sábado, 29 de agosto de 2020

PIRRO Y LA ROMANIZACIÓN DE ITALIA



Los romanos de los primeros siglos de la República desconocían la geografía. Sucesivos pactos y guerras con sus vecinos latinos, sabinos, etruscos, volscos, ecuos…, les condujeron a dominar la costa del Tirreno central, para ellos el primitivo y familiar Mare Nostrum. No es que fueran expansionistas, sencillamente aplicaban la máxima deportiva de que la mejor defensa es un buen ataque, y eso les llevó, casi sin querer, a ocupar los territorios limítrofes, pero seguramente todavía ignoraban la extensión y los límites de la península itálica, y si los más instruidos habían oído hablar del mar Adriático, probablemente entonces conocido como el ponto de los griegos, lo considerarían remoto e inalcanzable.
Sus diferencias vecinales llevaron a los romanos al sur, donde entablaron varias guerras contra los samnitas. En la segunda de aquellas guerras sufrió Roma una vergonzosa derrota en las gargantas de Caudio. Tuvieron que capitular y pasar bajo el yugo de las lanzas samnitas, episodio que originó la expresión horcas caudinas para definir cualquier derrota humillante.

Aquellos hechos tuvieron lugar en 328 a.C. Roma encajó la afrenta, pero no pidió paz. Al contrario, después de reorganizarse, las legiones atravesaron los Apeninos en 316, y tras sucesivos avances se hallaron en 305 en la costa adriática de Apulia. A la vez, la expansión meridional llevó a los romanos hasta las mismas puertas de Nápoles, la próspera y magnífica Neápolis griega, que les fascinó y avivó su codicia. Durante algunos años se sucedieron las escaramuzas, hasta que los grecoitálicos, viéndose en apuros, recabaron la protección de la madre patria. La encontraron en la persona de Pirro, rey del Épiro, la región noroccidental de Grecia. Pirro era un tipo singular. De origen macedonio, presumía de ser pariente del mismo Alejandro, y se creía llamado por los dioses a acometer grandes empresas. Los tarentinos solicitaron su socorro, y sin pensarlo dos veces, se plantó en Tarento con sus navíos y su ejército, al que se sumaron por miles los naturales del país.


Pirro presentó batalla a los romanos en Heraclea. En la lucha se impuso la disciplina de las legiones que barrieron a sus enemigos. No obstante el rey epirota contaba con un arma todavía desconocida en aquel tiempo: los elefantes. Al verlos desde lejos, los romanos los tomaron por bueyes, de ahí el apelativo de bueyes lucanos por el que se conoció a los proboscidios incluso hasta tiempos medievales. Pero al tenerlos más cerca, cundió el pánico entre los legionarios que huyeron en desbandada. Pirro se adjudicó muy ufano la victoria. Sin embargo, al hacer balance de pérdidas, halló que con la excepción de la unidad elefantina, la práctica totalidad de su ejército había sido aniquilada. Este es el origen de la expresión victoria pírrica para referirse a supuestos triunfos que cuestan muy caros. Actualmente usan y abusan de ella hasta los comentaristas deportivos, con un desparpajo insólito en gentes tan iletradas.


Todavía no escarmentado, volvió Pirro a la carga en 279 a.C. El campo de batalla fue esta vez Ascoli Satriano, pero a pesar del cambio de escenario, la derrota de los griegos fue mayor si cabe, aun a pesar de los elefantes. Los romanos estrenaron contra ellos unas lanzas largas y agudas, remoto antecedente de las picas que mil años después manejarían los tercios españoles en las guerras europeas del XVII, y que inmortalizó Velázquez en La rendición de Breda.
Tampoco la nueva derrota desmoralizó a Pirro ni mitigó lo más mínimo sus ganas de camorra. Llamado esta vez por los siracusanos, embarcó hacia Sicilia para defender a Siracusa de los cartagineses. Fue de nuevo vencido, y aun no satisfecho, regresó por última vez a Italia en auxilio de los tarentinos. En 275 las legiones romanas le infligieron una nueva derrota en Malevento, tan severa, que el epirota tuvo por fin que regresar a su tierra con el rabo entre las piernas. Los romanos rebautizaron a Malevento como Benevento en recuerdo de su victoria.

Con todos estos avatares bélicos, Roma aprendió al fin geografía, y se supo dominadora de gran parte de la península. En 273, a instancias del Senado, se inició oficialmente la completa conquista y romanización de Italia, que en muy pocos años se extendió a parte de Sicilia e incluso a la Grecia continental. Probablemente Pirro nunca llegó a ser consciente de su decisiva aunque involuntaria, contribución a la Historia.

-Manolo, mira a ver, me parece que la cisterna pierde.
-Pues dile que lo importante es participar.




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