martes, 5 de mayo de 2020

ADOLPHE BARREAUX, EL REY DE LA SERIE B



Adolphe Leslie de Griponne Barreaux, o simplemente Adolphe Barreaux, como solía firmar, nació en Charleston, Carolina del Sur, en 1899. De familia muy humilde, su padre falleció víctima de las fiebres tifoideas que asolaban la población en aquel tiempo. El pequeño Adolphe se vio obligado a trabajar desde los cinco años en diversos oficios de lo más penoso. Padeció toda suerte de enfermedades y aconsejado por los médicos, abandonó el clima húmedo de Charleston para trasladarse a Nueva York, donde fue acogido cuando tenía quince años por el matrimonio Barreaux, apellido que desde entonces adoptó Adolphe. Una vez que tuvo oportunidad de asistir a la escuela, se mostró un alumno aplicado, sobresaliendo en dibujo, y comenzando a hacer sus primeras incursiones en la ilustración publicitaria.

A los diecinueve intentó alistarse en el ejército para luchar en la Gran Guerra, pero no fue aceptado por su mala salud, y a partir de 1920 comenzó a dibujar tiras e historietas completas en la revista Breezy Stories, una pulp magazine, como se llamaba a las publicaciones baratas que se imprimían en un papel amarillento fabricado con la pulpa de otros papeles reciclados. Así pues, a diferencia de otros pioneros del cómic de los que hemos tratado aquí, como McCay, Goldberg o Herriman, cuyos trabajos se publicaban en diarios prestigiosos que seguían millones de lectores, Barreaux forma parte de lo que podría llamarse la serie B del cómic. Sus trabajos estaban en consonancia con esas publicaciones alternativas. Barreaux fue el creador, entre otras, de la serie Sally the Slouth, unas aventuras policiacas protagonizadas por Sally y otros personajes femeninos, que se desnudaban ya en las primeras viñetas.
Eran cómics para adultos, y estaban cargados de un erotismo un tanto sucio, escenas de sadismo gratuitas y lenguaje barriobajero. Téngase en cuenta que aquellos años veinte y treinta fueron los de la prohibición. Estaba prohibido el consumo de alcohol, sí, pero paradójicamente eran años permisivos y acaso excesivos en todas las manifestaciones artísticas. En el cine todavía no se había puesto en marcha el célebre código Hays, que en los últimos treinta impuso la censura en vestuarios y argumentos. En los neoyorquinos escenarios de Broadway triunfaban los musicales de Ziegfeld’s Follies y las comedias eróticas. Comenzaron entonces a aparecer las primeras revistas para adultos… Naturalmente el cómic, el noveno arte, no podía sustraerse a esa corriente general. Barreaux se cuenta entre los primeros dibujantes que se sirvieron de modelos femeninas que posaban para ellos en sus estudios. Nuestro hombre fue miembro de al menos una docena de clubes de Nueva York, antros de perdición donde quienes podían permitírselo, consumían alcohol y probablemente otras sustancias. Fue amigo del cómico Eddie Cantor y de los jóvenes hermanos Marx. Sobrevivió a la Gran Depresión, y él mismo ya en los cuarenta, fundó y dirigió diversas revistas y publicaciones pulp. Convertido en todo un hombre de negocios, logró hacer dinero de su vocación. Falleció en Nueva York en 1985. Desde nuestro repaso a la Historia del Cómic, os ofrecemos un abanico de sus páginas y viñetas. Que os aprovechen.






















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