La
cardioide, curva cuya forma recuerda la de
un corazón, ha fascinado durante siglos a los hombres de ciencia, por sus
propiedades matemáticas, sus aplicaciones prácticas y su belleza innegable.
Podemos generar una curva de esta naturaleza de manera muy sencilla, no hay más
que seguir un punto de una circunferencia que rueda sin deslizar, en torno a
otra circunferencia fija de idéntico radio. El prefijo cardio nos orienta acerca del origen griego del término, y su
ecuación polar puede escribirse como r = a(1-cosq). El área de la
cardioide es (3/2) pa2, siendo su perímetro 8ª.
También
es posible generar una cardioide dibujando una circunferencia C, y fijando
sobre ella un punto P. Fijado dicho punto, se dibujan una serie de
circunferencias con centro en la circunferencia C, y que pasen por P. Obtenemos
así una cardioide con gran facilidad.
Encontramos
la cardioide en una gran variedad de campos matemáticos que, en apariencia, no
tienen nada en común, desde las curvas
cáusticas de la óptica, hasta la forma central del conjunto de Mandelbrot en geometría fractal.
En
cuanto a la historia de la curva, la encontramos desde antiguo, ya en el siglo
XVI, en algunos grabados de Alberto Durero que aparecen en su obra Underweysung der Messung (Enseñanzas
sobre la Medida), que se imprimió en 1525. El abogado y matemático aficionado
Etienne Pascal, padre del célebre Blaise Pascal, fue el primero en estudiar
formalmente, hacia 1637, el caso más general de la curva, que también se conoce
por eso como Limaçon de Pascal. En
1674, el astrónomo e ingeniero danés Ole Romer incluyó a la cardioide en su
investigación sobre formas eficientes para ruedas dentadas. El matemático
francés Philippe de la Hire halló en 1708 su longitud, pero el nombre de cardioide, tan evocador, no lo
encontramos hasta 1741, cuando Johann Castillon la llamó así en su tratado
sobre las Philosophical Transactions,
de la Royal Society londinense.
Glen
Vecchione afirma de las cardioides que pueden
mostrar las pautas de interferencia y congruencia de ondas que irradian
concéntricamente de una fuente puntual. Algo que, aunque así expresado
pudiera parecer algo abstruso, es en realidad enormemente práctico, porque
gracias a esta propiedad podemos identificar las áreas de mayor sensibilidad de
antenas y micrófonos. La propiedad de curva cardioide que posee un micrófono,
hace que recoja con mayor intensidad y nitidez los sonidos procedentes de la
zona frontal, y en cambio, minimice los que proceden de la zona posterior.
Vemos
pues cómo, una vez más, las matemáticas y la geometría nos proporcionan
utilidad y belleza a partes iguales. Laus
Deo.
El cine es un lugar donde puede aprenderse mucho sobre el amor… siempre que no nos distraiga la película.
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