Aunque
en la mayoría de las reseñas biográficas se dice que Euclides
vivió entre 325 y ![]() |
| Parte de un papiro original de la obra de Euclides |
En
el equipo del profesor Bigotini nos inclinamos a considerar a Euclides un
personaje real. Su principal obra, Los elementos,
acaso el texto científico más editado y estudiado de todos los tiempos, es una
ordenada recopilación del conjunto del saber geométrico y matemático de su
tiempo. No solo eso. Los elementos de
Euclides, en sus diferentes versiones modernizadas (prácticamente sin
variaciones hasta el siglo XIX), han sido y siguen siendo la fuente principal
de aprendizaje de la geometría en todos los países del mundo. Se han traducido
a todos los idiomas civilizados, y con toda seguridad tú que ahora lees esta
reseña, habrás aprendido en la escuela los principios básicos de la geometría
con este texto. Si puede hacerse alguna objeción a Los elementos, es que tal vez no contienen ningún hallazgo
original, pues todos los teoremas y leyes que recoge habían sido ya formulados
anteriormente por Pitágoras, Tales, Teeteto o Eudoxo, entre otros. La gran
virtud de Euclides radica en su capacidad para reunir todo un conjunto
heterogéneo de principios y axiomas, y presentarlos de una forma tan ordenada y
coherente, que de facto constituyen
la base de la mayor parte de los campos del conocimiento científico: física,
química, matemáticas, astronomía, cosmología…![]() |
| Alegoría de la Geometría |
Si
todavía conservas el libro de geometría que estudiaste cuando tenías doce o
trece años, desde el blog de Bigotini te proponemos que lo rescates del baúl de
los recuerdos, lo hojees y consideres que todas esas proposiciones fundamentales
que contiene, y que hoy resultan tan útiles en ingeniería, y tan básicas en
nuestro mundo tecnológico, se propusieron y demostraron en el Mediterráneo
oriental cuando en la mayor parte del resto del mundo aun reinaban la barbarie
y la indigencia intelectual.
Al
cerebro le pasa lo mismo que al estómago. Sólo puede confiársele aquello que es
capaz de digerir. Winston Churchill.


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