Como
es bien sabido, lo más usual entre las especies de reproducción sexual, es la
existencia de dos sexos, macho y hembra. Sabemos también que existen organismos
(por ejemplo los caracoles y las babosas terrestres) que son hermafroditas y
cada individuo posee los dos sexos. Sin embargo, ¿qué podría decirse de unos
seres vivos que presentan más de quinientos sexos diferentes? Asombroso,
¿verdad? Pues esos seres existen, son los hongos
mucilaginosos. La mayoría los confundiríamos con un hongo
alargado y amarillo si los encontramos en un tronco podrido. Constituyen un
mundo aparte apenas emparentado con los animales, los vegetales o los hongos.
Un hongo mucilaginoso adulto es una sola célula gigantesca visible a simple
vista. Pero mientras una célula normal está formada por un solo núcleo rodeado
de citoplasma, la célula de un hongo mucilaginoso verdadero maduro es una gran
masa de citoplasma que contiene millones de núcleos.
El
espécimen en cuestión se arrastra lentamente, devorando todos los microbios que
encuentra en su camino. Como no copula, no tiene necesidad de buscar pareja.
Cuando le llega el momento del sexo, se convierte en un cuerpo fructífero
pedunculado, que parece una diminuta piruleta. Esta estructura libera al aire
millones de esporas, lo mismo que una flor libera polen, y las esporas son,
naturalmente, gametos, células sexuales. Ya sabemos que una célula sexual es
una célula portadora de un solo juego completo de genes, cuya misión consiste
en encontrar, reconocer y fusionarse con otra célula sexual adecuada, es decir,
que sea de un sexo distinto al suyo. Los animales producimos dos tipos de
células sexuales, una grande (el óvulo) y una pequeña (el espermatozoide). Las
hembras y los machos producen uno solo de estos dos tipos. Los hermafroditas producen
los dos. Es elemental que dos espermatozoides no puedan fusionarse para formar
un embrión. Lo mismo les ocurre a dos óvulos. La única combinación posible es
óvulo y espermatozoide.
Pero
entre los hongos mucilaginosos la situación es diferente. Junto con otros pocos
organismos como las algas verdes unicelulares, las algas pardas, las diatomeas
y un puñado de otros seres microscópicos, los hongos mucilaginosos producen
células sexuales de un único tamaño, una condición que se denomina isogamia.
Cuando
el tamaño es irrelevante, las características que determinan el sexo de un
gameto son otras. Los sexos de los hongos mucilaginosos vienen determinados por
tres genes. Cada uno de estos genes se presenta además con variantes.
Combinando las variantes, cada individuo de hongo mucilaginoso puede producir
células sexuales de al menos ocho tipos distintos, podríamos definirlo como octosexual.
En el mismo bosque, otros hongos mucilaginosos tendrán otras combinaciones de variantes de esos
genes. Si contamos todas las combinaciones posibles, se obtienen más de
quinientas variantes. Como deben quedar más variantes de genes por descubrir,
el número total de sexos de los hongos mucilaginosos podría ser bastante más
elevado.
Son
unas células sexuales muy notables, capaces hasta de alimentarse por sí mismas.
Su misión es encontrar otra célula sexual de sexo diferente, para poder
aparearse con ella. Así que bien mirado, lo de la multisexualidad no parece tan
descabellado. En teoría todos los organismos isógamos deberían tener multitud
de sexos, y así tendrían mayor facilidad para encontrar otros diferentes a los
que unirse. Al mismo tiempo, se reduce el riesgo de endogamia. Visto de esta
manera, lo verdaderamente estrafalario es tener únicamente dos sexos. Ahora
bien, el hecho de que la mayor parte de los organismos de reproducción sexual
dispongamos de sólo nuestros dos sexos, macho y hembra, invita a pensar que
interviene algún factor limitante de gran importancia.
Y
el candidato a factor limitante más probable es la necesidad de controlar la
herencia de ciertos elementos peculiares del citoplasma como las mitocondrias,
que se encuentran en las células animales, y los cloroplastos, que habitan
las células de algas y vegetales. Ambos son responsables de la generación de
energía, y resultan imprescindibles para completar el metabolismo celular, y
por consiguiente, la vida.
Todo
parece indicar que mitocondrias y cloroplastos fueron adquisiciones externas
desde el punto de vista evolutivo, bacterias independientes en origen, que
desarrollaron una relación simbiótica con sus hospedadores. En la reproducción
sexual convencional, estos orgánulos son aportados al embrión por uno solo de
los dos sexos, en nuestro caso las mitocondrias las aporta la madre, y se
transmiten a la siguiente generación siempre por línea materna. Si existieran
muchos sexos y cada uno aportara sus mitocondrias o sus cloroplastos,
probablemente se produciría entre ellos una competencia que adquiriría un
carácter agresivo y no haría sino causar problemas al embrión.
Por
qué no se presenta este problema en el caso de los hongos mucilaginosos y de
otros organismos multisexuados, es algo que requerirá un minucioso estudio por
parte de los biólogos. Algo sin embargo, se ha ido adelantando en este terreno.
Una
hipótesis que parece muy probable, es que en la unión de dos gametos de estas
especies multisexuadas sólo uno de los dos progenitores aporta el citoplasma.
Como cloroplastos y mitocondrias habitan el citoplasma, se evitaría así la
competencia agresiva en el nuevo embrión. Esto se ha comprobado por ejemplo, en
el alga verde Chlamydomonas reinhardtii.
Para
quienes hayan conseguido mantener a raya sus mitocondrias, se abre un universo
multisexual de dimensión asombrosa. Schizophyllum commune, un hongo
rosado y piloso que crece en los troncos de los árboles, disfruta de hasta
veinte mil sexos distintos.
-¡Madre
mía, mira qué piernas más sexys!
-¿Es
que tienes que hacer la misma broma cada vez que venimos al museo del jamón?
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