Tras
la muerte de Claudio envenenado por Agripina, su viuda, le sucedió en el trono
el hijo de ésta, Nerón Claudio César Augusto Germánico, conocido simplemente
como Nerón, que entonces era todavía un
adolescente imberbe. Los primeros años de su mandato fueron una balsa de
aceite. Agripina confió la educación del muchacho a Séneca, un filósofo de
origen hispano, cordobés concretamente, que predicaba el estoicismo aunque era
multimillonario y vivía rodeado de lujos. En cualquier caso, Séneca fue un
gobernante sensato, como lo fue también Burro, amigo y consejero de Agripina,
que a pesar de su nombre, era hombre moderado y razonable. Así que todo parecía
ir bien en Roma hasta que Nerón hizo lo que en expresión pasada de moda se
llamaba “el cambio”. No fue sólo que le cambiara la voz y le crecieran pelos en
el bigote. Lo del chico fue un cambio radical acaso fruto de la tara genética
que fue la maldición de la dinastía Claudia. Le cambió el carácter, se hizo
soberbio, narcisista hasta el extremo, y añadió a su comportamiento un toque de
crueldad que a la postre llegaría a eclipsar hasta los crímenes de Calígula. Si
hemos de creer a Tácito y a otros cronistas, padecía también un acentuado
complejo de Edipo alimentado por Agripina, su madre, que según las malas
lenguas fue también su primera amante.
En
un arranque paranoico ordenó la muerte de Británico, el hijo de Claudio, porque
pensó que quizá un día pudiera hacerle sombra. Nerón tenía entonces veintiún
años, estaba felizmente casado con Octavia, una joven honesta, y felizmente
amancebado con Acté, una amante oficial discreta y fiel. Fue en ese momento
cuando conoció a Popea, que los cronistas describen como una Agripina en el
esplendor de su belleza, desvergonzada, sensual y calculadora. Popea manipuló a
Nerón hasta convencerle de que su madre conspiraba contra él. Intentó primero
envenenarla, después ahogarla, y finalmente murió destripada por un sicario.
Empujado
por Popea, Nerón abandonó el gobierno para dedicarse a sus pasiones: competir
en el Circo como auriga y entonar versos en el teatro acompañado de actores y
de músicos. Naturalmente del gobierno se ocupó la misma Popea, y como el viejo
Séneca se convirtió en un estorbo, intrigó para suprimirlo. El filósofo no
esperó al verdugo y se suicidó tomando cicuta y cortándose las venas en la
bañera. También se suicidó Lucano, otro cordobés pariente de Séneca, un poeta
de veintiséis años cuyo único delito fue superar a Nerón en unos juegos
poéticos.
Octavia,
la fiel esposa repudiada, fue la siguiente víctima. Fue asesinada con sólo
veinte años. El brazo ejecutor de ese y muchos otros crímenes era un oscuro
personaje llamado Tigelino, un desalmado, hombre de confianza de Popea y
posiblemente algo más que eso.
Los
delirios de grandeza del emperador eran cada vez mayores. Se le metió en la
cabeza erigir un palacio enorme y suntuoso en el mismo centro de Roma. Pasaba
muchas horas trabajando en el proyecto rodeado de artífices que dibujaban
planos y construían maquetas. El problema principal era que Roma estaba ya
totalmente construida y no quedaba espacio para edificar. Si Nerón fue o no
responsable del pavoroso incendio que arrasó la Urbe ha sido y sigue siendo un
asunto controvertido. El incendio se produjo cuando el emperador se encontraba
en Anzio, pero la tradición pinta siempre a Nerón contemplando embelesado el
fuego desde la roca Tarpeya. Es tema que inspiró a los poetas en siglos
posteriores. Recordemos el viejo romance castellano que comenzaba:
Mira Nero, de Tarpeya,
a
Roma cómo se ardía.
Gritos
dan mozos y viejos,
y
él de nada se dolía.
Fuera o no el autor material, había que echar a alguien la culpa. Con razón se dice que el mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio. Así que Nerón acusó de incendiarios a los miembros de una extraña secta religiosa de la que los romanos apenas habían comenzado a oír hablar. Aquellos primeros cristianos de Roma fueron crucificados y quemados en el Circo o sirvieron de alimento a las fieras. Fue la primera gran persecución, que no haría sino añadir leña al fuego de la leyenda negra del personaje.
Popea
murió muy joven tras sufrir un aborto. Nerón se consoló tomando como esposa a
un joven llamado Sporo, que tenía un extraño parecido con la difunta Popea.
Antes de llevarlo al tálamo lo hizo castrar. También se consoló con su arte,
realizando una tournée por Grecia. En las carreras de Olimpia llegó el último,
pero los jueces le proclamaron unánimemente vencedor. Los astutos griegos
sabían bien cómo halagar su vanidad. Le hicieron ganar todos los torneos en los
que participó. Cuando declamaba sus ripios durante horas, en los teatros se
hacían unos silencios que culminaban con atronadoras ovaciones… El emperador
romano eximió a Grecia de pagar tributos.
Pero
mientras en Grecia Nerón disfrutaba sus éxitos, en Hispania y en la Galia se
estaba fraguando su final. En efecto, el cónsul Galba al frente de sus
ejércitos hispanos, en connivencia con el Senado se aprestó a derrocar al
tirano. Los senadores proclamaron emperador a Galba, y Nerón se dio cuenta
repentinamente de que estaba solo. Cuentan las crónicas que cuando pidió a un
oficial de la guardia que le acompañase en la huida, éste le contestó con un
verso de Virgilio: ¿Tan difícil es, pues,
morir?
Para
él resultó muy difícil, pues intentó varias formas de suicidio sin éxito.
Finalmente Epafrodito, su secretario, le degolló, y murió desangrado. Al llegar
los hombres de Galba respetaron el cadáver. Le enterraron piadosamente su vieja
nodriza, y Acté, aquella fiel amante a la que había abandonado tiempo atrás.
Conocí a un tipo que encontró en el armario a tantos amantes de su mujer, que tuvo que divorciarse sólo para tener dónde colgar la ropa. Groucho Marx.
No hay comentarios:
Publicar un comentario