Anco
Marcio, fallecido hacia el 600 a.C., fue el último de los cuatro reyes que los
historiadores republicanos llamaron reyes agrarios, si hemos de creer
las crónicas, una especie de primus inter
pares en una Roma recién nacida e igualitaria. En aquellas primeras décadas
desde su fundación la ciudad había crecido, y sus ciudadanos ya no eran
simplemente labradores con más o menos tierras. Había ya artesanos, mercaderes,
banqueros… En el conjunto de sus habitantes o plenum, además de los fundadores o patricios, estaba la plebe.
Apoyado
por la plebe ascendió al trono el
hijo de un griego y una etrusca, Lucio Tarquino, que al convertirse en rey tomó
el nombre de Tarquino Prisco. Era un tipo
instruido que conocía la filosofía, la geografía y las matemáticas, y no se
limitó como sus predecesores, a mirar las estrellas y ofrecer sacrificios a los
dioses. Tarquino Prisco permaneció en el trono nada menos que treinta y ocho
años. Hizo grandes conquistas y amplió la influencia romana desde el mar
Tirreno, cuyas costas dominó de norte a sur, hasta los montes Apeninos. La urbe pasó de tener apenas treinta mil habitantes, a
sobrepasar los cien mil.
Tanto
se aseguró Tarquino Prisco el apoyo de la plebe,
que para echarlo del trono los patricios
que componían el Senado, hubieron de
recurrir al asesinato. Pero su viuda, Tanaquila, jugó sus cartas con astucia.
Se hizo apoyar de nuevo por la plebe, y mantuvo el trono hasta que su hijo Servio, cuyo nombre hace sospechar que
fuera hijo de una sierva de su padre, alcanzó la mayoría de edad.
Servio
fue el primer y el último de los reyes romanos que no fue elegido, sino
impuesto. Pese a la oposición del Senado, continuó la obra de su predecesor,
ampliando las conquistas, embelleciendo y saneando la ciudad de manera que hasta
el mismo Tito Livio, historiador republicano que en su obra denostó todo lo
posible a los reyes, tuvo que reconocer las grandes mejoras realizadas por
Servio. Durante su reinado Roma probablemente superó el medio millón de
habitantes. Servio reformó la política romana, convirtiéndola en una verdadera
plutocracia. Abolió las primitivas curias,
y estableció cinco clases en función
de su patrimonio. A la primera pertenecían los ciudadanos que poseían al menos
cien mil ases, y a la última los que
tenían menos de doce mil quinientos. Es muy difícil calcular a qué
corresponderían hoy aquellas cuantías, pero las diferencias hablan por sí
solas. Los miembros de la primera clase, votando por centurias, sumaban noventa y ocho votos de los ciento noventa y
ocho totales que completaban los comicios,
así que resultaba prácticamente imposible que los ricos perdieran una votación.
Consolidado
como estaba Servio en el poder, los senadores tuvieron que recurrir de nuevo al
asesinato para librarse de él, pero esta vez lo confiaron al brazo ejecutor de
su sobrino-yerno, de nombre otra vez Tarquino. La jugada no salió como
esperaban los conspiradores, ya que el sobrino se apoyó en los guardias de
palacio para hacerse elegir y ascender al trono. Su reinado fue mucho más
tiránico aun que el de sus predecesores, por lo que se ganó a pulso el
apelativo de Tarquino el Soberbio, por el
que lo conoce la Historia.
Si
hemos de creer a Tito Livio, el Soberbio se divertía haciendo asesinar en el
foro a los ciudadanos que se le oponían. Conquistó vastos territorios de la
Italia central y meridional, incluida la región de Etruria, de donde procedía
su estirpe. Quizá se volcó tanto en las conquistas exteriores, que descuidó un
tanto la urbe. En este tiempo Roma acaso ya sobrepasaba los setecientos mil
habitantes.
Perino. Tarquino el Soberbio funda el templo de Júpiter Capitolino |
El
encargado de deponer al último Tarquino fue también un sobrino suyo, Lucio
Junio Bruto, que ha pasado a la Historia como el héroe instaurador de la
República. El Soberbio había hecho asesinar a su padre, y aprovechando que se
hallaba ocupado en sus conquistas, Bruto sublevó a las legiones acuarteladas en
Roma, y marchó hacia el norte para enfrentarse a su tío. Tarquino huyó,
refugiándose en Clusium, actual Chiusi, una de las ciudades etruscas a las que
había humillado, gracias a la bondadosa acogida que le dispensó su lucumón Porsenna.
De
esa forma, en el año 509 a.C., o bien en el 246 ab urbe condita, se extinguió la monarquía de los reyes mercaderes, etruscos o Tarquinos. Se
inauguraba así la era republicana.
-¿Crees
en una vida mejor después de la muerte?
-Depende.
¿Después de la muerte de quién?
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