
Quienes
se asentaron en el territorio aproximado de lo que hoy es Almería, habían
tenido ya algún contacto con aquellos pueblos orientales. Conocían el cobre,
sabían dónde encontrarlo y cómo trabajarlo. Entre las desembocaduras de los
ríos Antas y Almanzora construyeron poblados de chozas de ramaje y barro
asomadas al mar, de donde llegaban regularmente noticias, novedades y
maravillas diversas. Además de la minería del cobre, practicaban la
agricultura, la ganadería, la pesca y probablemente la navegación costera. Se adornaban
con conchas marinas, collares y brazaletes de valvas y piedras negras que
recuerdan a los que usaban las gentes de Egipto o del Egeo. Fabricaban una
cerámica incisa austera y funcional, y enterraban a sus difuntos en cuevas o en
cistas cerradas con pesadas losas de
piedra. Sus flechas eran agudas y elegantes, lo mismo que sus hachas de diorita
y sus afilados puñales de piedra pulimentada. Eran las belicosas gentes de El
Garcel y La Gerundia, creadores de la llamada cultura de Almería,
pionera del Neolítico peninsular.
Se
expandieron por la costa, Murcia, Alicante, Valencia, hasta llegar a Castellón.
Penetraron después en Teruel y en Cataluña. Sin embargo, la expansión hacia el
Oeste no pasó de Torremolinos, porque se encontraron frente a frente con un
poderoso pueblo que les hizo frente: los adoradores de los muertos. En
efecto, los hombres de la cultura almeriense eran dolicocéfalos y de esqueleto
grácil. Los cromañones paleolíticos a los que empujaron hacia el Norte por
Levante, eran mesocéfalos y de facciones y esqueletos más primitivos. El tercer
grupo étnico peninsular, los adoradores de los muertos, eran braquicéfalos, de
cabeza casi redonda, gentes de origen europeo, posiblemente del área alpina,
que ocuparon las costas atlánticas de la Europa occidental con sus rebaños. En
la península se asentaron primero en el tercio occidental, entre Galicia y
Extremadura, para expandirse hacia el Este, del mismo modo que en el resto del
occidente europeo habitaron Alemania, los Países Bajos, la Francia meridional y
atlántica, la Gran Bretaña y buena parte de Irlanda.

Cuando
sólo se conserva de los dólmenes el círculo de piedras verticales, faltando la
piedra plana que servía de techo, suele denominarse al conjunto crómlech,
compuesto de dos palabras bretonas que significan corona y piedra sagrada. Otros
monumentos característicos son los menhires, con el significado de piedras
largas, a los que se conoce también en España como piedrahitas o piedrafitas. En los menhires se ha querido ver un
símbolo del órgano sexual masculino, y se ha relacionado su forma con la de los
cipreses, árboles tradicionalmente dedicados a los muertos. En muchos casos el
menhir parece representar al difunto, grabándose en él unas veces senos
femeninos, otras veces espadas que se llevan en la cintura, y en muchos casos
rostros con ojos y nariz, pero curiosamente nunca con boca, acaso queriendo
significar el silencio en que se sumen los muertos. Son también muy numerosas
las alineaciones
de menhires dispuestos por orden de tamaño, y a menudo relacionados con la
salida o la puesta del sol en determinadas fechas, lo que sugiere la posesión
de arcanos conocimientos astronómicos y de rituales de carácter mágico o
religioso.
Sin
duda el monumento megalítico más famoso e impresionante de los conocidos es el
doble crómlech de Stonehenge, cuya disposición está orientada astronómicamente
hacia el Este. Las piedras están colocadas con rigurosa precisión para
distinguir el sol al apuntar en el horizonte por entre las filas de menhires el
día del solsticio de verano. En la Bretaña francesa pueden admirarse algunos
también impresionantes como la alineación de Karnak, o la llamada Roca de las
hadas. En España hay algunos muy singulares, destacando el onubense gran dolmen
de Soto o la cueva de Menga en Antequera.

Hacia
2.400 ya se había difundido desde su cuna andaluza hasta Portugal. En 2.300 la
encontramos en Galicia y en el área pirenaica. Tras su paso a Francia, se
forman tres núcleos de esta cultura megalítica-campaniforme: el Meridional,
desde Lourdes hasta los Alpes, el Central, Sena, Marne y Oise, y el de Bretaña,
centro que desde 2.100 mantendrá un intenso tráfico marítimo con los megalíticos
andaluces que exportarán desde Huelva cobre, e importarán desde Bretaña ámbar,
calaíta y otras materias boreales. También desde Bretaña se difundirá esta
cultura hacia las islas británicas y hacia Holanda, Sajonia, Turingia,
Dinamarca e incluso Escandinavia.
-El
amante de mi mujer se ha venido a casa con ella y mis tres hijos, ¿Qué puedo
hacer?
-Haz
macarrones. Con un kilo tienes para todos.
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