sábado, 24 de marzo de 2018

LA MADRE DE MENDELEYEV, LA TABLA PERIÓDICA Y EL SOLITARIO


Publicado en nuestro anterior blog en mayo de 2013

Dimitri Mendeleyev

Cuenta Bill Bryson en Una breve historia de casi todo que Dimitri Mendeleyev nació en la población siberiana de Tobolsk en 1834. Era el hijo menor de una extensa familia (catorce o diecisiete hermanos, según distintas versiones). Su padre, maestro de escuela, quedó ciego, y su madre tuvo que sacar a la familia adelante. Aquella mujer admirable estaba decidida a que su hijo Dimitri estudiase una carrera, así que lo tomó de la mano, y sin dinero ni medio de locomoción alguno, recorrió los más de 6.000 kilómetros que separaban su pueblo de San Petersburgo. Lo dejó a cargo de los responsables de un instituto, y agotada por completo, murió poco después.

El joven Mendeleyev no podía defraudar las esperanzas que su heroica madre había puesto en él, y terminó brillantemente sus estudios, consiguiendo poco después un puesto en la universidad. Desoyendo los consejos de sus profesores, se inclinó por la Química, que en aquel tiempo era una ciencia bastante caótica y carente por completo de rigor científico. Los químicos de la primera mitad del siglo XIX eran en el mejor de los casos alquimistas bienintencionados, y en el peor, vulgares charlatanes. Utilizaban una desconcertante variedad de símbolos y abreviaturas, y era común que cada uno inventase las suyas, con lo que no había forma de atar cabos.

Amedeo Avogadro
Unas décadas antes, en la época napoleónica, un soberbio noble italiano, el conde de Quarequa y Cerreto, cuyo nombre completo era Lorenzo Romano Amedeo Carlo Avogadro, había tenido la feliz idea de agrupar los elementos en función de su peso atómico. Algunos químicos seguían este sistema, pero otros preferían clasificarlos por sus propiedades (metales, gases, etc.). Mendeleyev se dio cuenta de que ambas cosas podían combinarse en una sola tabla. Dice la leyenda científica que aquel siberiano barbudo se inspiró en el clásico solitario en el que las cartas se ordenan horizontalmente por el palo y verticalmente por el número. Ateniéndose a este principio, Mendeleyev dispuso los elementos en filas horizontales llamadas periodos (de ahí lo de tabla periódica), y en columnas verticales llamadas grupos. Utilizó también las valencias electrónicas, y compuso con ello una tabla que muestra un conjunto de relaciones cuando se lee de arriba abajo, y otro cuando se hace de lado a lado. Las columnas verticales agrupan sustancias con propiedades similares. Así el cobre queda encima de la plata, y la plata encima del oro, por sus afinidades químicas como metales, mientras que el helio, el neón y el argón están en otra columna compuesta por gases. Las filas horizontales disponen los elementos en orden ascendente según el número de protones de sus núcleos, es lo que se conoce como número atómico.


En palabras de Robert Krebs, la tabla periódica de los elementos químicos es el cuadro organizativo más elegante que se ha inventado jamás. En la época en que Medeleyev expuso su idea, sólo se conocían 63 elementos, pero su tabla predijo con una exactitud matemática, dónde encajarían los nuevos elementos cuando se hallasen. En aquel momento ni siquiera se conocía el helio, que es el segundo elemento más abundante del universo, y ocupa tras el hidrógeno, ese mismo puesto en la tabla periódica. Hoy en día hay 92 elementos que aparecen en la naturaleza, y un par de docenas más, de vida muy efímera por su inestabilidad, que han sido creados en el laboratorio. Nadie sabe con exactitud hasta dónde podría llegar la tabla, aunque todo lo que supere el peso atómico de 168 se considera puramente especulativo. Pero de lo que podemos estar bien seguros es de que todo lo que se encuentre encajará limpiamente en la tabla del genial Mendeleyev.


Las cataratas del Niágara son la segunda gran decepción de las recién casadas.  Oscar Wilde.



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