domingo, 1 de mayo de 2022

FILOGENIA CARDIACA. LA HISTORIA EVOLUTIVA DEL CORAZÓN

 


El corazón es uno de los órganos cuyo funcionamiento resulta imprescindible para la vida. Si la bomba se detiene no es posible la circulación sanguínea, sobrevienen el colapso y la muerte inmediata.

Entre los vertebrados la bomba muscular que constituye el corazón ha ido cambiando su configuración a lo largo de los últimos 500 millones de años. Tomemos como punto de partida el corazón de los peces. Se trata de una estructura extremadamente simple, pero no por ello menos eficaz. Los peces poseen dos únicas cámaras cardiacas: aurícula y ventrículo; y dos territorios circulatorios, el de la sangre venosa que se proyecta hacia las branquias para ser reoxigenada, y el de la sangre arterial que aporta oxígeno al organismo.

En sus descendientes los anfibios, el primitivo corazón evoluciona hacia tres cámaras, dos aurículas y un solo ventrículo. Finalmente, las aves y los mamíferos poseemos el corazón complejo que conocemos, dividido en cuatro cavidades: dos superiores o aurículas, y dos inferiores o ventrículos. La separación de las cuatro cámaras garantiza que no se mezcle la sangre dirigida a los pulmones con la sangre oxigenada que se dirige al resto del organismo. Esto resulta vital para los animales de sangre caliente que necesitamos mayor aporte de oxígeno para costear el enorme gasto energético necesario para mantener un índice metabólico tan elevado como el nuestro.

En el orden de los reptiles únicamente los cocodrilos comparten con nosotros las cuatro cavidades cardiacas. El resto de los reptiles tiene sólo tres, como los anfibios. Para desesperación de creacionistas y demás iluminados, también en la evolución cardiaca existen formas intermedias. Concretamente las lagartijas y las tortugas tienen algo parecido a un corazón mamífero, con la salvedad de que ambos ventrículos no están completamente separados, por lo que se mezclan en parte las sangres arterial y venosa, lo que conlleva una menor eficacia metabólica, como corresponde a animales de sangre fría.



Recientemente científicos del Instituto Gladstone de enfermedades cardiovasculares de San Francisco (GICD) han publicado en la revista Nature el hallazgo del gen Tbx5, que las aves y los mamíferos compartimos con lagartijas y tortugas. El matiz está en que en nuestro caso el gen durante la fase embrionaria participa activamente en el desarrollo de la zona izquierda del corazón, sin tener el menor papel en la región derecha; mientras que en los reptiles el mismo gen desarrolla todo el órgano. Los científicos del GICD han experimentado con ratones, extendiendo la actividad del Tbx5 también a la región derecha. El sorprendente (o quizá no tan sorprendente) resultado, es que en estos ratones manipulados, los ventrículos no terminan de separarse, quedando en comunicación como en el caso de los reptiles. Esta investigación abre un camino extraordinariamente prometedor a la medicina, ya que con toda probabilidad el gen Tbx5, más concretamente su disfunción, está involucrado en la génesis de ciertas malformaciones congénitas como la comunicación interventricular, que a veces afectan a los recién nacidos de nuestra especie y que en un futuro podrían prevenirse. La clave está en averiguar el mecanismo por el que el gen participa en la formación completa del corazón o se limita sólo a la región izquierda. Nuevos retos que habrá que superar, y grandes esperanzas que iluminan el horizonte con brillantes luces. Como en las novelas de Dickens.

Evolución: Partiendo de la nada, alcancé las más altas cimas de la miseria.  Groucho Marx.


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