Francisco Delicado, clérigo español que pasó
en Italia la mayor parte de su vida, nació probablemente en Córdoba entre 1475
y 1480. Se crió en la villa jienense de Martos, donde él mismo situaba su cuna,
quizá para ocultar su condición de judío converso que nada convenía a un
sacerdote en aquel tiempo. Fue discípulo aventajado del gramático Antonio de
Nebrija, y recibió muy joven las órdenes sagradas.
Y
muy joven viajó a Italia, concretamente en 1492, el año del descubrimiento de
América. Aun situando su nacimiento en 1475, no tendría todavía veinte años
cuando llegó a Roma. Allí latinizó su apellido, que originariamente era Delgado, por el de Delicado, con el que firmó desde entonces todas sus obras.
La primera de ellas, De consolatione infirmorum, se publicó en Roma en 1525. Era un breve tratado de intención piadosa. Aunque hablando de piedad, no parece que el clérigo Francisco Delicado tomara muy en serio sus votos, porque se sabe que padeció la sífilis, que en España se llamaba entonces mal francés, en Francia mal italiano y en Italia mal español. El caso es que el morbo gallico (vamos a atenernos a nuestra denominación) se extendió por toda Europa como un reguero de pólvora. Delicado dio en Roma a la imprenta también en 1525 una obra divulgadora sobre el tema, escrita en italiano, que tituló El modo de adoperare el legno de India Occidentale, donde se alababan las excelencias del llamado palo de Indias, un remedio contra los síntomas de la sífilis que el propio autor había experimentado en sí mismo. Perdida la edición romana, nos ha llegado la que se imprimió en Venecia en 1529.
Delicado
huyó literalmente de la capital romana en 1527, fecha del célebre Saco de Roma que llevaron a cabo las
tropas de Carlos I comandadas por el duque de Borbón, lo que provocó un fuerte
sentimiento antiespañol en la ciudad. Nuestro hombre recaló en Venecia, y allí
acogido a su Serenísima República y ya lejos del alcance tanto de la
Inquisición española como de la romana, continuó su carrera literaria, y
olvidando por completo su condición de hombre de Iglesia, también al parecer su
carrera amatoria, pues se le atribuyen en su época veneciana varias amigas, y a
alguna de ellas se refirió el propio autor en sus escritos.
Establecido
en Venecia, se animó también a ejercer como editor. A su iniciativa se debe la
publicación de obras como Amadís de Gaula
(1533), Los tres libros del caballero
Primaleón y Polendos, su hermano (1534), obra que forma parte del ciclo del
Palmerín de Ingalaterra. Ese mismo
año imprimió también una magnífica edición de La Celestina de Fernando de Rojas y otra de la Cárcel de amor de Diego de San Pedro. Conoció y trató en Venecia al
famoso político y humanista Andrea Navagero, quien le animó a escribir un
tratado sobre los sangrientos días del Saco
de Roma.
Pero
la obra por la que Francisco Delicado ha pasado a la Historia de nuestra
literatura es sin duda La Lozana
andaluza, que vio la primera luz en Venecia en 1528. Se editó
bajo el título de Retrato de la Lozana andaluza,
aclarando en la portada que va escrito en
lengua española muy clarísima, y añadiendo que demuestra lo que en Roma pasaba y contiene muchas más cosas que la
Celestina. Esta es promesa que da pistas al lector sobre su contenido. Se
trata de una narración dialogada que en lo literario queda a medio camino entre
la comedia celestinesca y la novela picaresca tan característica de nuestra
literatura tanto renacentista como barroca. Se narra la agitada vida de la
andaluza Aldonza, por otro nombre Lozana, que abandona la casa de su tía en
Sevilla, huyendo a Cádiz con un joven mercader genovés. El padre del muchacho
ordena en Génova a sus servidores que la maten, y Lozana huye a Roma donde debe
sobrevivir sin más fortuna que su hermosura y su ingenio. La heroína, un
verdadero torbellino de vitalismo y de mañas, triunfa siempre sacando todo lo
que puede a sus muchos galanes, y entregando su corazón a su joven criado
Rampín, un muchacho sagaz y encantador, un pícaro que sabe cómo hacer feliz a
la pícara Lozana.
En La Lozana hay humor, hay explícitas referencias al sexo y algunas otras a la Iglesia, no demasiado piadosas, que valieron a su autor diversas excomuniones. La Lozana tiene reminiscencias celestinescas, como dije más arriba, bebe también en la fuente de la Propalladia de Bartolomé de Torres Naharro, y a su vez, los Ragionamienti del italiano Pietro Aretino, beben en las muy caudalosas de La Lozana.
Es esta Lozana andaluza la que nuestra pícara Biblioteca Bigotini os pone hoy al alcance de un clic. Hacedlo sobre el enlace y disfrutad la frescura, el inagotable ingenio y el humor de la hermosa Lozanica y de Francisco Delicado, su irreverente padre literario.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=La+lozana+andaluza.pdf
Ella tenía ingenio diabólico y gran conocer, y en ver un hombre sabía cuánto valía y qué le podía sacar. Miraba también cómo hacían las demás y lo que había de aprovechar para ser siempre libre y no sujeta a ninguno. Francisco Delicado. La Lozana andaluza.
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