Juan
de Yepes Álvarez nació en 1542 en la localidad abulense de Fontiveros. Fue hijo
de Gonzalo de Yepes, tejedor toledano, y de Catalina Álvarez, ambos conversos,
una condición que en aquel tiempo constituía un estigma social indeleble. Su
padre murió prematuramente. Tuvo Juan otros dos hermanos varones, uno de los
cuales falleció a temprana edad de hambre, lo que da idea de las dificultades
que atravesó la familia. Se trasladaron primero a Arévalo y después a Medina
del Campo, donde siguieron pasando penalidades. Acaso la mala alimentación fue
la causante del raquitismo que sufrió Juan, por lo que en su edad madura quedó
menudo de cuerpo y de extrema delgadez. Santa Teresa solía llamarle mi medio fraile.
Asistió
en su infancia al Colegio de los Niños de la Doctrina , institución
caritativa en la que se inició ayudando a misa, asistiendo a los Oficios,
acompañando entierros y pidiendo limosna. Su aguda inteligencia le permitió
luego continuar sus estudios con los jesuitas, a la vez que asistía en el
Hospital de Nuestra Señora de la
Concepción , especializado en el tratamiento del mal francés, la sífilis que en Medina
(toda una Babilonia castellana) llegó a constituir una verdadera plaga.
Aprendió en ese tiempo el latín, la retórica y la gramática, y con veintiún
años ingresó en el Convento de los Carmelitas, bajo el nombre de novicio de
Fray Juan de san Matías. Pasó después a Salamanca donde por ser hijo de
conversos, le negaron el grado de bachiller, y no obstante, fue allí donde sus
dotes dialécticas le otorgaron fama de orador sagrado.
Regresó
a Medina para cantar su primera misa y allí, en presencia de su madre, su
hermano y algunos otros familiares, conoció a Teresa de Cepeda que habría de
ser la futura Santa Teresa de Jesús. Surgió entre ambos una inmediata simpatía
mutua que tuvo como consecuencia la colaboración de Juan en las fundaciones que
ya estaba iniciando la santa. A imitación de Teresa, nuestro hombre fundó conventos
masculinos en Duruelo, Mancera y Pastrana sucesivamente, adoptando
definitivamente el nombre religioso de Juan de la Cruz.
A
partir de 1572 se convertirá en invitado de Teresa de Jesús y confesor de las
monjas en el Convento de la
Encarnación de Ávila, y acompañará a la madre en sus principales
fundaciones de descalzas, como la de Segovia. Pero la animadversión de los
carmelitas calzados, la facción ortodoxa de la orden, unida a la peculiar
manera de entender la práctica religiosa de Juan y de Teresa, darán con sus
huesos en la cárcel. Tras alternar sucesivos episodios de reclusiones y fugas,
viaja a Castilla la Nueva
y de allí a Andalucía, donde prosigue su tarea fundacional. Falleció finalmente
en Úbeda en 1591, tras haber sido destituido de todos sus cargos por las
autoridades eclesiásticas. Su
proceso de beatificación se inició en 1627, fue canonizado por Benedicto XIII
(el oficial, no nuestro Papa Luna muy anterior) en 1726, y proclamado Doctor de
la Iglesia Universal
en 1926 por Pío XI.
Lo
mismo que Santa Teresa, San Juan de la
Cruz fue elevado a los altares, pero verdaderamente faltó muy
poco para que le pusieran un sambenito y ardiera en la hoguera. En aquel tiempo
barroco y contrarreformista la línea que separaba la santidad de la herejía era
muy fácil de cruzar. San Juan y Santa Teresa fueron entonces una especie de
hippies peligrosamente heterodoxos para las mentes más conservadoras. El amor
místico se manifestó en sus poesías y en su verbo encendido de una manera tan
explícita que recordaba demasiado al amor carnal, y aun hoy desde nuestra
mentalidad actual, muchos de aquellos pasajes de arrebato místico tienen un
inconfundible tinte orgásmico.
En
cuanto a la obra de Juan de Yepes el poeta, bebe en las fuentes bíblicas de El Cantar de los Cantares, en la poesía
culta italianizante, tan en boga en su época, y en la tradición popular de
nuestro Romancero castellano.
Mézclese sabiamente en una coctelera a Salomón y a Garcilaso, añádanse unas
gotas de los Cancioneros renacentistas y un chorrito de romances, y se obtendrá
a San Juan de la Cruz
en estado puro. En nuestra Biblioteca Bigotini os ofrecemos la versión digital
de La noche oscura, obra que representa a la
perfección tanto el estilo de su autor como la espiritualidad del misticismo
como movimiento literario. Haced clic en la portada y deleitaos con la
inspiración de San Juan de la
Cruz.
En
una noche oscura,
con
ansias, en amores inflamada
¡oh
dichosa ventura!,
salí
sin ser notada
estando
ya mi casa sosegada.
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