miércoles, 11 de septiembre de 2024

ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LOS REINOS ORIENTALES

 


Antes de las grandes conquistas del siglo XIII, el territorio de la Corona de Aragón se limitaba al propio reino de Aragón y al principado de Cataluña. Aragón, más extenso pero mucho menos poblado, debía contar con unos 200.000 habitantes en una región con aplastante predominio rural. Tenía importantes zonas de regadío, herencia de la etapa musulmana, que en muchos casos seguía estando a cargo de la población mudéjar que permaneció en el territorio tras las sucesivas conquistas cristianas. También era importante el cultivo del cereal, el olivo, la vid, hortalizas, frutas y hasta algunos cultivos preindustriales como los del cáñamo, el lino y el esparto. La cabaña ganadera ovina practicaba la trashumancia entre el valle del Ebro y la sierra de Albarracín. La vida urbana, sin embargo, no había adquirido tanta pujanza, con la única excepción de la capital del reino, Zaragoza, donde se desarrollaba una importante actividad artesana y mercantil.


Zaragoza se incorporó además, sobre todo a partir del último tercio del XIII, a las rutas catalanas y levantinas del Camino de Santiago. Peregrinos que llegaban a la península a través del Pirineo oriental o por vía marítima a través del Mediterráneo, pasaban por Zaragoza que de esa forma se convirtió en una segunda Jaca en lo relativo a las rutas jacobeas. En Zaragoza se levantaron hospitales que llegaron a rebasar la veintena. La vida urbana zaragozana se enriqueció en ese tiempo de forma considerable. Contó con una gran lonja de mercaderes, sus menestrales se organizaron en gremios, y cobró gran importancia la organización municipal con un concejo formado por los jurados y presididos por un jurado en cap, dotados todos de amplia autonomía para organizar la actividad política de la capital. Particular importancia como vía de comunicaciones tuvo también el Ebro, entonces navegable en un prolongado tramo desde su desembocadura en el delta, hasta su curso navarro y ya en menor medida, castellano.


En el mismo periodo, los condados catalanes, aunque con menor extensión territorial, se acercaban y posiblemente superaban los 500.000 habitantes. También allí tenía importancia la agricultura, sobresaliendo los cultivos de arroz, olivo, viñedo y frutos secos. En ganadería, el cerdo fue la actividad pecuaria más extendida. Pero lo más notable de la Cataluña medieval era ya con diferencia su actividad artesanal y mercantil. Contaba con una industria textil pujante en Barcelona, Gerona o Vic. También en Barcelona alcanzaron gran desarrollo la platería, la cerámica o la manufactura del coral. El comercio floreció en la llamada vía francígena, que conectaba el Ampurdán con Tarragona. A lo largo de ella surgieron mercados y ferias como las de Figueras, Gerona, Tarragona o Reus. Pero sobre todos los demás núcleos urbanos, sobresalía Barcelona, que se convirtió de facto en la capital económica de la Corona de Aragón. Su puerto bullía de actividad comercial, exportando productos como cuero, tejidos, coral o azafrán, e importando especias, seda, pieles, algodón y sobre todo esclavos. Ese comercio vergonzante de seres humanos fue en siglos posteriores y sobre todo ya en época contemporánea, objeto de una especie de acuerdo tácito de silencio. Sin embargo, existen suficientes indicios para considerarlo acaso como el principal motor de la economía urbana barcelonesa.


Al amparo del auge de la actividad comercial, se creó hacia 1282 el consulado del mar, cuyas normas se recogieron en tiempos de Pedro III en las Costums de mar, un texto pionero en derecho marítimo internacional. Tras la expansión marítima de la Corona, se crearon consulados en decenas de localidades portuarias del Mediterráneo, llegando hasta puntos tan orientales como Bujía, Alejandría o Constantinopla. Tras las conquistas de Mallorca y del reino de Valencia, tanto Palma como la capital valenciana, ofrecieron condiciones óptimas para desarrollar el comercio de forma exponencial. Ambos núcleos urbanos de los nuevos territorios, se añadieron a Barcelona y Zaragoza como principales ciudades.


En cuanto al panorama social, el grupo más privilegiado que secundaba al propio rey en importancia, era el estamento de la alta nobleza. Apellidos ilustres en Aragón fueron los Luna, los Urrea, los Abarca, los Asso o los Jordán de Urriés. A estas grandes casas, que ya lo eran desde los tiempos del primitivo Aragón pirenaico, se unieron después las que tenían origen en los innumerables bastardos de Jaime I, como los Híjar, los Blasco, los Borja, los Ayerbe o los Castro. En tierras catalanas existió también una nobleza baronial con linajes como los Moncada, los Cardona o los Rocaberti. Estas grandes casas aragonesas y catalanas detentaban el poder político por su cercanía a los monarcas, y el económico por poseer amplios dominios territoriales. La baja nobleza, los cavallers, era más heterogénea, incorporándose a ella nuevos miembros casi siempre como consecuencia de acciones de guerra que se premiaban con honores y mercedes diversas.


Los menestrales y campesinos constituían el sector mayoritario: villanos que trabajaban sus propias tierras, villanos de parata o collazos que cultivaban predios ajenos, mezquinos de condición semiservil, y exaricos o campesinos mudéjares de ínfima condición. Aun por debajo de todos ellos estaban naturalmente, los esclavos, a quienes no correspondía derecho alguno ni otro destino que el de morir sirviendo a sus amos.

En el reino de Aragón, los mudéjares eran muy numerosos, calculándose que representarían alrededor del 35% de la población. Aun mucho más numerosos fueron los mudéjares en el reino de Valencia, llegando a ser con diferencia el grupo mayoritario. En Cataluña la población mudéjar era más reducida, limitándose mayoritariamente a las zonas rurales más cercanas a Aragón. Los judíos eran habitantes de los núcleos urbanos, dedicándose sobre todo al comercio. En Aragón, Zaragoza era la principal judería. En Cataluña hubo importantes aljamas en Barcelona, Tárrega y Lérida. En Mallorca persistió durante siglos una numerosa comunidad judaica, cuyos miembros eran conocidos como chuetas.

La política hace extraños compañeros de cama. El matrimonio, a veces, también. Groucho Marx.


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