miércoles, 29 de julio de 2015

OREOPITHECUS. EL AMANECER DE LOS GRANDES SIMIOS

Los restos de Oreopithecus se han encontrado en Italia, datándose en el final del Mioceno. Constituye la única especie y el único género hallado hasta la fecha de la familia de los oreopitécidos. Algunos paleontólogos lo consideran un mono del viejo mundo, otros destacan sus atributos simiescos e incluso hominoideos, especialmente su gran capacidad de braquiación. Hay quien le considera ascendiente directo de los grandes simios modernos, y quien le supone el antepasado que compartimos con ellos. En Bigotini nos inclinamos a pensar que Oreopithecus no fue sino un callejón sin salida evolutivo, uno de los primeros grandes monos cuyos rasgos avanzados son una probable consecuencia de la evolución convergente. Fijándonos en las reconstrucciones que se han hecho de él, algunas de las cuales ilustran este artículo, no podemos sino disculpar a quienes otorgan al fósil una importancia de la que seguramente carece. Los rasgos deliberadamente humanizados con que lo han imaginado algunos artistas nos inducen a mirarlo con simpatía.



Se le ha llamado también el simio de la montaña, y hasta hay quienes le dieron el curioso nombre de abominable hombre del carbón, debido a que sus restos se descubrieron en un depósito fósil de lignito en la región italiana de la Toscana. Su antigüedad se aproxima a los 14 millones de años. Oreopithecus alcanzaría la nada desdeñable altura de 120 cm. Presenta el hocico típico de un mono. También son de mono los huesos de sus tobillos. La frente, sin embargo, corresponde ya claramente a un simio. El rostro es pequeño y plano. La dentadura, dotada de caninos cónicos, es muy similar a la de los homínidos. Semejante mezcla, lejos de hablar a favor de un posible eslabón entre simios y humanos, se explica mejor si consideramos a Oreopithecus como un linaje independiente, lo que seguramente se corresponde con la realidad.

Los lugares donde se han hallado sus restos (yacimientos de lignito fósil blando) hablan en favor de un hábitat de selva húmeda. Oreopithecus se movía en las riberas fluviales y en ciénagas boscosas con una tupida vegetación. Su alimentación básica bien pudo estar compuesta de frutos, tallos y hojas de una gran variedad de plantas. Los brazos o patas delanteras, mucho más largas que las traseras, inducen a pensar que pasaba mucho tiempo en los árboles, y que empleaba la braquiación, balanceándose en las ramas, como método principal de locomoción en aquél medio arborícola. Es este un rasgo extraordinariamente moderno para aquel periodo. Y todavía es mucho más actual otra interesante y asombrosa característica de Oreopithecus: su capacidad para caminar (o al menos para correr) en posición erguida. Así lo indican claramente la estructura de su pelvis y su columna vertebral.

Como imaginar no cuesta nada, resulta muy sugestivo imaginar al simpático y humanizado Oreopithecus como un ancestro directo. Bien, ya hemos visto que no es así, y sin embargo uno no puede evitar esbozar una sonrisa ante el rostro casi humano con que algunos dibujantes especializados en paleontología han representado a este gran mono de largos brazos.

Siempre salgo con dos mujeres. No me gusta que las chicas regresen solas a casa de noche. Groucho Marx.


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