Ya
hemos dicho otras veces que el clítoris no se limita al diminuto órgano del
glande externo. Sus brazos internos, equivalentes embriológica y anatómicamente
a los cuerpos cavernosos del pene, están también dotados de extraordinaria
sensibilidad, lo mismo que su tronco central. Lo que nos conduce a la
controversia de si realmente existen orgasmos que se produzcan exclusivamente
mediante la penetración, sin intervención del clítoris.
La
estimulación del interior de la vagina puede también desencadenar orgasmos. El
dilema está en si dicha estimulación proviene de los nervios de la propia
vagina, o si lo que consigue la penetración es estimular indirectamente los
brazos internos y el tronco del clítoris.
Mayor
controversia aun si cabe, gira alrededor de la existencia del llamado punto G. Quienes la defienden señalan
una pequeña región de apenas un par de centímetros, situada en la cara anterior
de la mucosa vaginal alta, que estaría dotada de mayor inervación, y por tanto
de más profunda sensibilidad que el resto de las paredes internas de la vagina.
Siguiendo este razonamiento, el punto G sería estimulado por el glande
masculino durante la penetración en la posición frente a frente, también
llamada del misionero, tan
característica de los encuentros sexuales entre parejas de nuestra especie, lo
que justificaría la disposición ligeramente curvada que adoptan la mayor parte
de los penes en completa erección. Algo más complicada resultaría la
estimulación manual de dicho punto, que requiere la introducción profunda de
los dedos.
De
los experimentos que llevaron a cabo Masters y Johnson en los sesenta (década
prodigiosa también en materia de sexo, me apunta nuestro viejo profesor),
parece concluirse que el clítoris es el único órgano responsable del placer,
mientras que la vagina se comporta como un mero receptáculo del pene,
relativamente insensible, como corresponde por otra parte a su papel de canal
del parto en el alumbramiento. El movimiento feminista abrazó esta idea con
entusiasmo, ya que proclamaba que la penetración, y por extensión, la
intervención masculina, no son necesarias para obtener una estimulación más
intensa y alcanzar el orgasmo. También destruye la absurda hipótesis freudiana
de que el orgasmo clitoridiano es infantil, y el vaginal, adulto.
Estudios
como los de Odile Buisson, realizados mediante sonografías, defienden que la
penetración estimula la zona interna del clítoris, su tronco, y que por lo
tanto el orgasmo exclusivamente vaginal no existe. Otros investigadores no
niegan esta estimulación clitoridiana indirecta, pero señalan que la mucosa
vaginal está dotada de sensibilidad suficiente para generar orgasmos vaginales,
que algunas mujeres han descrito como menos localizados o de cuerpo entero. Señalemos a este respecto, que el clítoris sólo
está inervado por el nervio pudendo, mientras que a la vagina llegan además de
éste, el pélvico y el hipogástrico. En imágenes cerebrales de mujeres
estimulándose el interior de la vagina, se observa la activación de zonas
diferentes de la corteza cerebral a las activadas por estimulación del
clítoris.
Añadamos
que se han descrito orgasmos provocados por caricias en el ano, los pechos, los
lóbulos de las orejas o el cuello, y los testimonios de muchas mujeres que
describen los orgasmos clitoridianos y los vaginales como diferentes. Conviene
tener en cuenta además, que en el orgasmo femenino influyen multitud de otros
factores como el estado anímico, la ausencia de estrés, el grado de excitación,
la pericia de la pareja (él o ella) o el grado de compenetración que llegue a
alcanzarse. En última instancia, se sabe de mujeres practicantes de tantra
yoga, que aseguran haber alcanzado el orgasmo mediante la respiración y la
meditación. Estos casos extremos podrían conducirnos al error de concluir que
todo esto del placer y los orgasmos es puramente mental. No es así. El
componente digamos, místico, probablemente ejercerá su influencia, pero no todo
es mental. Descendamos de las nubes. El aspecto fisiológico es fundamental para
la inmensa mayoría tanto de mujeres como de hombres.
Procura
no acercarte a una cabra por delante, a un caballo por detrás, y a un tonto por
ningún lado.