Giuseppe Verdi |
La Traviata se
estrenó en el teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. A partir del libreto
de Francesco María Piave, su autor Giuseppe Verdi compuso una partitura intensa
y dramática, que se había de convertir en la más emblemática de la ópera
italiana y por extensión de la lírica mundial. Verdi, que entonces ya era un
autor reconocido y consagrado, apostó fuerte al elegir el argumento basado en
la célebre novela La dama de las camelias de Alejandro Dumas hijo, publicada
sólo un año antes, en 1852. La Traviata forma junto a Rigoletto (1851) e Il Trovatore (1853),
la trilogía
verdiana de óperas románticas, pero a diferencia de las otras dos
que recrean escenarios de épocas remotas, La Traviata escenificaba un
romanticismo contemporáneo y muy actual en su momento. El riesgo se
incrementaba aun más por lo escandaloso del argumento. Una señora declaró al
salir del estreno: in fondo è una puttana
(en el fondo no es más que una puta). Verdi lo esperaba, pero también era
consciente (algo infrecuente en los artistas) de que su obra tendría un recorrido
mucho mayor, y de que su creación trascendería lo temporal, convirtiéndose en
un monumento operístico.
En
efecto, así fue. A pesar de la oposición en el estreno de parte del público y
de la crítica más conservadora, sólo un año más tarde, en 1854, La Traviata se
repuso en San Benedetto, el otro teatro veneciano, con un éxito clamoroso. La
protagonista de la ficción, Violetta Valéry, la “Traviata” o extraviada, guardaba ciertas similitudes con
Giuseppina Strepponi, la compañera sentimental del compositor. Como en otras
obras de Verdi, desde el principio se presenta al espectador el conflicto entre
el plano personal e íntimo del personaje central, y su posición social enfrentada
a las imposiciones morales. Los acontecimientos se desarrollan en tres actos.
En el primero, que tiene lugar en los salones de la protagonista, se produce el
enamoramiento de Violetta, célebre cortesana parisina, y el joven Alfredo
Germont. El segundo comienza en una casa de campo de las afueras de París,
donde la pareja de enamorados vive un feliz pero efímero idilio, truncado por
la visita de Giorgio Germont, el padre de Alfredo. Monsieur Germont insiste en
que su relación debe terminar en nombre de las convenciones sociales.
Presionada por los ruegos del padre y consciente de que la progresión de su
tuberculosis le deja un estrecho margen de vida, Violetta accede noblemente al
sacrificio, prometiendo abandonar a Alfredo. La siguiente escena, situada en el
palacio de Flora, otra cortesana amiga de Violetta, concluye con un Alfredo
despechado y desesperado, que arroja a la cara de Violetta el dinero que acaba
de ganar en el juego.
En
el definitivo tercer acto encontramos a una Violetta ya muy enferma en la cama
de su dormitorio. Le atienden Annina, su doncella, y el doctor Grenvil.
Alfredo, que ya conoce toda la verdad, y está enterado del sacrificio de su
amada, corre a su cabecera a implorarle perdón y jurarle amor eterno. Vuelve la
felicidad a la pareja, y juntos comienzan a hacer planes, henchidos de ilusión.
Repentinamente Violetta palidece y literalmente agoniza. Llegan Germont padre y
el doctor Grenvil, pero es ya demasiado tarde. Violetta expira finalmente en
los brazos de Alfredo.
A
lo largo de la historia operística varias han sido las Violettas notables.
Acaso ninguna otra como María Callas, que en 1955, en la plenitud de su
carrera, interpretó una Traviata que marcó un antes y un después en la historia
de la obra. Las traviatas anteriores habían sido cortesanas avergonzadas de su
condición. La gran cantante griega hizo una Violetta fuerte, nada ingenua y de
una estatura trágica singular. Por vez primera dotó al papel de una dignidad y
un orgullo sin precedentes. Muchas otras sopranos han seguido después los pasos
de la Callas. Hoy en el blog del profesor Bigotini os ofrecemos el enlace para
visionar (y sobre todo, escuchar) la versión digital más lograda de cuantas
pueden encontrarse en la red. Se trata de una grabación en directo realizada en
el Festival de Salzburgo de 2005.
Carlo Rizzi dirige la Filarmónica de
Viena. En los papeles masculinos dos especialistas: Rolando Villazón como
Alfredo y Thomas Hampson como monsieur Germont. Pero lo más notable es la
presencia de una Violetta monumental: Anna Netrebko, soprano que une a su voz
extraordinaria, unas dotes dramáticas excepcionales. En la plenitud de su
talento y su belleza, la Netrebko es apasionada, intensa, sexy y de una
contundencia interpretativa asombrosa. Además la puesta en escena, moderna a la
vez que rigurosa, contribuye a acentuar si cabe, el dramatismo y la emoción. Si
como al viejo profe y a mí, os gusta la lírica y os gusta La Traviata, haced clic en la
imagen y preparaos para sentir un torbellino de emociones, y hasta
para soltar alguna lagrimita. Que disfrutéis.
La
obra tiene unos decorados maravillosos. Lástima que los actores se empeñen en
ponerse delante. Alexander Woollcott (crítico teatral).
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