas. Uno es el que llaman los biólogos competencia espermática. Cuando los espermatozoides tienen que competir con otros de machos distintos, la competencia adquiere los tintes probabilísticos de una rifa, y obedece al mismo patrón matemático. Si tengo más números para el sorteo, tendré más probabilidad de ganar el premio. Con el tiempo, el éxito repetido de los machos con recuentos espermáticos más altos, conducirá a un aumento del número de espermatozoides producidos por todos los machos.

La capacidad para producir espermatozoides debería estar en relación con el tamaño de los testículos, y la evidencia demuestra que en efecto es así. Por ejemplo, entre los grandes simios, los gorilas tienen unos testículos diminutos en relación con su envergadura física, porque se organizan en harenes donde un solo macho atiende a un grupo de hembras. Igual que los grandes ciervos, carecen de verdadera competencia espermática, y al igual que estos, sólo tendrán que ocuparse de mantener alejados a los rivales. Para eso es preferible aumentar el tamaño de la cornamenta o la potencia de la musculatura. No es necesario que los testículos sean especialmente grandes. Sin embargo, los chimpancés, cuyas relaciones familiares son mucho más complejas y variadas, tienen los testículos más voluminosos. Y los machos de homo sapiens ostentan el record de tamaño testicular de todos los simios. Seguid cualquier telenovela y os parecerá muy natural.


El segundo factor que podría favorecer los recuentos espermáticos elevados, es que los espermatozoides deben salvar un sinfín de obstáculos y de dificultades en su tortuoso camino hasta el óvulo femenino. Mueren de forma masiva, brutal. Los tractos femeninos están plagados de peligros y trampas. La inmensa mayoría de los espermatozoides son digeridos, expulsados o liquidados. En la especie humana, inician su odisea en el ambiente ácido y hostil de la vagina. El ácido es letal para los espermatozoides, lo que explica el hecho de que en muchos lugares se utilizaran unas rodajas de limón estratégicamente situadas, a manera de improvisado y zafio anticonceptivo. Menos del 10 por cien llegan al cuello uterino, y aquí se encuentran con una barrera mucosa infranqueable para la mayoría. Por si fuera poco, aparecen los leucocitos que, en formación de combate, invaden el cuello y las paredes internas del útero, eliminando a todos los intrusos. En la mujer, a las cuatro horas de la cópula, el ejército de leucocitos reúne una fuerza superior a mil millones de células. Cuando por fin los exhaustos espermatozoides supervivientes alcanzan las trompas de Falopio, único lugar donde tienen alguna posibilidad de encontrarse con un óvulo, apenas quedan unos centenares de ejemplares de los más de cien millones que iniciaron el viaje.
¿Qué ganan las hembras con tanta hostilidad? La hipótesis más plausible es que la hostilidad garantiza que los huevos sólo sean fecundados por los mejores espermatozoides. Otra sostiene que la hostilidad podría haber evolucionado inicialmente como defensa frente a las infecciones. De hecho el semen de los humanos y de muchos otros mamíferos contiene sustancias que suprimen la respuesta inmunitaria de la hembra. Ellas a su vez, habrían evolucionado intensificando la respuesta inmunológica. Sería un círculo evolutivo de respuestas y contrarrespuestas.
En definitiva, todo nos conduce al escenario darwiniano de la lucha por la supervivencia, que como puede verse, en muchos casos comienza aun antes de nacer. La vida es dura, amigos.


Hoy no, querido. Me duele la cabeza.  Anna Bolena.


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