Histriónico
hasta la exageración, Jerry Lewis
nació demasiado tarde. Unas cuantas décadas atrás, su gesticulación y sus
locuras habrían hecho las delicias de los espectadores del cine silencioso de
los felices veinte. No obstante, en los sesenta, en los prodigiosos sesenta,
cosechó éxitos importantes, primero acompañando a Dean Martin en aquellas
comedias de pareja para las que debieron apañarse con un único guión. Más tarde
en solitario, ya fuera encarnando a un botones algo viejo ya para el oficio, a
un doctor estrafalario, a un recluta torpe o a un profesor chiflado. La receta
tampoco variaba demasiado: un muchacho tímido, desgarbado y algo simplón, pero
honrado y valeroso en los momentos cruciales, que al final conquistaba a la
chica despampanante de turno. Moraleja: América no sólo es el país de las
oportunidades en el terreno social o el económico; también lo es en el terreno
amoroso, porque cualquier patán, siempre que sea limpio de corazón, será capaz
de llevarse al huerto a bombones como Paula Prentiss, como Stella Stevens o
como Shirley McLane. Otra vuelta más de tuerca de la propaganda yankee, como
dirían los barbudos de Sierra Maestra.
En cualquier caso, Lewis era un showman divertido y alocado que hizo las delicias de los chiquillos que fuimos a ver sus pelis a los cines de barrio. Además era una especie de atleta o de contorsionista que habría podido ganarse la vida en el circo. Como demostración, aquí tenéis una de sus escenas más locas, la del baile que se marcó en ¡Quiero bailar!, una actuación notable y una coreografía sobresaliente. Clic en este enlace y ¡hala, a bailar!
https://www.youtube.com/watch?v=Q0X8gG9lOcM
Próxima entrega: Stella Stevens
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