Cristóbal de Castillejo nació en Ciudad
Rodrigo, Cáceres, en 1490. Siendo todavía un muchacho, sirvió como paje al
archiduque Fernando de Habsburgo en la corte de Fernando el Católico. Ingresó
luego en el convento cisterciense de San Martín de Valdeiglesias, y en 1525
abandonó la clausura para ejercer como secretario de su señor el archiduque. Su
secretaría le llevó sucesivamente a Hungría y Bohemia, y más tarde a Alemania.
En Viena, dando a todos los demonios sus votos, llevó una vida disoluta. Se
entregó al juego y a otros vicios nefandos. Fornicador famoso, tuvo un hijo
natural y varias amantes. Conocemos a través de sus escritos, los nombres de
dos de ellas, una alemana, Ana de Schaumburg, y otra española, Ana de Aragón.
Falleció En Viena en 1550, siendo enterrado en la cercana localidad de
Neustadt.
Hasta
aquí la nota biográfica del personaje, otra alma ganada por Lucifer para su
causa infernal. Pero como sabéis, lo que nos interesa en estas reseñas es la
vertiente literaria. Por sus influencias, Cristóbal de Castillejo puede
considerarse miembro destacado de la lírica
cancioneril del XV. Conviene no perder de vista que abandonó España muy
joven y que ya no regresó ni a su suelo ni a su universo literario. Así que
Castillejo es un poeta renacentista puro en época en que las letras españolas
discurrían ya por otros derroteros. Renacentistas son su espíritu y su
temática, y renacentista es su estilo. Cultivador de los diálogos, un género que había florecido varias décadas antes de su
tiempo, Castillejo versificó en los tradicionales octosílabos de arte menor,
despreciando los endecasílabos italianizantes que hicieron furor en todas las
lenguas romances.
Estimulado
por Juan de Valdés, que desde su refugio italiano se dedicaba a propagar la
heterodoxia erasmista, nuestro hombre compuso una obra Contra los que dexan los metros castellanos y siguen los italianos.
En ella abomina del ritmo y la estética petrarquista, y hasta se permite
incluir algunos versos de carácter burlesco en endecasílabos, como los que
comienzan con “Garcilaso y Boscán, siendo
llegados…”, acaso sólo para dar a entender la facilidad con que podían con
esta moderna técnica escribirse sonetos
como el que fríe buñuelos. Ironiza Castillejo:
…bien se pueden castigar
a cuenta de anabaptistas,
pues por ley particular
se tornan a baptizar
y se llaman petrarquistas.
Realizó
traducciones de Ovidio muy notables. Compuso un célebre Sermón de amores que,
publicado en 1542, le granjeó fama de licencioso y libertino. Es una sátira de
ambientación celestinesca con influencias de Boccaccio, el arcipreste de Hita y
el de Talavera. Contiene descripciones y cuadros nada edificantes sobre la vida
conventual, que conocía de primera mano. Su obra puede dividirse en tres
grupos: obras de amores, obras de
conversación y pasatiempo, y obras morales y de devoción.
Al
segundo grupo, las de conversación y
pasatiempo, pertenece la que en nuestra Biblioteca Bigotini ponemos hoy a
vuestra disposición al alcance de un clic. Es su Diálogo
de las mujeres, publicado en 1546, que destila a partes iguales
ingenio y una profunda misoginia que resulta difícilmente tolerable para
nuestra mentalidad actual. Conviene sin embargo, no perder de vista que se
escribió hace casi quinientos años por un clérigo que no hace sino esgrimir los
argumentos que en su época eran habituales y generalmente admitidos y hasta
aplaudidos. No, Cristóbal de Castillejo no fue precisamente feminista. Os
invitamos a hacer clic en la portada y a
disfrutar o a padecer con los argumentos que desgrana.
Mas
yo he sido / alguna vez bien querido / y otras también desdeñado, / de unas mujeres
amado / y de otras aborrecido. Cristóbal de Castillejo. Diálogo de mujeres.
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