A
propósito del orgasmo femenino y la eterna cuestión de los orgasmos vaginales versus los clitoridianos, merece la pena
desempolvar la vieja historia de la princesa Marie Bonaparte, a quien su
círculo más íntimo conocía por Mimí.
Mimí
no era precisamente una joven vulgar. Era muy hermosa. Era también sobrina
nieta de Napoleón Bonaparte por vía paterna, y por parte de madre, nieta del
fundador del casino de Montecarlo. Se casó (la casaron) en 1907 con el príncipe
Jorge de Grecia, tío abuelo de la hasta hace poco reina Sofía. Al principio de
su matrimonio, Marie descubrió que su alteza era homosexual. Jorge solía
acostarse con un tío suyo, el príncipe Waldemar de Dinamarca. El danés estaba
casado a su vez con otra princesa, María de Orleans, una pintora aficionada
además de a la pintura, a la morfina y al travestismo. Como puede verse, una tropa
interesante. Al parecer Jorge de Grecia, haciendo de tripas corazón, visitaba
alguna que otra noche a su reciente esposa, exclusivamente con el objetivo
procreativo que le exigía su condición de príncipe, pero sin poner demasiado
interés en la frustrada joven.
Pues
bien, nuestra Marie o Mimí, mujer de recursos y no muy conforme con su
inesperada condición de célibe, buscó el amor entre los
brazos de su sobrino, precisamente el hijo mayor de Waldemar y la de Orleans.
Como aquella relación no terminó de satisfacerla, siguió buscando tenazmente en
brazos de otros amantes la felicidad que se le negaba, pero no terminó de
hallarla.
Marie
descubrió que siendo penetrada nunca o rara vez alcanzaba el orgasmo, mientras
que si se masturbaba estimulando el clítoris,
obtenía el clímax sin mayor dificultad. Hace un siglo no había sexólogos
a quienes consultar el problema, pero la princesa no carecía de ingenio e
iniciativa. Dio en suponer que acaso su clítoris quedaba demasiado alejado de
su vagina, así que con la ayuda de su médico personal inició un peculiar
estudio. Midió la distancia entre el clítoris y la vagina de 243 mujeres. No
era una muestra demasiado amplia, pero sí lo bastante para confirmar o refutar
su hipótesis.
Halló
que un 10% de las mujeres investigadas eran mesoclitoridianas,
con el clítoris situado a unos 2,5 cm de la uretra. Otra minoría de mujeres
eran lo que llamó teleclitoridianas,
en las que la distancia clítoris-uretra era significativamente mayor de 2,5 cm.
Por último, la mayoría de las mujeres que estudió serían paraclitoridianas, con el clítoris visiblemente más cercano a la
uretra. Tal como intuía la princesa, estas últimas alcanzaban el orgasmo con
facilidad al ser penetradas, mientras que, cuanto más alejado estaba el clítoris
de la uretra, y por lo tanto más aún del introito vaginal, mayor dificultad
tenían en llegar al orgasmo y más insatisfactorias resultaban sus relaciones.
Marie Bonaparte publicó sus resultados en 1924 con el seudónimo de A. E.
Narjani en una revista científica belga llamada Bruxelles Medical, donde concluía que efectivamente, existía una
relación inversa entre la frecuencia de orgasmos durante el coito y la
distancia del clítoris.
Cuando
en 1940 el investigador estadounidense Carney Landis intentó replicar el
estudio, que juzgaba una frivolidad, con una muestra esta vez amplia de
pacientes, encontró la misma correlación. Modernamente, en 2011, Wallen y Lloyd
revisaron los datos de Bonaparte y Landis, con métodos estadísticos actuales, y
publicaron un artículo en la revista Hormones
and Behaviour concluyendo que en efecto, la distancia entre clítoris y
vagina podría ser uno de los varios factores implicados en la frecuencia de
orgasmos durante el coito.
Bueno,
así que después de todo Marie Bonaparte estaba en lo cierto, por lo que desde
Bigotini nos descubrimos ante esta mujer tenaz y extraordinaria. Por cierto, no
fue esta su única contribución a la ciencia. Años más tarde, en la década de
los treinta, la princesa y su marido utilizaron sus influencias para librar
nada menos que a Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, del siniestro
destino que le deparaban los nazis por su condición de judío. Pero en fin, esa
es ya otra historia que nada tiene que ver con nuestros pequeños relatos sobre
sexo.
Aquella
chica se masturbaba frotando con tanto entusiasmo, que su clítoris terminó por
concederle tres deseos.
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