Si
obligaran al profe Bigotini a nombrar los tres científicos más
influyentes de la Historia, no dudaría en responder: Aristóteles,
Newton y Einstein. Hoy en nuestra sección protagonistas de la
ciencia nos ocuparemos de la colosal figura de Sir Isaac
Newton, que de los tres mencionados es el pilar
central cronológicamente hablando. Por ese motivo a Newton
correspondió el que acaso sea el papel más difícil y de mayor
mérito, pues su persona y su obra fueron decisivas en el tránsito
desde una especie de protociencia a la verdadera ciencia.
El método científico introducido en su generación
inauguró una nueva era de progreso sin precedentes. Dicho en otros
términos, Aristóteles y otros que le siguieron formularon las
grandes preguntas. Einstein y la generación de hombres de ciencia
contemporáneos hallaron y siguen hallando lúcidas respuestas para
alguna de esas grandes preguntas. A Newton y otros gigantes
intelectuales de su tiempo cupo el honor de ser quienes dieran con el
método y establecieran las fórmulas para ir resolviendo aquellas
grandes cuestiones. Newton y otros como él inventaron
la Ciencia con mayúscula.
Nació
Isaac Newton en Woolsthorpe, Lincolnshire, un día de Navidad de
1642, justo el mismo año en que murió Galileo, por cuya obra Newton
manifestaría siempre una gran admiración. Su padre era un
agricultor puritano que contaba con razonable hacienda. Isaac nunca
llegó a conocerlo, pues murió antes de su nacimiento, lo que obligó
a su madre a contraer nuevas nupcias con un tal señor Smith, por
quien el joven Newton nunca sintió gran aprecio. A los doce años
fue enviado al King's School de Grantham, donde estudió latín,
griego, geometría y aritmética. De esta primera etapa escolar se
conservan anotaciones suyas en dos libros: Las Metamorfosis de
Ovidio y el Píndaro, de donde deducimos que a esa edad se
sentía inclinado por lo que podría llamarse literatura de evasión,
algo por otra parte muy natural.
Fue
en esta etapa preadolescente cuando según algunos de sus biógrafos,
Newton vivió su primera, última y única experiencia amorosa con
una niña llamada Catherine Storer, a la que colmaba de atenciones e
incluso llegó a obsequiar con una casa de muñecas que él mismo
había fabricado. Después de aquello no se tiene noticia de ninguna
otra relación con el sexo opuesto. Al parecer el joven Isaac era un
notable artesano. En su habitación fabricaba maquetas y un sinfín
de artilugios de madera, entre otros la reproducción de un molino de
viento cuya noria propulsaba un ratón. También sobresalía en el
dibujo, la captura de pájaros, la construcción de relojes o la
fabricación de tintas de colores. Todo un manitas. A los 18 años
ingresó en Cambridge, en el prestigioso Trinity College. Allí lo
que más atrajo su interés fue la magnífica biblioteca, donde
pasaba la mayor parte del tiempo, faltando a las clases con
frecuencia. Se graduó con notas mediocres, pero para entonces ya
había aprendido de memoria la Clavis mathematicae de William
Oughtred, la Geometría de René Descartes, la Óptica
de Johannes Kepler, la Opera mathematica de Viète y la
Aritmética de Wallis. Con semejante bagaje, Newton aventajaba
en conocimientos a muchos condiscípulos de los considerados más
brillantes.
Lo
siguiente fue familiarizarse con los trabajos de Galileo, Fermat y
Huygens, a quienes sin haber llegado a conocer, consideró siempre
sus maestros, manifestando por ellos gran veneración. Pero Newton
era hombre apasionado, capaz también de odiar con el mayor encono.
Tres fueron a lo largo de su vida, los principales blancos de sus
invectivas: Hooke en el terreno de la óptica; Leibniz en el de las
matemáticas, por las disputas que ambos mantuvieron en relación con
el cálculo diferencial; y la Iglesia Católica, así en general, por
motivos estrictamente teológicos. Sucedió a su maestro y mentor,
Isaac Barrow en la Cátedra Lucasiana de matemáticas, y fue en esta
etapa cuando Newton desarrolló la mayor parte de su gran obra
intelectual. Al abandonar Cambridge se trasladó a Londres, donde
ocupó diferentes cargos, entre otros, los de magistrado, preboste
real, miembro del Parlamento y director de la Casa de la Moneda.
Entre
sus logros científicos destacaremos el teorema del binomio,
la ley de la gravitación universal, el método
de fluxiones, sus trabajos en óptica y teoría
cromática, el perfeccionamiento de la geometría
analítica o el cálculo diferencial e integral.
Su obra cumbre, Philosophiae naturalis
principia mathematica, publicada en 1687, y conocida
universalmente simplemente como Principia,
significó un antes y un después en la Historia de la ciencia. En
ella se contienen los enunciados y desarrollos de las célebres tres
leyes de la dinámica: ley de la inercia, ley de la interacción
y la fuerza, y ley de acción y reacción. También en los
Principia apareció la célebre Ley
de la gravitación universal, que para muchos entre
los que nos incluimos, marca el momento culminante de la Revolución
científica. Si bien el modelo de universo propuesto por Newton
presentaba aun ciertas lagunas que en parte han sido llenadas por la
teoría de la relatividad de Einstein y por otros
descubrimientos posteriores, es necesario reconocer que el universo
newtoniano “funciona” a la perfección. Por poner un ejemplo,
toda la tecnología de los viajes espaciales de los últimos
cincuenta años se ha diseñado y construido siguiendo los principios
físicos formulados por Newton hace casi cuatro siglos.
Falleció
en 1727 a los 84 años de edad. A pesar de que en vida su talento fue
reconocido de forma unánime, siendo objeto de grandes honores y
homenajes, sus últimos años se vieron ensombrecidos por las
interminables disputas y controversias que mantuvo con otras figuras
de la ciencia (el caso de Leibniz fue el más conocido), sin duda
fruto de su carácter agrio. En un análisis practicado en el siglo
XX a sus restos, se encontraron cabellos con un alto contenido en
mercurio, probablemente a causa de los experimentos alquímicos que
solía realizar. Esto podría explicar en parte sus tendencias
depresivas y paranoides.
Concluiremos
rindiendo también nosotros homenaje a la memoria de Isaac Newton,
probablemente el científico más importante de todos los tiempos. Él
fue el primero en describir el funcionamiento físico del universo, y
quien inauguró un periodo de grandes descubrimientos, en el que la
confianza en la razón parece no tener límites. Deseamos
fervientemente que así sea.
Escojo
a mis amigos por su carácter y a mis enemigos por su talento. Oscar
Wilde.
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