Hefesto
es el dios griego del fuego y la metalurgia. Su equivalente latino es Vulcano. La
tradición le hace hijo de Hera sin participación alguna de Zeus. Se dice que el
recién nacido Hefesto llegó al mundo con un defecto en los pies. Su madre,
acaso avergonzada por la ilegitimidad del vástago, o como quieren algunas
versiones, horrorizada por su deformidad, lo arrojó del monte Olimpo. De esta
forma el pobre Hefesto se terminó de descalabrar. El mito le describe como de
carácter huraño, recluido voluntariamente en su taller, donde producía espadas,
armaduras y toda clase de piezas extraordinarias. A pesar de su fealdad, se
desposó nada menos que con Venus Afrodita. Quizá porque Hefesto no atendía a su
esposa como es debido, o tal vez (lo más probable) porque la diosa del deseo
era un poquillo suelta, Afrodita engañaba a Hefesto con Ares, el dios de la
guerra, que era más guapo, más buen mozo, y además tenía unos pies perfectos.
Velázquez
en su fragua de Vulcano, inmortalizó el momento en que Helios-Apolo
ponía a Hefesto al corriente de los devaneos de su esposa. Suele representarse
al dios como un sujeto barbudo y desaliñado, que aparece trabajando en su
fragua, a menudo sentado y otras veces apoyándose en un bastón o una muleta.
Artistas de todas las épocas han plasmado el instante en que Hefesto descubre a
los amantes en el lecho. El Tintoretto llevó la escena hasta el extremo del
ridículo, situando a Ares bajo la cama, como en los chistes de adulterios.
Este
mito del cojo Hefesto me da pie (obsérvese el inteligente juego de palabras)
para desmontar otro mito muy generalizado: el de los pies planos. En efecto,
el colapso total o parcial del arco
plantar que caracteriza al pie plano, se ha considerado tradicionalmente
como un defecto físico. En ocasiones se ha tenido el pie plano por una lesión
cuasi incapacitante. Recordemos que en tiempos no demasiado lejanos, quienes
tenían los pies planos eran rechazados para el servicio militar.
Pues
bien, nada más alejado de la
realidad. En primer lugar es conveniente aclarar que durante
la primera infancia, desde el nacimiento hasta la edad escolar, es bastante
común tener los pies planos. Ello se debe a que, como parte del proceso normal
del desarrollo, los arcos plantares no terminan de formarse hasta los tres o
cuatro años. Simplemente que los niños caminen descalzos por superficies
irregulares, tales como arena o césped, puede resultar suficiente para que los
arcos plantares completen su natural desarrollo y adquieran una disposición
correcta. En ciertas culturas este cambio natural todavía se atribuye a una
curación milagrosa, y existen no pocos saludadores, curanderos e impostores de
toda índole, que siguen medrando a costa de semejante superchería. Sólo hay que
preocuparse y consultar al especialista cuando el niño presente problemas
serios para caminar, cuando durante la marcha las rodillas tiendan a juntarse o
a quedar excesivamente separadas, o cuando los pies planos se acompañen de
otras deformidades o lesiones cuya evidencia justifique la consulta.
En
cuanto a los pies planos en la edad adulta, aclaremos que existen dos tipos
bien diferenciados:
a) El llamado pie plano flexible, que
es la forma más frecuente. No suele producir dolor ni molestia alguna, y casi
siempre se presenta en ambos pies. Este tipo flexible no requiere tratamiento alguno,
y generalmente su única consecuencia es el incremento del desgaste en las
suelas de los zapatos. Un gran número de deportistas de elite presentan pie plano flexible, sin que ello suponga menor
rendimiento ni impedimento alguno para enriquecer su palmarés.
b) El pie plano rígido, que se
acompaña de una anormal disposición de los huesos del tarso, y con frecuencia
es doloroso. Puede ser consecuencia de lesiones, procesos degenerativos, o
esfuerzos inusuales o prolongados sobre el pie. También puede deberse a una
inadecuada biomecánica o incluso al natural proceso de envejecimiento. Durante
el embarazo al aumento de peso se une el incremento en los niveles de elastina, lo que puede favorecer en
algún caso el colapso de los arcos plantares.
Sólo
requiere tratamiento el pie plano rígido del adulto. Se recomiendan en estos casos
determinados ejercicios: andar de puntillas, caminar descalzo por la playa o
por el césped, subir y bajar escaleras, fortalecen los músculos y ligamentos, y
mejoran la posición del arco plantar.
Los
zapatos
deben ser cómodos, amplios y flexibles, de tacón bajo, ligeros y bien
ventilados. Es necesario que tengan una buena adherencia al suelo.
Las
plantillas
ortopédicas pueden ayudar mucho, siempre que se hagan a la medida,
previo estudio anatómico y biomecánico realizado por un buen especialista.
La
cirugía
arroja resultados inciertos, y debe reservarse como último recurso.
La
fisioterapia
se centrará en mejorar la biomecánica de la marcha. Puede ser la
mejor elección terapéutica siempre que se inicie de forma precoz.
Lamentablemente en ocasiones se recurre a la rehabilitación cuando nos hallamos
frente a pies catastróficos en los que se han probado sin éxito otros
tratamientos, a veces agresivos.
Una
última consideración: si tienes los pies planos debes hacer una
vida completamente normal. No es necesario ni conveniente limitar las
actividades. Una persona con los pies planos está capacitada para correr, saltar
o practicar deporte, con la misma intensidad que cualquier otra persona de su
edad y de su condición física. La práctica de ejercicio no empeora los pies
planos. La única limitación será la aparición de dolor. El dolor y sólo el
dolor debe ser motivo de consulta.
Así
que ya lo ves, muchacho. Los pies planos no deben acomplejarte nunca. Con ellos
podrás realizar proezas deportivas, y hasta podrías, llegado el caso, casarte
con Afrodita. Ahora bien, conviene que le prestes la atención que se merece, ya
sabes que Afrodita es muy mimosa, y a veces excesivamente pródiga con quienes
se ofrecen a servirla.
En
el amor se es más feliz con la ignorancia que con el conocimiento. William Shakespeare.