Me vais a permitir que hoy nos ocupemos
del pensamiento abstracto. Para eso voy a contaros un cuento parecido, aunque
solo sea en la ambientación, a aquel tan hermoso que el poeta nicaragüense
Rubén Darío dedicó una vez a Margarita.
Allá por el tiempo de Maricastaña,
en el lejano y exótico reino de Repartoproporcilandia, un poderoso majarajá,
siguiendo la ancestral costumbre de sus mayores, quiso repartir su magnífico
rebaño de elefantes entre sus tres hijos. Según la tradición, debía
corresponder la mitad del rebaño a su hijo mayor, la cuarta parte al hijo
mediano, y la sexta parte al más pequeño. Así que el majarajá convocó a toda la
corte, y anunció con gran solemnidad su intención de repartir de esa manera
entre sus hijos, aquellos elefantes de los que se sentía tan orgulloso. Desde
hacía siglos, sus antecesores lo habían hecho siempre de esa manera, fuera cual
fuera la cantidad de objetos preciosos que se pretendiera repartir.
Bueno, pues el majarajá, sentado en
su trono dorado en la plaza principal de Repartoproporcinópolis, proclamó con
voz grave: es mi deseo
repartir mis magníficos once elefantes entre mis queridos hijos. A
mi hijo mayor le corresponderán la mitad, es decir…, es decir…, repitió vacilante… y de repente
comprendió que la mitad de once son cinco y medio, y que no podía partir por la
mitad uno de aquellos excelentes animales. El majarajá miró a su alrededor,
como implorando ayuda. Los cortesanos evitaron su mirada avergonzados. Pero los
majarajás no se arredran fácilmente, así que sin inmutarse, prosiguió: del reparto, que tendrá lugar
pasado mañana, durante el festival de la luna, se encargará mi fiel gran visir,
he dicho. Y se quedó tan ancho.
El majarajá se retiró muy digno a
sus aposentos, y el pobre visir sufrió un desmayo. ¡Menuda papeleta! ¡Cómo iba
a repartir los once elefantes! Sin embargo, el visir era un tipo instruido e
ingenioso. En cuanto se repuso de la impresión, comenzó su trabajo. La luna ya
estaba en un creciente avanzado, faltaban sólo dos días para el festival, y
había que actuar rápidamente. El visir reunió todos sus ahorros, pidió prestado
a amigos y familiares, empeñó hasta la camisa para conseguir dinero suficiente,
y comprar… otro elefante.
Llegado el momento del reparto, el
visir se presentó con doce elefantes. Entregó seis al
hijo mayor, es decir, la mitad; tres al hijo mediano, es decir, la cuarta
parte; y dos elefantes al más pequeño, es decir, la sexta parte. El visir
cumplió así su misión a satisfacción de todos. Pero la suma de 6 + 3 + 2, es
igual a 11, así que como sobraba el duodécimo elefante, el visir lo revendió y
recuperó su dinero. Los repartoproporcilandeses quedaron pasmados, y puede que
alguno de vosotros también.
¿Qué había ocurrido? Sencillamente
el visir que conocía al dedillo los viejos textos sagrados, encontró un
versículo en el Gran libro de
la sabiduría que decía: cualquier número entero (par o
impar), fraccionario, irracional, positivo o negativo, es igual a la suma de su
mitad, su tercera y su sexta parte. Para
que también vosotros lo tengáis claro, aquí van unos cuantos ejemplos:
50 = 50/2 + 50/3 + 50/6 = [ 50.3 +
50.2 + 50.1 / 6 ] =
= [150 + 100 + 50 / 6 ] = 300/6 = 50
1/2 = (1/2 : 2) + (1/2 : 3) +
(1/2 : 6) = 1/4 + 1/6 + 1/12 =
= (3 + 2 + 1 / 12) = 6/12 = 1/2
x = x/2 + x/3 + x/6 = [ 3x + 2x + x
/ 6 ] = 6x/6 = x
V2 = V2/2 + V2/3 + V2/6 = [3V2 + 2V2
+ V2 / 6 ] = 6V2/6 = V2
Esto funciona con cualquier número,
sea el que sea. Cambiad en el primer ejemplo 50 por 55 o por el número impar
que se os antoje, y veréis que también se cumple la igualdad. Podéis
hacerlo con la raíz cuadrada de menos uno coma cero tres, podéis hacerlo con pi
o con un billón de billones. Siempre funciona…
En este caso concreto, como ya os
habréis dado cuenta, la dificultad estaba en que al segundo hijo no había que
darle la tercera, sino la cuarta parte, y claro, eso complica las cosas
hasta el punto de poner seriamente a prueba el ingenio del visir, que debe
utilizar el recurso de añadir un elefante. Pensad en ello, y por si os animáis
a enviar un comentario, aquí os dejo un problema parecido. Ahora que ya os ha
sido revelado lo que dice el Gran
libro de la sabiduría, os resultará más fácil:
Repartir 35 caballos entre 3
herederos, de forma que toque al primero la mitad, al segundo la tercera parte,
y al tercero la novena parte. ¡Hala, a ejercitar las conexiones
neuronales!
Yo
no reparto elefantes. Prefiero cazarlos.
Un majarajá emérito de por aquí.
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