Nacida
hacia 370 probablemente en la propia Alejandría, Hipatia
fue la primera matemática de la historia y la primera mujer científica de quien
se tiene noticia. La segunda que se hizo un nombre en la ciencia, María Agnesi,
no lo hizo sino hasta bien entrado el Renacimiento, más o menos mil años
después.
Muy
poco es lo que sabemos de Hipatia, acaso porque el cristianismo, a cuyos fieles
fanáticos se atribuye su martirio, se ha esforzado en silenciar su obra y hasta
su propia existencia. Parece que Hipatia se consideraba a sí misma neoplatónica
y seguidora de la escuela pitagórica. Se sabe que era muy hermosa y que
permaneció célibe por su propia voluntad a pesar de las muchas proposiciones de
matrimonio que recibió. Ella solía decir que estaba casada con la verdad. Sus
más intransigentes rivales filosóficos fueron los cristianos alejandrinos que
la tildaban de pagana, no admitiendo sus ideas platónicas sobre la naturaleza
de Dios, ni sus afirmaciones sobre la vida después de la muerte.
En
el terreno matemático, que fue el que Hipatia pisó con mayor firmeza, destacan
sus Comentarios
a la Arithmetica de Diofanto. Su especialidad fueron las soluciones
enteras del sistema de ecuaciones x - y = a y x2 – y2 = (x – y) + b;
donde a y b son datos conocidos, y el problema consiste en encontrar
valores enteros para x, y, a y b que cumplan ambas ecuaciones.
Lamentablemente,
aquellos eran tiempos violentos en los que se discutía acaloradamente por
cualquier matiz teológico. Puede imaginarse que una declarada y notoria pagana
como Hipatia no iba a sustraerse a las iras del fanatismo religioso. En el año
415 una turba de cristianos enloquecidos la asaltó, la desnudó y la martirizó
arrancándole la carne con conchas afiladas. El universal signo de los
peregrinos del apóstol convertido en instrumento de tortura y de muerte. ¡Qué
bárbara paradoja! A continuación fue despedazada y quemada. Otra víctima del
fanatismo y la ignorancia convenientemente manipulada.
La
muerte de Hipatia marcó en cierta forma el ocaso de Alejandría como centro
cultural del mundo, y el final de una era pródiga en tolerancia y en avances
científicos. Tras su martirio, muchos sabios y eruditos huyeron de Alejandría,
temerosos de correr su misma suerte.
Si no os digo cuántos años tengo, es porque creo en la propia edad privada.
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