El corazón es uno de los órganos
cuyo funcionamiento resulta imprescindible para
Entre los vertebrados la bomba
muscular que constituye el corazón ha ido cambiando su configuración a lo largo
de los últimos 500 millones de años. Tomemos como punto de partida el corazón
de los peces. Se trata de una estructura extremadamente simple, pero no por
ello menos eficaz. Los peces poseen dos únicas cámaras cardiacas: aurícula y
ventrículo; y dos territorios circulatorios, el de la sangre venosa que se
proyecta hacia las branquias para ser reoxigenada, y el de la sangre arterial
que aporta oxígeno al organismo.
En sus descendientes los anfibios, el primitivo corazón evoluciona hacia tres cámaras, dos aurículas y un solo ventrículo. Finalmente, las aves y los mamíferos poseemos el corazón complejo que conocemos, dividido en cuatro cavidades: dos superiores o aurículas, y dos inferiores o ventrículos. La separación de las cuatro cámaras garantiza que no se mezcle la sangre dirigida a los pulmones con la sangre oxigenada que se dirige al resto del organismo. Esto resulta vital para los animales de sangre caliente que necesitamos mayor aporte de oxígeno para costear el enorme gasto energético necesario para mantener un índice metabólico tan elevado como el nuestro.
En el orden de los reptiles
únicamente los cocodrilos comparten con nosotros las cuatro cavidades
cardiacas. El resto de los reptiles tiene sólo tres, como los anfibios. Para
desesperación de creacionistas y demás iluminados, también en la evolución
cardiaca existen formas intermedias. Concretamente las lagartijas y las
tortugas tienen algo parecido a un corazón mamífero, con la salvedad de que
ambos ventrículos no están completamente separados, por lo que se mezclan en
parte las sangres arterial y venosa, lo que conlleva una menor eficacia
metabólica, como corresponde a animales de sangre fría.
Recientemente científicos del
Instituto Gladstone de enfermedades cardiovasculares de San Francisco (GICD)
han publicado en la revista Nature el hallazgo del gen Tbx5, que las aves
y los mamíferos compartimos con lagartijas y tortugas. El matiz está en que en
nuestro caso el gen durante la fase embrionaria participa activamente en el
desarrollo de la zona izquierda del corazón, sin tener el menor papel en la
región derecha; mientras que en los reptiles el mismo gen desarrolla todo el
órgano. Los científicos del GICD han experimentado con ratones, extendiendo la
actividad del Tbx5 también a la región derecha. El sorprendente (o quizá no tan
sorprendente) resultado, es que en estos ratones manipulados, los ventrículos
no terminan de separarse, quedando en comunicación como en el caso de los
reptiles. Esta investigación abre un camino extraordinariamente prometedor a la
medicina, ya que con toda probabilidad el gen Tbx5, más concretamente su
disfunción, está involucrado en la génesis de ciertas malformaciones congénitas
como la comunicación interventricular, que a veces afectan a los recién nacidos
de nuestra especie y que en un futuro podrían prevenirse. La clave está en
averiguar el mecanismo por el que el gen participa en la formación completa del
corazón o se limita sólo a la región izquierda. Nuevos retos que habrá que
superar, y grandes esperanzas que iluminan el horizonte con
brillantes luces. Como en las novelas de Dickens.
Evolución: Partiendo de la nada, alcancé las más altas cimas de la miseria. Groucho Marx.
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