Pacense
nacido en 1809, Juan Donoso Cortés, marqués
de Valdegamas, estudió derecho en Salamanca y Sevilla. A juzgar tanto por la
rectitud de su carácter como por el porte envarado que exhibía en sus retratos,
casi podría decirse que más que estudiar derecho, estudió tieso el hombre.
Contrajo matrimonio con Teresa García Carrasco y Gómez Benítez, hermana del
conde de Santa Olalla e hija de una de las familias de más ringorrango de
Extremadura, un braguetazo en toda regla, vamos. Se instaló en Madrid en 1832
decidido a dedicarse a la política y al periodismo. Empezó como diputado
liberal en la línea de Royer-Collard o de Giambattista Vico. Formó parte del
gobierno de Mendizábal, apoyó a los isabelinos durante la Primera Guerra
Carlista y participó en la reforma constitucional de Narváez.
Hasta
aquí la trayectoria del Donoso liberal. A partir de entonces protagonizó uno de
los giros ideológicos más llamativos de nuestra Historia Contemporánea, aunque
pensándolo bien, los cambios de chaqueta han abundado siempre en nuestro solar
patrio. Al ser depuesta la regente María Cristina, actuó como agente suyo tanto
en Francia como en España, a dónde no regresó hasta la caída de Espartero. En
París contactó con los movimientos católicos, lo que determinó también su
involución hacia posiciones primero conservadoras, después tradicionalistas, y
definitivamente retrógradas y ultramontanas. Se relacionó con Jaime Balmes, el
principal propagandista católico de la España ochocentista, y produjo su famoso
Discurso
sobre la Dictadura, un opúsculo de filosofía política en el que hizo
apología de lo que llamó la dictadura del
sable, como remedio inevitable contra el caos que presagiaban el
parlamentarismo y la modernidad, términos para él aborrecibles. Su principal y
más extensa obra fue su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo
y el socialismo, donde se vierten algunas de las ideas más
reaccionarias de la filosofía política y el pensamiento en general.
Donoso
se convirtió en el héroe ideológico de los carlistas más exaltados. Se abonaron
a sus tesis en diferentes momentos personajes como Menéndez y Pelayo, Vázquez
de Mella o José Antonio Primo de Rivera, por poner tres ejemplos que hablan por
sí solos. A Unamuno el pensamiento de Donoso le producía escalofríos, según
íntima confesión. Don Miguel calificó su oratoria de pompa hojarascosa y lúgubre, y dijo de su doctrina que espantaba el
sueño. Quien escribe estas líneas no se atreverá a contradecir a don Miguel ni
en una sola coma, y añadimos de nuestra cosecha siempre festiva y hasta por
momentos irreverente, que Donoso Cortés, a pesar de ser el oso más educado como
lo confirman sus apellidos, no dejó por ello de ser un oso, aunque se pusiera
el “don” delante, igual que la mona sigue siendo mona aunque se vista de seda.
Falleció en París en 1853 a la edad de 43 años.
Lo traemos hoy a nuestro Bigotini literario para que no se diga que nos ocupamos nada más de los autores que nos agradan, y como prueba palpable de que tiene que haber de todo en la viña del Señor. Bajo estas líneas os ofrecemos el enlace con un breve trabajo del autor titulado Discurso académico sobre la Biblia. Es una cosa muy cortita, pero suficiente para dar idea de cómo se las gastaba Donoso Cortés.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Discurso+acad%C3%A9mico+sobre+la+Biblia.pdf
Cuando la mujer cometió la primera de sus flaquezas, Dios permitió que el hombre cometiera el primero de sus pecados. Juan Donoso Cortés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario