Publicado en nuestro antiguo blog el 14 de enero de 2013
Miller |
En
1953 Stanley
Miller llevó
a cabo una serie de experimentos en colaboración con Harold Clayton
Urey. Quería demostrar la posibilidad de síntesis de compuestos
orgánicos a partir de metano,
amoniaco, hidrógeno y vapor de agua,
los elementos simples que se suponían integrantes de la atmósfera
primitiva terrestre
hace aproximadamente 4.000 millones de años. Miller se inspiró en
las ideas de pioneros como el ruso Alexandr
Ivánovich Oparin y
el británico John
Haldane,
quienes ya en la década de 1920, habían propuesto la teoría de que
la vida, los organismos vivos, podían desarrollarse, tenían que
haberse generado en la Tierra primitiva a partir de sustancias y
compuestos abióticos.
Miller
estableció inequívocamente que los compuestos orgánicos pueden
sintetizarse partiendo de una mezcla sencilla de gases de composición
semejante a la de la atmósfera primitiva propuesta por Oparin. La
fuente de energía utilizada para la síntesis fue la descarga de
chispas eléctricas. Los exitosos experimentos de Miller marcaron un
hito en la historia de la ciencia, y vinieron a confirmar el triunfo
de las llamadas ideas materialistas acerca
del origen de la vida.
Oparin |
En
los diez años siguientes se probaron una diversidad de mezclas de
gases y se emplearon distintas fuentes de energía, desde los
ultrasonidos a los rayos gamma. Además de los gases, compuestos
sencillos en disolución tales como formaldehído y glicol, junto con
nitratos u otras fuentes de nitrógeno, han sido empleados con éxito
en la síntesis de compuestos orgánicos. El número y variedad de
compuestos orgánicos que pueden formarse bajo estas presuntas
condiciones primitivas es sorprendente. Los aminoácidos aparecen
casi invariablemente, además son del tipo alfa-amino que
se asocia estrechamente con los organismos vivientes. Otros productos
registrados como sintetizados bajo condiciones terrestres primitivas
incluyen una diversidad de ácidos
orgánicos, aldehídos,
cetonas, alcoholes, amidas, aminas, purinas, piridinas, nucleósidos,
nucleótidos y
algunos polímeros
de nucleótidos, porfirinas,
polímeros glicosídicos y polímeros de aminoácidos (proteinoides).
Haldane |
Los
trabajos de estos precursores han probado que en determinadas
condiciones y de manera espontánea, por lo tanto, sin
intervención de voluntad superior alguna,
pueden formarse (se infiere que se formaron en su momento) las
moléculas complejas, coacervados y agregados moleculares que
constituyen los materiales de construcción que forman las cosas
vivas. El problema siguiente es saber cómo estos materiales de
construcción se organizaron para formar un virus o
un gen,
las mínimas unidades de ADN capaces de autoreplicarse, ya que ambas
no pueden funcionar en ausencia de un sistema metabólico bien
coordinado que incluye al citoplasma y al material nuclear.
En
todo caso, lo sustancial de los experimentos de Miller y el resto de
esta línea de investigación es que, como ya os hemos dicho en
reiteradas ocasiones, queda probado que existen
unas reglas,
un método según el cual los elementos más simples se organizan
para formar compuestos de una gran complejidad. No parece demasiado
aventurado suponer que también deben
existir unas reglas para
que a partir de estos ladrillos pueda construirse un edificio vivo.
De
hecho, y aunque todavía no hemos sido capaces de desentrañar esas
reglas, alrededor del origen de la primera cosa viviente se han
acuñado ya una serie de términos tales como biopoesis (historia
química de la formación de la vida), eubionte (el
primer organismo vivo) o sistema
prebiológico (macromolécula
candidata a eubionte). Del mismo modo, los evolucionistas manejan el
concepto de selección
natural para
referirse al proceso por el que pudo haber tenido lugar la
predominancia de un tipo de molécula sobre otro tipo posible, o el
proceso por el que un sistema macromolecular no viviente pudo crecer
y hacerse cada vez más complejo para convertirse en un bionte.
Si
Dios existe, espero que tenga una buena excusa. Woody Allen.
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