La
teoría
endosimbiótica, formulada entre otros por la eminente evolucionista Lynn
Margulis, sostiene que hace aproximadamente unos 1.500 millones de
años, una célula procariota,
probablemente una especie de bacteria primitiva especializada en obtener
energía de los nutrientes orgánicos empleando el oxígeno molecular como agente
oxidante, pero quizá de vida efímera y constantemente amenazada, encontró
refugio en el interior de otra célula mayor, procariota como ella, o acaso ya eucariota y por lo tanto más evolucionada. Este curioso fenómeno de
fagocitosis de un organismo
unicelular por otro, sin que se produzca una inmediata digestión, lejos de ser
extraordinario, se observa con frecuencia entre bacterias y en el mundo
microbiológico en general.
En el caso que nos ocupa, ambos organismos pudieron llegar a un entendimiento tácito: la bacteria fagocitada proporcionaría energía a su hospedadora, y ésta ofrecería a su pequeña huésped un medio estable, seguro y rico en nutrientes. Este mutuo beneficio hizo que con el tiempo, y después de sucesivas generaciones, las células invasoras acabaran formando parte integrante del organismo mayor. Se produjo una simbiosis permanente entre las mitocondrias y las células que las albergan. Hoy día, todos los organismos pluricelulares que descendemos de aquel primitivo y hospitalario organismo, albergamos en nuestras células una ingente cantidad de esas valiosas mitocondrias.
Abona
la teoría
endosimbiótica el gran parecido existente entre las mitocondrias
y las bacterias, en cuanto a tamaño, estructura, componentes y funcionamiento. Las
mitocondrias
poseen también su propia membrana, y lo que es más importante: su propio ADN,
el ADN
mitocondrial, completamente diferente del ADN nuclear de nuestras células. Ocurre que a lo largo de nuestra
ya larga historia en común, la mayor parte de los genes mitocondriales han
sido transferidos al núcleo, por lo que la
mitocondria no es viable fuera de la
célula hospedadora, y a su vez, ésta
tampoco puede sobrevivir sin mitocondrias. Sin embargo, en los seres de
reproducción sexual, el ADN
mitocondrial, a diferencia del ADN nuclear, no es producto de la mezcla
de los genes de ambos progenitores, sino que procede directamente de la hembra, de
Las mitocondrias actúan como centrales energéticas, proporcionando a la célula la energía necesaria para llevar a cabo la actividad celular, proceso que se conoce como respiración celular. Prácticamente todo el alimento y todo el oxígeno que ingresas en tu organismo, es finalmente entregado a las mitocondrias, que almacenan energía mediante un proceso bioquímico consistente en transformar todos los aportes que ingresas, en una sustancia llamada adenosín trifosfato, más conocida por su abreviatura: ATP.
El
ATP
se sintetiza en las mitocondrias a partir de los diferentes carburantes metabólicos
(glucosa, ácidos grasos y aminoácidos).
Las moléculas de ATP son una especie de vagones que forman un convoy energético
que va circulando por la célula, proporcionando la energía necesaria para todos
y cada uno de los procesos celulares.
Para
que os hagáis una idea aproximada de la magnitud del fenómeno, bastará con
saber que cada una de los billones de células de nuestro organismo, alberga un
promedio de 1.000 mitocondrias (la cantidad puede variar enormemente en función
del tipo de célula). Cada mitocondria es capaz de fabricar un
millón de moléculas de ATP cada dos minutos, por lo que
cualquiera de vuestras células contendrá en cualquier momento alrededor de
1.000 millones de moléculas de ATP. En un par de minutos, habrán
quedado vacías, y ocuparán su lugar otros 1.000 millones. La actividad celular
es frenética. Produces y utilizas (literalmente quemas) cada día un volumen de ATP
que equivale aproximadamente a la mitad de tu peso corporal. Cuando toques tu
piel caliente o percibas los latidos de tu corazón, piensa en todo el ATP
que deben producir tus mitocondrias para mantenerte con
vida y en actividad. Otra más de las grandes maravillas de ese diminuto universo biológico.
Pero
recuerda que, aunque con el tiempo han pasado a formar parte integrante de
nosotros, las mitocondrias son in essentia,
seres vivos que un día fueron independientes. Conservan sus propias
instrucciones genéticas, se dividen según su propio programa, hablan su propio
idioma biológico…
Las
mitocondrias
padecen también sus propias enfermedades. El ADN mitocondrial puede
resultar dañado o mutilado por los radicales libres en los procesos de
envejecimiento celular. Se sospecha fundadamente que ciertos procesos
degenerativos como el Alzheimer, el Parkinson o determinadas cardiopatías, podrían estar relacionados
con lesiones mitocondriales.
El
médico me dio seis meses de vida. Cuando le dije que tardaría en pagarle la
factura, me dio seis meses más. Walter
Matthau.
No hay comentarios:
Publicar un comentario