Nacido
en Villafranca del Bierzo en 1815, Enrique Gil y
Carrasco se crió en una familia católica y acomodada de su
tiempo. Su padre, Juan Gil, era un soriano que administraba las fincas del
marqués de Villafranca y de la Colegiata. Tras la desamortización patrocinada
por Mendizábal, muchas tierras y propiedades eclesiásticas pasaron a manos
privadas, y algunos años después, el padre de Enrique fue acusado de estafa, lo
que afectó económica y socialmente a la familia. El joven Enrique inició sus
estudios en Villafranca, y los continuó más tarde en el seminario de Astorga.
No pudo ingresar en la universidad en su momento, por el cierre de las
universidades decretado por Fernando VII. Cuando por fin logró ingresar en la
de Valladolid, fue reclutado por el ejército cristino para combatir en la
Primera Guerra Carlista. En ese tiempo hizo amistad con José Zorrilla y con
Guillermo Bailina, a cuya hermana, Juana Bailina, dedicó Enrique sus primeros y
encendidos versos.
Concluyó en Madrid sus estudios de Derecho. Allí asistió al multitudinario entierro de Mariano José de Larra. Hizo amistad entonces con Espronceda. Con él y con Zorrilla, frecuentó el Parnasillo y el Ateneo madrileños. Escribió versos y cuentos para diferentes publicaciones y revistas literarias de la capital, especialmente para el Semanario Pintoresco Español, que dirigía Ramón Mesonero Romanos. En ese periodo cabe situar los años de mayor producción literaria de Enrique Gil y Carrasco, coincidiendo con el agravamiento de su tuberculosis. Al llegar al poder su amigo el liberal González Brabo, le nombró secretario de la legación española en Prusia, con encargo de restablecer las relaciones diplomáticas entre ambas naciones. Gil y Carrasco se tomó muy en serio su cometido, dedicando seis horas diarias a aprender alemán, lengua que añadió al inglés y al francés que ya conocía.
Se
embarcó en Barcelona rumbo a Marsella, y desde allí viajó a Lyon, París, Lille,
Bruselas, Gante, Brujas, Ostende, Amberes, Róterdam, La Haya, Amsterdam,
Fráncfort, Hannover, Magdeburgo y Potsdam. En Berlín trabó amistad con
Alexander von Humboldt, conoció al príncipe Carlos, y a su esposa, a quien
impartió clases de español, y allí, en Berlín, falleció de tuberculosis Enrique
Gil y Carrasco en 1846, a la temprana edad de treinta años, joven como tantos
románticos de su generación.
A
pesar de su prematura muerte, la obra de Gil y Carrasco es extensa, sobre todo
en lo relativo a poesía y a narraciones breves, género en el que puede
considerarse un maestro. Su principal y única obra en prosa de cierta extensión
es El Señor de
Bembibre, una novela histórica a la que puede considerarse el
prototipo de la novela romántica de ambiente histórico en castellano. Su fondo
histórico gira alrededor de las luchas políticas y militares que envolvieron la
desaparición de la orden templaria durante el reinado de Fernando IV. Una
historia ligada a su Bierzo natal y a las Cruzadas, con la inevitable y
desgraciada historia de amor de la pareja protagonista. Beatriz, la heroína,
muere tras una enfermedad tan magistralmente descrita por el autor, que resulta
ser la misma que padeció el poeta. Un manto de profunda tristeza, melancolía y
fatalismo, cubre el argumento de la que es una de las piezas más redondas de la
narrativa romántica.
Es El Señor de Bembibre, la obra que nuestra Biblioteca Bigotini os pone hoy al alcance de un clic. Hágase sobre el enlace para acceder a su versión digital:
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=El+Se%C3%B1or+de+Bembibre.pdf
¿Me lavaría un par de calcetines? Es mi forma de decirle que la amo. Groucho Marx.