Los
orígenes de la ciudad-estado de Esparta
se remontan a un periodo anterior al siglo IX a.C. Fue en esta época cuando en
la antigua Grecia hicieron su aparición los dorios,
últimos invasores de la Grecia continental y del Egeo. Los dorios eran un
pueblo ario procedente de un norte indeterminado, que algunos han identificado
con Tracia o Iliria, y otros más atrevidos o más imaginativos han querido
extender hasta el lejano norte de Europa. Coexistieron, y en muchos casos
reemplazaron, a los jonios, que siglos atrás habían protagonizado
la anterior invasión. Ambos, jonios y dorios, adoraban a una deidad masculina
que en el panteón griego se identifica con Zeus, y se impuso a la gran diosa
madre de los pelasgos,
primitivos habitantes de la región, relegando a estos últimos a Creta, las
Cicladas y otros puntos del Mediterráneo oriental.
Los
dorios erigieron su principal emplazamiento en Laconia, región del extremo sur
del Peloponeso. Esparta era su capital, desde la que dominaron a sus vecinos
inmediatos (periecos e ilotas), a quienes despojaron de derechos políticos. Los
espartanos constituyeron un estado militar que se transformó en uno de los más
extensos y prósperos de la antigua Grecia. Los ciudadanos con derechos o espartiatas
constituyeron una estructura política reflejada en asambleas populares llamadas
Apella.
Las presidían los dos reyes rodeados por la Gerousia, una especie de senado integrado por
veintiocho ancianos mayores de sesenta años. También tenían un papel importante
los éforos,
que en número de cinco se elegían anualmente por la asamblea popular de
espartiatas. Eran generalmente individuos de extracción humilde que, si creemos a Aristóteles, trataban de lucrarse
durante su anualidad, dado que su falta de
medios posibilitaba que fuesen comprados. La diarquía o coexistencia de dos
reyes se ha interpretado como un signo de equilibrio entre la aristocracia de
los invasores dorios y los antiguos pobladores predorios: aqueos (jonios y
mesenios), micénicos, arcadios y minóicos (pelasgos).![]() |
| Edgar Degas. Jóvenes espartanos. 1860 |
Aunque
no es ni científico ni recomendable juzgar a las sociedades antiguas con la
mentalidad y el rasero contemporáneos, resulta inevitable comparar la sociedad
espartana con estados totalitarios más cercanos a nosotros en el tiempo. Calificar
a los espartanos de protonazis no tiene otro valor que el metafórico que a
menudo aplicamos a la divulgación histórica. El profesor Bigotini, siempre
entregado a la investigación, no duda en situarse en primera línea para
convertirse en observador privilegiado de la Historia. En la ilustración podéis
verle disfrazado de cariátide a costa
de poner en grave riesgo su integridad.
La
libertad no hace más felices a los hombres. Los hace sencillamente hombres.
Manuel Azaña.

No hay comentarios:
Publicar un comentario