martes, 23 de junio de 2020

VEO, VEO. LA FUERZA DEL EROTISMO Y LA PORNOGRAFÍA



En el conjunto del reino animal, los sentidos actúan como palancas capaces de estimular el deseo sexual. El tacto, el oído, el olfato, resultan esenciales para despertar el instinto reproductivo en multitud de especies. Si nos ceñimos a la nuestra, aun admitiendo que todos los demás intervienen en la excitación, ninguno tan importante como el de la vista. Ya vimos en anteriores entregas, que entre los simios son cruciales determinadas señales visuales relacionadas tanto con los genitales, que en algunos casos incluso cambian de color, como con los caracteres sexuales secundarios. Para los hombres y las mujeres resulta estimulante la visión de un escote generoso o de un torso musculoso, por poner nada más un par de ejemplos.

Desde tiempos antiguos se conocen representaciones gráficas por ejemplo de los genitales, ya desde las más primitivas pinturas parietales del periodo prehistórico. Las llamadas venus primitivas, plasmadas en la roca o esculpidas en piedra, hueso y otros materiales, exhiben pechos, nalgas y vulvas prominentes. Tanto en el arte clásico como en el moderno, abundan los temas eróticos que han resistido, desafiando durante siglos las censuras de moralistas y de autoridades religiosas. Ya en época contemporánea, la aparición de expresiones artísticas como la fotografía, el cine o el cómic, también han reservado un espacio destacado a las imágenes eróticas y pornográficas, veladas o sutiles unas veces, y otras veces explícitas.

Hoy día contamos con abundantes experimentos en este terreno. Los sexólogos han sometido a diversos voluntarios de ambos sexos a la visión de imágenes en las que se muestra sexo, y en todos los casos sin excepción se producen respuestas inequívocas, de erección en los varones y de lubricación vaginal en las mujeres. La intensidad de las respuestas está en todos los casos, en función de la fuerza de las imágenes, y con independencia de la tendencia sexual de los observadores masculinos o femeninos objetos de esos estudios. Que las imágenes eróticas o pornográficas adecuadas en cada caso, son capaces de excitar a quienes las contemplan, es un hecho incontrovertible. Curiosamente, en alguna de esas experiencias en que se valoró el rechazo inicial por parte de algunos de los sujetos a este tipo de estímulos, generalmente por motivos religiosos o morales, se comprobó que precisamente entre esas personas se producía un mayor grado de estimulación en porcentajes a veces significativos. De ello se deduce que la estimulación visual no sólo funciona, sino que además tiende a ser más efectiva cuando entran en juego  tabúes o prohibiciones socialmente impuestas.


La floreciente y lucrativa industria del porno, que desde hace décadas viene produciendo material en revistas, cine o videos, unas veces de forma legal, otras, según las diferentes sociedades, de forma clandestina o encubierta, y que en los últimos años ha experimentado a través de internet y de las distintas redes, un auge sin precedentes, conoce a la perfección y explota la enorme influencia que ejerce su producto sobre sus clientes y consumidores habituales.
Ocurre un curioso fenómeno que se da en la totalidad de las sociedades actuales. Y es que los consumidores habituales de pornografía son mayoritariamente hombres. La mujer en general, se asoma al porno de manera esporádica y casual. Este hecho es a nuestro juicio, la causa de que la práctica totalidad del material pornográfico que se produce en el mundo, vaya destinado al cliente varón, algo que influye en los contenidos de forma decisiva.


En efecto, con muy escasas excepciones, los contenidos, los guiones, si es que es lícito emplear el término, son monótonamente repetitivos. Muchas veces presentan a la mujer como un mero objeto, abundando imágenes y situaciones de sometimiento, degradación femenina y hasta de abuso, que a menudo rayan lo delictivo, cuando no incurren directamente en el delito. Se transmiten mensajes en ocasiones muy peligrosos, sobre todo para los consumidores más jóvenes, con el riesgo real de que muchachos poco formados trasciendan esas fantasías y pretendan erróneamente que las relaciones entre hombres y mujeres discurran en la vida real por los enfermizos derroteros que están acostumbrados a contemplar en la pantalla. Otro motivo más de peso para que padres, madres y educadores responsables procuren transmitir a sus hijos y educandos valores de igualdad y de respeto, y para estar al corriente de qué es lo que miran los chicos durante horas en sus ordenadores personales y dispositivos móviles. El bueno del profe Bigotini tiene mucha experiencia en estas cosas. Una vez de jovencito le vio un tobillo a la bella Chelito, y pasó varias semanas sin poder pegar ojo.

-Ay, qué disgusto, le he encontrado a mi marido una revista porno.
-Hija, no te lo tomes a pecho y trata de pasar página.
-Imposible, mamá, están todas pegadas.




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