Madrileño
nacido en 1806, Juan Eugenio Hartzenbusch
fue hijo de una española y un ebanista alemán, cuyo taller quedó destruido en
la guerra contra el francés. Con solo dos años, quedó huérfano de madre. Cayó
su padre enfermo y como represalia por sus ideas políticas, fueron confiscados
los bienes familiares en 1823, tras el trienio liberal. Juan Eugenio se casó
muy joven, con apenas catorce años. Enviudó muy pronto, y volvió a casarse con
menos de dieciocho. Tuvo una infancia y una adolescencia durísimas, trabajando
en el taller de su padre y estudiando de noche hasta lograr acceder a la
educación superior, toda una hazaña para un muchacho pobre en aquel tiempo. La
primera vez que asistió a un teatro como espectador, quedó tan fascinado que se
propuso dedicar su vida y su talento a la escritura. Como puede apreciarse por
estos datos, fue Hartzenbusch todo un ejemplo de superación personal.
Buceando en textos antiguos, el joven Juan Eugenio adaptó a la escena viejas comedias de nuestro siglo de oro. A fuerza de insistencia, consiguió al fin ver estrenadas algunas con desigual éxito. A la vez que dramaturgo, se convirtió en escenógrafo, y en el madrileño teatro del Príncipe, prácticamente no hubo oficio que no desempeñara, ni pito que no tocara. Pasaron por las tablas del Príncipe diferentes directores, estrenaron sus comedias diferentes autores, y las representaron diferentes comediantes, pero allí no se daba un paso que no supervisara Hartzenbusch. Hacia 1834, nuestro hombre comenzó a publicar artículos en la Gaceta de Madrid. Aprendió taquigrafía, y poco después se convirtió en taquígrafo del Diario de Sesiones del Congreso. En 1837 alcanzó al fin un rotundo éxito como dramaturgo, tras el estreno en su teatro del Príncipe del drama Los amantes de Teruel, que sería y sigue siendo casi dos siglos más tarde, la obra más conocida del autor. Fue su éxito tan clamoroso que el drama no se limitó a representarse en Madrid, sino que recorrió los escenarios de la mayor parte de las provincias. Se publicó también el texto en gacetas y revistas literarias, con lo que terminó de alcanzar la enorme popularidad que desde entonces ha tenido.
La
historia de amor de Isabel de Segura y Diego de Marcilla hunde sus raíces en la
tradición popular. Recurrió Hartzenbusch a varias fuentes documentales para
enriquecer su drama, y en conjunto, Los
amantes es con permiso del Tenorio
de Zorrilla, probablemente la obra teatral más emblemática del Romanticismo literario español. Tanto la
trama como el desarrollo de la obra, responden a la más pura esencia de lo
romántico. Una especie de manifiesto de aquel movimiento literario y cultural,
en su versión teatral.
En
cuanto al resto de su producción literaria, destaca en ella la dramaturgia con
obras como Doña Mencía (1839), Alfonso el Casto (1841), La Jura de Santa Gadea (1845), La madre de Pelayo (1846) o La luz de la raza (1852), todas ellas
encuadradas en el drama romántico. Fue además autor de comedias de magia, a
imitación de las que hicieron furor en el XVIII, e incluso sainetes. También
destacó como traductor de grandes clásicos europeos, pues dominaba el alemán,
el italiano, el francés y el inglés.
Quizá la faceta más desconocida de Hartzenbusch es la de fabulista. Inspirándose sobre todo en autores alemanes, y en clásicos españoles como Lope, Calderón o Mateo Alemán, dio a la imprenta en 1843 una colección de Fábulas muy apreciable tanto desde el punto de vista literario como antropológico y folclórico. Son precisamente las Fábulas de Hartzenbusch las que traemos a nuestra atípica biblioteca Bigotini. Clic en el enlace y a disfrutar la esencia de uno de los autores esenciales del Romanticismo español.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=F%C3%A1bulas.pdf
La emperatriz Sofía
cuatro veces al año repartía
en pública sesión dos medallones,
cada cual de valor de cien doblones.
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