Un
solo libro disputa a Los Elementos de
Euclides el honor de ser el libro de texto utilizado durante más tiempo. Se
trata del Almagesto de Ptolomeo, una
obra científica cuyo origen se remonta al siglo II, y que se utilizó por los
científicos y los estudiosos hasta prácticamente el final del Renacimiento, más
de mil años siendo una referencia bibliográfica de primer orden.
La
obra describe el universo tal como lo concibió el filósofo alejandrino, plagado
de grandes errores e inexactitudes importantes. Para Ptolomeo la Tierra es el
centro alrededor del cual giran el sol, los planetas y el resto de los astros.
Según sus errados cálculos, los planetas se mueven en pequeñas órbitas
circulares llamadas epiciclos, y la
esfera que contiene las lejanas “estrellas fijas” como allí se denominan, tiene
un radio de veinte mil veces el tamaño de la Tierra.
El éxito que adquirió el Almagesto se debe a varios factores históricos que no conviene perder de vista. En primer lugar debemos situar la sangrante escasez de obras y manuales científicos que se extendió a través de los siglos oscuros tardorromanos y medievales. En segundo lugar cabe reconocer que en medio de sus múltiples errores, el libro contenía algunos datos acertados y de gran utilidad científica. Acaso el más sobresaliente pertenece al terreno de las matemáticas, ya que en él aparece una tabla trigonométrica que incluye el valor de los senos comprendidos entre 0 y 90 grados en intervalos de quince minutos de arco, teoremas que corresponden a la moderna ley de los senos, fórmulas para sumas y diferencias de ángulos y semiángulos, y una especie de introducción a la trigonometría esférica.
El
tercer factor, acaso el más importante, es el prestigio de que se rodeó la
obra. Como muchas otras de su tiempo, quedó perdida durante algunos siglos
hasta que en torno al 827 fue traducida al árabe, y de esa lengua al latín ya
en el siglo XII. El nombre de “Almagesto” deriva de la expresión árabe al-kitabu-l-mijisti,
que significa El Gran Libro. En los siglos oscuros, el mundo islámico actuó
como depositario de muchos aspectos de la ciencia y la sabiduría antiguas.
Después las traducciones que se realizaron sobre todo en España, en la célebre
Escuela de Traductores de Toledo, así como en contados lugares de la Italia
renacentista, contribuyeron a difundir muchas obras y tratados valiosos en la
Europa cristiana.
La
elegancia con que se presentaron los postulados y teoremas del Almagesto
contribuyó sin duda a su gran popularidad entre las gentes cultas de la Baja
Edad Media y el Renacimiento europeo, hasta el punto de que, como acertadamente
señala Jan Gullberg, el libro terminó por ser responsable de que se perdieran
gran parte de los trabajos griegos sobre astronomía, que acaso debían contener
otras informaciones de algún valor científico, pero que no pudieron competir
con la atractiva presentación y el prestigio del Almagesto.
A pesar de sus evidentes carencias, el Almagesto tuvo la virtud de asentar la astronomía como ciencia en Occidente. Actualmente se conservan varios ejemplares de los siglos anteriores a la imprenta, tenidos por auténticos tesoros. Tras la invención de Gutemberg la obra conoció diferentes y sucesivas ediciones durante casi dos siglos, algunos de cuyos ejemplares son considerados incunables. El profe Bigotini presume de no necesitar tablas de senos y cosenos, porque mide los ángulos con su enorme nariz.
Sí, me siento muy bien físicamente. Eso es gracias a la dieta que me proporciona la nutricionista, basada en hidrocarburos. Gustavo Biscayazu, futbolista uruguayo.
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