A
caballo entre el realismo mágico y la fantasía, entre García
Márquez y Borges, encontramos a este argentino universal. Enrique
Anderson Imbert nació
en Córdoba en 1910. Escritor, ensayista, profesor y crítico
literario, Anderson dominó sobre todo el relato breve, el cuento,
genuina expresión literaria de la imaginación más desbordada.
Estudió en Buenos Aires con maestros de la talla de Amado Nervo,
Alejandro Korn o Pedro Henríquez Ureña. Enseñó en las
universidades argentinas de Cuyo y de Tucumán, hasta que en 1947 fue
destituido de su cátedra, perseguido y obligado a exiliarse por el
régimen de Juan Domingo Perón. En Estados Unidos enseñó
literatura hispánica en la Universidad de Michigan hasta 1965 y en
la de Harvard hasta su jubilación en 1980. Sus veinte últimos años
se repartieron entre su país de adopción y su patria natal. Sus
ensayos sobre historia literaria hispanoamericana constituyen lectura
obligada para quienes se interesen por ella. Ya en su edad madura, y
sobre todo a partir de su jubilación como docente, Anderson se
entregó a la ficción con inusitado fervor, siendo autor de algunos
de los mejores relatos breves en lengua española.
En
sus facetas de crítico literario e historiador de la literatura,
Anderson Imbert se interesó por autores tan emblemáticos y a la vez
tan dispares como Rubén Darío, George Bernard Shaw o Domingo
Sarmiento, de cuya obra está considerado el principal especialista.
Falleció en Buenos aires en el año 2000. Biblioteca Bigotini ofrece
hoy a sus fieles seguidores una versión digital de su cuento El
fantasma, uno
de los más célebres y aplaudidos de los que forman parte de
colecciones y antologías del autor. Haced
clic en la portada y
dejaos atrapar por la mágica prosa de este argentino universal que
supo como nadie aportar ese impagable toque surrealista y fantástico
que tan bien caracteriza a la literatura hispanoamericana del siglo
veinte. Estoy seguro de que pasaréis un rato agradable con su
lectura.
La
democracia consiste en que llamen a la puerta de madrugada, y estés
seguro de que es el lechero. Winston Churchill.
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