A
Yul Brynner se le adjudicaron al menos
media docena de nacionalidades. Su origen estuvo siempre envuelto en un
misterio que él mismo se encargó de alimentar. Hasta se dijo que era gitano y
la Unión Romaní le otorgó el título de rey. Una de las pocas certezas que se tienen
sobre Brynner es que se crió en Rusia, en Vladivostok. Fue guitarrista,
acróbata, trapecista, jinete y hasta payaso en el circo. En 1941 viajó a
Estados Unidos en una gira teatral de la compañía soviética en que trabajaba.
Para entonces, además del ruso, hablaba con soltura francés, alemán e italiano.
También hablaba inglés, pero en sus comienzos primero en televisión, luego en
el teatro y finalmente en el cine americano, exageraba su acento ruso y
cultivaba su aspecto exótico hasta el extremo de afeitarse el cráneo. Sabía que
lo iban a encasillar, pero no le importaba.
Ganó
un Oscar con su primer protagonista, El
rey y yo, y a partir de entonces se hizo un sitio entre los grandes de
Hollywood. Después no hubo película de época, de aventuras o ambientada en
lejanos países, en la que los productores no pensaran en Yul Brynner. Fascinó a
Cecil B. de Mille hasta el punto de estar dispuesto a renunciar a hacer Los diez mandamientos si no contaba con
él para el papel de Ramsés. En lo personal parece que fue también un donjuán
notable. Muchas mujeres le encontraron fascinante a pesar de la calva o quién
sabe si precisamente por ella. Forzosamente habrá que admitir que fue un buen
actor, si llegó a resultar creíble incluso en un western (magnífico, por
cierto) como Los siete magníficos.
Para recordar su talento y su trabajo os proponemos un documental biográfico que repasa su trayectoria personal y profesional. Haced clic en el enlace, y a disfrutar.
https://www.youtube.com/watch?v=iXJMU8WUYJ8
Próxima entrega: Julie Andrews
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